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Cuba y España: revolucionarios de ida y vuelta 

Centanares de cubanos acudieron a España para participar en la Guerra Civil española a favor de la II República y, años después, participaron en la Revolución comandada por Fidel Castro. De igual manera, republicanos españoles que se exiliaron en la Isla continuaron su lucha contra la opresión en la Isla. 

Fidel Castro acompañado de su hermano Raúl celebran la victoria de la Revolución en 1959. (Foto: EFE)

ALEJANDRO TORRÚS

MADRID.- "He tenido una idea maravillosa; me voy a España, a la revolución española. Allá en Cuba se dice, por el canto popular jubiloso: 'No te mueras sin ir antes a España'. Y yo me voy a España ahora, a la revolución española, en donde palpitan hoy las angustias del mundo entero de los oprimidos". El que suscribe estas letras en agosto de 1936 desde Nueva York es Pablo de la Torriente Brau, luchador incansable contra la dictadura de Machado en Cuba. Años más tarde, en una Cuba completamente diferente a la que Torriente conoció, el comandante en jefe de la Revolución cubana Fidel Castro reconocería la lucha de este hombre y de "otros mil cubanos" que se enrolaron en las Brigadas Internacionales para defender al legítimo gobierno de España de la agresión fascista. "Esta es una de las más nobles y heroicas contribuciones al movimiento revolucionario mundial de nuestro primer Partido Comunista", se enorgullecería.

Pocos países vivieron la Guerra Civil española con la intensidad que lo haría Cuba. Al período relativamente breve que había transcurrido desde el fin de la dominación española de la Isla, hay que añadir otros factores que explican este interés. No pocos combatientes de la Guerra Civil española habían nacido en la Isla. Entre los golpistas, se cuenta al general Emilio Mola, 'el director', que había nacido en Placetas; Alfredo Kindelán, jefe supremo de la Fuerza Aérea, oriundo de Santiago de Cuba; y Dámaso Berenguer, oficial de esa misma graduación, nacido en Remedios. Por parte de los republicanos, el doctor y presidente del Consejo de Minsitros José Giral y Pereira, que había nacido en Santiago; el general Julio Mangada, en Sancti Spíritus, y el comandante de aviación camagüeyano Alberto Bayo Giroud

Tanto fue el interés por la Guerra Civil española en Cuba que el dirigente republicano Marcelino Domingo, que en en 1937 realizaba un viaje por Latinoamérica para incrementar la solidaridad con la República, dio un mitin en La Habana ante 60.000 personas. Así lo recogía la revista Selecta: "Ningún orador ha tenido en Cuba, pendiente de su verbo, un auditorio igual. Cerca de 60.000 personas frente a él, y al extremo de las ondas sonoras un número incalculable de oyentes ansiosos de conocer [...] su visión del problema peninsular y la situación actual". 

Que la cosa se estaba yendo de madre en Cuba con la Guerra Civil española da una buena muestra las declaraciones del todavía coronel y jefe del Ejército, aunque ya auténtico gobernante del país, Fulgencio Batista. Los españoles que allí residían se agrupaban en organizaciones afines al Frente Popular o a los golpistas y tuvieron lugar algunos enfrentamientos. En este contexto, se produjeron estas declaraciones de Batista: "Aquel que se haya entregado a una militancia política, fascista o comunista, haciendo mal uso de nuestra tradicional hospitalidad (...) creemos firmemente que debe irse a España, al campo de batalla, a uno u otro bando, de acuerdo con su credo, que en ambos hace falta. El valiente debe demostrar su convicción y su coraje allá".

A la derecha, Pablo de la Torriente Brau en Buitrago, Madrid,

Dicho y hecho. Aunque el discurso de Batista iba dirigido a la colonia española, cerca de mil cubanos, según los datos aparecidos en las obras El exilio republicano español en Cuba y Cuba y la defensa de la República española de Cuba, se enrolaron en las Brigadas Internacionales. El más conocido de todos ellos fue el ya mencionado periodista y poeta Pablo de la Torriente Brau, quien, cosas de la vida, entablaría amistad con otro poeta, el oriolano Miguel Hernández. Se conocieron en la sede de la Alianza de Intelectuales Antifascistas en Madrid mientras el de Orihuela esperaba a María Teresa León y coincidieron en varias ocasiones en el frente de batalla. 

