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CONFERENCIA EPISCOPAL El nuevo presidente de los obispos aplaudió las campañas antiabortistas de la ultraderecha

Juan José Omella advirtió sobre la amenaza del diablo a la "autoridad de la Iglesia" y vinculó la falta de clases de religión a la "atracción de los jóvenes hacia las sectas y los fundamentalismos".

Omella
El cardenal Juan José Omella durante la rueda de prensa ofrecida tras ser elegido este martes nuevo presidente de la Conferencia Episcopal Española. EFE/Víctor Lerena

El diablo andaba ahí cerca, o al menos de eso estaba convencido aquel hombre de sotana y gafas. Desde su despacho en el Obispado de Calahorra y La Calzada-Logroño, Juan José Omella se veía en la necesidad de avisar que Satanás fomentaba que "para ser cristianos hay que ponerlo todo en duda", empezando por "la autoridad de la Iglesia". Casi diez años después de esa premonición, Omella se ha convertido en presidente de la Conferencia Episcopal Española. O lo que es lo mismo, "en la autoridad de la Iglesia", aquella misma que se veía amenazada, según sus palabras, por el mismísimo demonio.

Nacido en el municipio turolense de Cretas en 1946, Omella no solamente ha tenido palabras para el demonio. Según figura en distintas cartas pastorales, artículos y declaraciones recopiladas por Público, el ahora jefe de los obispos no ha ocultado su simpatía por las campañas antiabortistas realizadas por el lobby ultraderechista Hazte Oír.

En un boletín trimestral publicado en septiembre de 2014, la asociación homófoba relataba que el libro "Aborto cero", impulsado por ese grupo para presionar al entonces Gobierno de Mariano Rajoy, había recibido "el apoyo expreso y las felicitaciones directas a HazteOir.org de varios obispos", entre los que citaba expresamente a Omella. Aquella campaña había recibido el apoyo del ex ministro de Interior del Gobierno de José María Aznar, Jaime Mayor Oreja, y de la ex responsable del PP en el País Vasco, María San Gil.

Ni aborto ni eutanasia

En marzo de 2015, el obispo dedicaba una de sus cartas pastorales a atacar, precisamente, a quienes defienden el derecho al aborto y a la eutanasia, dos aspectos en los que el ahora presidente de la Conferencia Episcopal mostró posiciones ultraconservadoras. "Desgraciadamente, vemos cómo se desprecia a algunos seres humanos, a hermanos nuestros frágiles y sin capacidad de defenderse y se les elimina sin más, por decisión propia o al amparo de algunas leyes que consideramos a todas luces injustas e inhumanas. Me refiero, como bien comprendéis, a la eutanasia y a los abortos", escribió entonces.

En esa línea, llamaba a "trabajar con audacia, constancia y tenacidad para que las leyes e instituciones civiles defiendan y promuevan el derecho a la vida desde su concepción hasta su muerte natural, reformando o derogando aquellas legislaciones injustas ya existentes y, por desgracia, en vigor". "No podemos resignarnos a que las cosas sigan como están y se eliminen vidas humanas como si fuesen estorbos y cosas sin valía, desechos quirúrgicos, los llaman", remarcaba.

Homosexualidad y "ley natural"

Omella también se ha manifestado radicalmente en contra del derecho a las personas del mismo sexo a contraer matrimonio, alegando que atentaba contra la "ley natural".  "Hoy existe un rechazo –especialmente en los medios de comunicación– a lo que es e implica la Ley Natural. Nos encontramos invadidos de un positivismo feroz que hace que la mera expresión 'ley natural' sea cuestionada, rechazada o, al menos, ninguneada, porque para muchos pensadores y comunicadores aparece envuelta en una perplejidad que va a más", escribía en marzo de 2015.

En una nota difundida en todas las iglesias de La Rioja, denunciaba que "no quieren admitir que el matrimonio es de uno con una para siempre, que de él viene la realidad que llamamos familia, y todo ello por ley natural, porque así lo pide la naturaleza de las cosas".

