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Arenas estará cuatro años más en el Senado tras toda la vida en las instituciones

El exvicepresidente del Gobierno con Aznar y factótum del PP en Andalucía renovará en la Cámara Alta, según dijo el número tres del PP, Elías Bendodo.

Javier Arenas y la consejera de Cultura, Patricia del Pozo.
Javier Arenas y la consejera de Cultura, Patricia del Pozo. Archivo. Joaquín Corchero / Europa Press

En la noche electoral del 19J, Javier Arenas estuvo en la sevillana calle San Fernando, sede del PP andaluz –la misma en la que ejerció de factótum del partido durante largos años, más de 20 en realidad, entre periodos de presencia y de ausencia– junto al equipo más cercano a Moreno, y celebró con todos ellos la victoria que él no pudo obtener –a pesar de que fue el primero que ganó unas elecciones en Andalucía al PSOE, en 2012– porque no pudo gobernar [PSOE e IU formaron un cogobierno]. Ahora, Arenas va a repetir otra vez como senador por designación autonómica, según avanzó esta semana el número tres del PP, Elías Bendodo. Ahí seguirá otros cuatro años más, eterno.

Javier Arenas es así de nuevo profeta en el PP andaluz. Ha sobrevivido a otra etapa convulsa: después de unos años de cuarteles de invierno durante los años de Pablo Casado al frente, sus tesis, que apostaban por un PP ubicado en el centro, y, sobre todo, su decisión de última hora de apoyar la reforma del Estatuto de Andalucía que habían pilotado PSOE e IU en el año 2007, de algún modo, se han impuesto y le han dado al hoy presidente Juanma Moreno un terreno sobre el que sembrar su pretendida moderación y supuesto ecumenismo andalucista.

Hoy Arenas se lleva bien con Alberto Núñez Feijóo –es portavoz adjunto del PP en el Senado– y además tiene su cuota de influencia sobre Moreno y en el Gobierno andaluz –el viceconsejero Antonio Sanz y la consejera Patricia del Pozo se le incluyen entre sus apadrinados–, según las fuentes del PP consultadas por Público. A Arenas se le pudo ver, en primera fila, hablando confidencialmente, como conversa la gente que se toma mutuamente en serio, con Bendodo en el último mitin de Moreno en Sevilla en esta campaña electoral. "No pienso volver porque no me voy a ir, voy a ser diputado y seré senador por Andalucía con Javier Arenas", dijo Bendodo esta semana.

Arenas tampoco tuvo que volver nunca, porque nunca se fue en realidad, aun en sus ausencias, cuando estuvo en el Gobierno de España y en la dirección estatal del partido con José María Aznar. "Soy andaluz y ejerzo de andaluz, soy de Olvera (Cádiz), aunque nací en Sevilla. Un olvereño de Sevilla, un sevillano de Olvera. Siempre he vivido en Andalucía, nunca he vivido fuera de Andalucía. Desde la etapa más apasionante de mi vida política, que fue la de concejal en el ayuntamiento de Sevilla, hasta las etapas ministeriales, siempre seguí viviendo en Sevilla", afirmó Arenas hace unos años.

Arenas lleva, de hecho, toda la vida en la política institucional, en el coche oficial, por utilizar una expresión al uso, desde que en 1983 –hace 39 años– entró como concejal en el Ayuntamiento de Sevilla. Desde entonces, ha encadenado cargo tras cargo. Arenas ha alternado el Parlamento de Andalucia con el Congreso hasta el año 2015, cuando ya se ubicó en el Senado, una casa en la que se mueve como pez en el agua, en la que ha estado hasta en siete legislaturas diferentes –la V, la VI, la IX, la X, la XI, la XII y la XIII–.

Arenas fue también, en los años de mando en plaza de José María Aznar, un hombre muy influyente en la política nacional. Primero fue ministro de Trabajo, entre 1996 y 1999, luego Aznar lo puso a llevar el partido, como secretario general, y después, en 2002, lo recuperó para el Gobierno como ministro de Administraciones Públicas, luego de Presidencia y finalmente como vicepresidente segundo.

La corrupción del PP

Quien lo conoce asegura que hoy sin el florete de la política no puede vivir. "Tiene el virus", dicen. En el PP se aprecian sus contactos y su simpatía personal, que abre puertas. La agenda de contactos de Arenas adquiere proporciones de leyenda, como las historias de todo pelaje que se cuentan sobre él y que suelen empezar con una sonrisa. También guarda secretos relevantes, según deslizan sus rivales políticos, que hacen imposible para cualquier jefe del PP enviarlo a galeras si él no quiere dejarlo. Y él no quiere.

Los años de investigación de la Gürtel y de la financiación del PP lo dejaron políticamente muy tocado, pero el caso, a pesar de la apertura de hostilidades con la entonces secretaria general del partido, María Dolores de Cospedal, enemiga íntima, incluido un presunto intento de espionaje, no acabó con él.

Desde entonces, trabaja desde la segunda o tercera línea, según el momento en los claroscuros de la política. Arenas, de un modo milagroso, logró salir sin manchas en el expediente oficial –no así en el oficioso: fue llamado a declarar como testigo y esta misma legislatura, la izquierda le pidió el acta de senador por sus presuntos vínculos con la Gürtel–, mientras su rival fundamental, el expresidente de la Junta, Manuel Chaves (PSOE), con quien se las tuvo tiesas durante muchos años y quien le ganó tres duelos electorales, espera hoy una sentencia del Supremo, que lo exonere o confirme su condena por prevaricación por el caso de los ERE.

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