La amistad entre el poeta y el brigadista perduró hasta que Torriente Brau fue herido mortalmente en Majadahonda el 19 de diciembre de 1936. Cuatro días después rescataron y enterraron sus restos. Miguel Hernández le dedicó su Elegía segunda.

"Me quedaré en España compañero, 
me dijiste con gesto enamorado.
Y al fin con tu edificio tronante de guerrero
en la hierba de España te has quedado"

Torriente de la Brau, como se ya se ha dicho, no fue el único cubano en desplazarse a España para luchar en la Guerra Civil al lado de la II República. Buena prueba de ello, son los registros de fusilamientos a manos de franquistas. La obra La Guerra Civil española y Cuba, de Jorge Domingo Cuadriello, recoge como en Gijón, por ejemplo, fueron pasados por las armas 19 extranjeros tras la caída de Asturias en manos de los golpistas. De esos 19 foráneos, 9 eran cubanos. En el cementerio de Santander, otro ejemplo, fueron enterrado siete cubanos entre los 1.324 ejecutados entre octubre 1937 y 1952. 

Vidas valientes como la de Federico Chao Rodríguez, que partió en el mes de septiembre de 1937 rumbo a España a bordo del vapor Orduña, de bandera inglesa, y desembarcó en el puerto de La Pallice, en el sur de Francia. Tras pasar por los entrenamientos en Albacete, Chao fue enviado al frente de Teruel. "Durante más de cincuenta días, con sus noches, combatimos en las inmediaciones de Teruel, bajo una temperatura que fluctuaba entre los 10 y los 20 grados bajo cero", escribió este hombre, que acabó su participación en la Guerra Civil en el campo de concentración francés de Perigueux. 

El brigadista internacional Wifredo Lam

O como la de Isidro Díz Gener, boxeador cubano al que la Guerra Civil pillaría en Barcelona y que no dudaría en unirse a las Milicias Antifascistas de Barcelona y más tarde al Ejército Popular Republicano, adscrito a la columna 'Lluis Companys'. En el Ebro fue herido cortando su vida de púgil, pero no su vocación revolucionaria. Con el triunfo de la Revolución cubana de 1959 se integró en las Milicias Nacionales Revolucionarias y tomó parte de las operaciones de defensa en Playa Girón (intento de invadir la Isla de la CIA con cubanos exiliados) para, posteriormente, integrarse en la Policía Nacional Revolucionaria.  

Se pierde la batalla, pero la guerra continúa

La derrota de la II República en la Guerra Civil supuso el adiós a un sueño colectivo y el inicio del gran éxodo. España se había convertido en una gran cárcel franquista y había que salir del territorio para no acabar fusilado. Y Cuba fue uno de los países que recibió a los republicanos españoles, aunque a La Habana nunca llegó un barco cargado de refugiados al estilo del Winnipeg, la embarcación que fletó Pablo Neruda, en Chile. En territorio cubano se instalaron españoles relevantes como la pensadora María Zambrano y el cuentista Lino Novás Calvo, que residieron más de una década en la Isla, o el hematólogo y ensayista Gustavo Pittaluga, que se quedaría toda la vida. Antes, en plena Guerra Civil, ya había acogido al destacado poeta Juan Ramón Jiménez, que llegó a la Isla en noviembre de 1936. 

La lucha de muchos de aquellos cubanos que combatieron en España y de otros tantos españoles que se instalaron en Cuba no había terminado

Pero la lucha de muchos de aquellos cubanos que combatieron en España y de otros tantos españoles que se instalaron en Cuba no había terminado. Se había perdido la batalla española, pero la gran lucha contra la opresión, el imperialismo y por el socialismo continuaba. Este es el caso de personas como José Alemany Menéndez, español nacido en Cuba que defendió Asturias de la ofensiva franquista y que en 1959 tomó parte de la lucha clandestina contra la dictadura de Batista. O el de Manuel Alepuz Zanón, que nació en Buñol (Valencia) en 1903 y falleció en La Habana en 1972 tras haber ocupado durante la Guerra Civil la dirección de administración de la Subsecretaría de Armamentos ser coordinador en Florida del Movimiento Revolucionario 26 de julio.