Sostenía además que "el deseo del hombre de unirse a la mujer y de la mujer al hombre, responde a la naturaleza del ser humano, que se plasma en la tradición, la cultura, los modos de vida, y un amplísimo campo de concreciones existenciales". Frente a ello, advertía que "una vez subvertido el orden de valores que marca la ley natural, el vínculo entre el amor, la sexualidad y la fertilidad –esencia del matrimonio– prácticamente desaparece, con lo que muchos aspectos de la ley moral que defiende y preconiza la Iglesia Católica ya no se entienden y, en consecuencia, ya no se siguen".

En ese contexto, Omella aseguraba que su reflexión en torno al matrimonio civil entre hombres y mujeres "tiene implicaciones muy importantes y graves sobre la práctica afianzada del divorcio, de la convivencia, de la contracepción, de los procedimientos artificiales de la procreación y de las uniones homosexuales".

Asimismo, el cardenal prologó e hizo propaganda a favor del libro "La homosexualidad en verdad. Romper, por el fin, el tabú", escrito por Philippe Ariño, quien plantea que las personas homosexuales no mantengan relaciones sexuales. Según publicó El Plural, Omella promovió una charla para la presentación de ese libro en 2017, lo que despertó el rechazo del Observatorio contra la Homofobia.

Religión en la escuela

La cerrada defensa de las clases de Religión ha sido otra de las banderas del nuevo presidente de la Conferencia Episcopal. "Es coherente que los padres católicos pidan para sus hijos e hijas la enseñanza de la religión y moral católica, ya que la escuela debe ser la continuación de la familia", escribió en marzo de 2017. En una carta pastoral publicada ese mes, sostenía que "los jóvenes sufren un analfabetismo de cultura religiosa y esto incide en su nivel de cultura general, más bien bajo".

En esa línea, Omella consideraba que "la clase de religión contribuye a que los alumnos puedan comprender muchísimos contenidos de nuestra historia y de nuestra cultura, que están tejidas de contenidos cristianos". "Difícilmente se puede comprender nuestra historia, nuestro arte y nuestra cultura sin tener un conocimiento notable de la religión católica", apuntaba.

A su juicio, "la clase de religión y de moral católicas son unos buenos medios para ofrecer conocimientos y valores espirituales que son indispensables para conseguir una auténtica y rica educación integral de la persona", ya que "contribuye a una formación humanista que la escuela debe ofrecer y promover". "Los padres que no desean ninguna formación religiosa para sus hijos o la escuela que no la facilita, se pueden preguntar si la atracción de los jóvenes hacia las sectas y los fundamentalismos es una consecuencia de no haber permitido vivir una experiencia religiosa seria", recriminaba.

Tres años antes, en abril de 2014, Omella ya había dejado escrito que "algunos se empeñan en poner trabas en lugar de facilitar la asistencia a la clase de religión". "Y esos mismos que ponen las dificultades es porque están en contra, no quieren que la asignatura de Religión se dé en los colegios públicos, pero apelan siempre a que vivimos en un país democrático, laico (¿) y que la religión es algo que concierne al foro interno de las personas", subrayaba.

"Yo apelo a vuestra valentía, queridos padres. No os dejéis intimidar. Vivimos en un país democrático, aconfesional, no laico ni laicista, en el que debemos respetar todas las opciones políticas y religiosas. Un país en el que los creyentes no pueden ni deben ser ciudadanos de segunda clase. Sí, los creyentes son ciudadanos como los demás, pagan los impuestos como los demás y hay unas leyes y una Constitución que ampara el poder expresar libremente la fe y tener derecho a la clase de religión en la escuela", afirmaba el religioso.

Populismos, la "revolución encubierta"

En diciembre de 2018, Omella sintió la necesidad de hablar sobre los populismos. "La democracia es el mejor de los sistemas posibles, siempre que nuestros representantes políticos busquen ante todo el bien común. El problema surge cuando, en lugar de ser un instrumento al servicio de la sociedad, se transforma en una plataforma para acceder al poder, enriquecerse y poder dominar", remarcaba.

En tal sentido, aseguraba que "los populismos buscan romper este statu quo y fomentan un clima de polarización y confrontación, que podría interpretarse como una especie de revolución encubierta". Por ello, sostenía que "el mejor antídoto es volver a la política de verdad, la que busca, por encima de todo, el bien de los ciudadanos. Hay que resolver los problemas evitando la vía del enfrentamiento y sin ceder a la tentación de soluciones mágicas a problemas complejos".

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