Pero si se habla de republicanos que tuvieron un papel crucial en la Revolución cubana es imposible no hablar de Alberto Bayo Giroud, el general del Ejército republicano que entrenó a las tropas de Fidel Castro antes de su desembarco en Cuba, y la de los hermanos Eloy y Carlos Gutiérrez Menoyo, que fueron parte fundamental de la Revolución, aunque sus destinos fueron muy diferentes. Carlos fue nombrado jefe del Comando Militar encargado del asalto al Palacio Presidencial para ajusticiar a Batista, pero resultó muerto en el intento. Eloy, por su parte, participó de manera victoriosa en la Revolución siendo el junto al Che Guevara y William Alexander Morgan el tercer comandante de la Revolución no nacido en Cuba. Sin embargo, Eloy se marchó de la Isla a finales de enero de 1961 rumbo a Estados Unidos, aunque retornaría en 1964 de manera clandestina para organizar un movimiento armado contra Fidel Castro. Fracasó y fue condenado a 30 años de prisión. 

El teniente coronel Bayo y la guerra de guerrillas

Alberto Bayo y Fidel Castro. Imagen aparecida en la obra de Luis Díez 'Bayo. El general que adiestró a la guerrilla de Castro y el Che' (Editorial Debate)

Alberto Bayo y Fidel Castro. Imagen aparecida en la obra de Luis Díez "Bayo. El general que adiestró a la guerrilla de Castro y el Che" (Editorial Debate)

Pero si hubo un español que participó de manera crucial en la Revolución cubana, ese fue el teniente coronel del Ejército de la República Alberto Bayo Giroud. Curtido en la Guerra del Rif (1921-1926) contra Abdelkrim y en la Guerra Civil española, Bayo enseñó las artes de la “guerra asimétrica”, es decir, la guerra de guerrillas a los dos guerrilleros más emblemáticos del siglo XX: Ernesto 'Che' Guevara y Fidel Castro.

El teniente coronel Bayo fue el encargado de dirigir el Ejército republicano en la 'reconquista' de Illes Balears durante la Guerra Civil que, a pesar de su éxito inicial, terminó siendo una severa y dolorosa derrota para la República. El financiero mallorquín Joan March adquirió en Italia una flotilla de aviones que, a los pocos días, bombardearon el campamento republicano y la República no supo reaccionar. Un año después, en 1937, publicaría la obra La guerra será de los guerrilleros. 

"¿Para qué quiere usted una fábrica de muebles, si dentro de muy poco nos veremos en la isla dorada donde usted y yo nacimos, libres del monstruo que la oprime?"

Con la derrota republicana, el teniente coronel se exilió en México, donde en 1955 un jovencísimo Fidel Castro fue a tocar su puerta para pedirle ayuda. Su intención era "coordinar una operación armada" con el "objetivo de derrocar al tirano de Cuba, el sargento Fulgencio Batista". Castro aseguraba entonces que se iba a Estados Unidos en busca de financiación y hombres. A los pocos meses el joven barbudo volvió a tocar su puerta: "Es preciso que se desentienda de sus quehaceres, de todos absolutamente, y dedique a nuestro entrenamiento las 24 horas del día. ¿Para qué quiere usted una fábrica de muebles, si dentro de muy poco nos veremos en la isla dorada donde usted y yo nacimos, libres del monstruo que la oprime?", le inquirió Castro, tal y como recoge la publicación Le Monde Diplomatique

Bayo, que ya superaba los 60 años, accedió a las peticiones de los jóvenes y comenzó el entrenamiento militar en México del grupo guerrillero que será conocido con el nombre de “Los 82”. Bayo puso en práctica su manual del guerrillero, que sería publicado en Estados Unidos con el nombre 150 questions for a Guerrilla, en el que defiende que la unidad nunca debe superar los 20 nombres o que la guerrilla "nunca invita al enemigo a combatir". "Todo buen guerrillero debe atacar por sorpresa, en escaramuzas o emboscadas. Cuando los soldados carguen para repeler el ataque, los guerrilleros deben desaparecer", escribió. 

El 25 de noviembre de 1955, Bayo se despidió de "Los 82" y no volvería a saber de ellos hasta el 1 de enero de 1959

El 25 de noviembre de 1955, Bayo se despidió de "Los 82" y no volvería a saber de ellos hasta el 1 de enero de 1959, cuando aquel grupo de barbudos le informó de que habían ganado. La revolución había triunfado. “La mañana de hoy, cuando me dieron la noticia, me impresioné de tal manera que me vi precisado a descansar largo rato. El corazón me saltaba en el pecho. No podía evitarlo. Vea, mis alumnos aprendieron tan correctamente las lecciones que ahora Fidel puede enseñarme a mí. Quiero ver al Che Guevara, a Camilo, a Raulito, a fin de que me digan cómo se las arreglaron para aprender a pelear en las ciudades, porque –lo confieso– yo no les enseñé eso", escribe Bayo en Mi aporte a la revolución cubana, cuyo prólogo fue realizado por el 'Che' Guevara. 

"Con la deliciosa ingenuidad de la vieja crónica de Bernal (2), narra el general Bayo los antecedentes personales de quienes formamos el conjunto abigarrado y dispar de ‘Los 82’. Para mí, a quien él calificó como su mejor alumno, constituye un honor el poner estas líneas de prefacio a los recuerdos de un gladiador que no se resigna a ser viejo. Del general Bayo, quijote moderno que sólo teme de la muerte el que no le deje ver su patria liberada, puedo decir que es mi maestro”, escribió el Che Guevara sobre el teniente coronel. 

Fidel Castro, líder del alzamiento armado contra la dictadura de Fulgencio Batista que triunfó el 1 de enero de 1959. Fotos: Archivo y EFE

Fidel Castro, líder del alzamiento armado contra la dictadura de Fulgencio Batista que triunfó el 1 de enero de 1959. Fotos: Archivo y EFE

Tras el triunfo de la revolución, Bayo se trasladó rápidamente a Cuba y animado por triunfo constituyó la Unión de Combatientes Españoles (UCE), que contó con núcleos en Venezuela y otros países de Latinoamérica. En julio de 1959 esta formación lanza una declaración de principios que reza: "La UCE, Unión de Combatientes Españoles, es un Movimiento Antifranquista, creado por la necesidad de agrupar, alrededor de un programa de Unidad y de Acción Republicana, a los patriotas y a los políticos partidarios de todos los pueblos hispánicos, para cancelar la vergüenza del régimen de terror impuesto y sostenido por los reaccionarios nacionales e internacionales". Sin embargo esta organización apenas sobrevivió unos meses y se desintegró a finales de 1959. 

En los años posteriores a la Revolución, el movimiento antifranquista cubano se limitaría a la Sociedad de Amistad Cubano-Española, controlada por los exiliados españoles comunistas.

No fue la última experiencia de este tipo. Manuel Rojas, que en 1959 había fundado en La Habana el Frente Unido Democrático Español, funda en 1960 el Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación (DRIL). Este grupo se definía como una "organización concebida por jóvenes en presencia de los problemas ibéricos de 1960" en que "a la vista de las experiencias revolucionarias de China y Cuba" mantienen una "postura insurrecional" con "objetivos revolucionarios populares". La acción más espectacular de este grupo, tal y como contó Público, fue el secuestro en 1961 del transatlántico Santa María con el objetivo de conducirlo a Angola y proclamar la independencia de las colonias portuguesas de ultramar. 

También el ya mencionado Eloy Gutiérrez Menoyo formó en octubre de 1959 el Ejército de Liberación Español (ELE) que pretendía, con Menoyo como jefe supremo, marchar hacia la península ibérica y derrocar al dictador Francisco Franco. Ni que decir tiene que todas estas experiencias revolucionarias fracasaron incluso antes de convertirse en experiencia. En los años posteriores, el movimiento antifranquista cubano se limitaría a la Sociedad de Amistad Cubano-Española, controlada por los exiliados españoles comunistas. Prácticamente ninguno de ellos volvería a ver unas elecciones democráticas en España. Su lucha quedaría en los libros de historia, en la memoria colectiva y en el ideal de aquellos que hoy día se sienten herederos de la lucha contra la opresión y el imperialismo.  

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