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El libro que recupera las voces enterradas por las mentiras y bulos del 11M

Víctor Sampedro presenta su libro 'Voces del 11M: Víctimas de la mentira', que recoge los testimonios de aquellos que mantuvieron la misma versión de los atentados desde el primer momento, pagando un alto precio por ello.

6/3/24 - Imagen de la presentación del libro 'Voces del 11M: Víctimas de la mentira', en el Ateneo de Madrid, a 6 de marzo de 2024.
Imagen de la presentación del libro 'Voces del 11M: Víctimas de la mentira', en el Ateneo de Madrid, a 6 de marzo de 2024.  Público

El 11 de marzo de 2004, Madrid sufrió una oleada sincronizada de ataques que formaron parte de lo que se considera el atentado yihadista más grave de la historia de España, causando la muerte de 192 personas y dejando más de 2.000 heridos. Esa misma mañana, el Gobierno de José María Aznar atribuyó la autoría del ataque a ETA, lo que dio comienzo a la mayor campaña de desinformación que ha vivido este país y que aún a día de hoy, 20 años después, sigue amenazando la memoria de las víctimas.

Así lo mantiene Víctor Sampedro, quien ha recopilado en su libro Voces del 11M: víctimas de la mentira testimonios de víctimas, periodistas y policías que mantuvieron la misma versión de los atentados desde el principio, pagando un alto precio por ello. "Me he puesto al servicio de la gente cuyo testimonio compone una verdad que es coral y que conforma una memoria democrática, que fue gravemente herida en marzo de 2004", ha afirmado el catedrático de Comunicación Política y Opinión Pública en la presentación de su libro, este miércoles, en el Ateneo de Madrid.

"Este libro supone la ruptura del silencio y la recuperación de la memoria", ha destacado Virginia P. Alonso, directora de Público, quien ha participado en la presentación del libro junto con los también periodistas Gumersindo Lafuente y José Antonio Martínez Soler. Todos ellos vivieron uno de los peores momentos del oficio periodístico en este país.

Víctimas de la mentira

El 11 de marzo, un total de diez bombas explotaron en cuatro trenes del transporte público situados en las estaciones de Atocha, El Pozo y Santa Eugenia y en la calle de Téllez. Ocurrió entre las 07.36 y las 07.40 de la mañana, cuando miles de personas se dirigían a sus puestos de trabajo desde las poblaciones que rodean Madrid.

El ataque ocurrió en un momento clave: a 72 horas de las elecciones generales. El entonces presidente del Partido Popular, José María Aznar, tenía que asegurarse de que no se vinculara su decisión de intervenir en la guerra de Irak con una respuesta yihadista.

Martínez Soler, fundador y director general del medio 20 minutos cuando ocurrieron los ataques, recuerda que esa mañana "toda la gente que tenía información veraz y pruebas que se podían contrastar, sabían que no había sido ETA". Comisarios que se encontraban a primera hora de la mañana en la estación de El Pozo ya afirmaban que "por el modus operandi, por lo ocurrido y por la propia experiencia" parecía "cosa de los yihadistas". 

Por tanto, cuando el ministro de Interior, Acebes, compareció a las 13.30 horas y afirmó que la autoría del atentado correspondía a la organización terrorista vasca, "ya se sabía que no era ETA", reitera Martínez Soler. Aún apareciendo pruebas esa misma tarde que apuntarían a una célula yihadista –la furgoneta con siete detonadores cuya materia explosiva no era la habitualmente utilizada por ETA y una cinta comercial en árabe con versículos del Corán–, el Gobierno no cambió su versión.

Un tercio de las personas siguen pensando que fue ETA

 "Además de sufrir los efectos demoledores del atentado, tuvieron que aguantar la presión de lo que hemos acabado llamando los bulos del 11M, que acabaron destrozando la vida de mucha gente", relata Lafuente. Es el caso de Rodolfo Ruíz, comisario de Vallecas que llegó a ser juzgado por, supuestamente, manipular la mochila que no explotó y que fue clave para detener a los responsables del atentado. "A él le dio un infarto y su mujer se suicidó por la presión", añade el periodista.

Casos como este demuestran el poder y el daño que puede causar en una sociedad la desinformación. Tanto que, a día de hoy, casi 20 años después, todavía "un tercio de las personas a las que les preguntas sigue pensando que fue ETA o que, al menos, tuvo alguna implicación en el atentado", asegura Lafuente.

Es por esta razón que Virginia P. Alonso no quiere dejar de nombrar a aquellos de su misma profesión que contribuyeron a manchar la democracia. "Pedro J. Ramírez a día de hoy dirige el periódico de El Español, que recibe financiación pública. Casimiro García-Abadillo firmó muchas de estas informaciones y dirige El Independiente, que también recibe dinero público. José Antonio Sánchez, entonces director general de TVE, ahora es director general de Telemadrid. Jiménez Losantos salió de la COPE y ahora dirige Libertad Digital, fundado con dinero de la Caja B del PP. Y ahí siguen todos", sostiene la directora de Público.

Soler: "En el 11M se rompió la democracia"

En su intervención, Martínez Soler sostiene que ha vivido en el mundo del periodismo momentos tan graves como "la lucha contra el franquismo, la Transición o el 23F" y, sin embargo, afirma que fue "en el 11M cuando se rompió la democracia". Cree que la sociedad no se ha recuperado de estas mentiras, y que "solo viendo qué es lo que ocurrió realmente, podemos conseguir recuperarnos".

Por ello, el libro recupera voces que nunca han sido escuchadas de uno de los sucesos que más han marcado la historia de España. Pilar Manjón narra en él su experiencia: una mujer que perdió a un hijo en los atentados y presidió la Asociación 11-M Afectados del Terrorismo que tuvo que estar ocho años con escolta por las amenazas y ataques que recibía por estar afiliada a Comisiones Obreras.

Sampedro también recoge la historia de Aitziber Berrueta, cuyo padre fue asesinado en Pamplona por un policía tras negarse a colocar un cartel que decía "ETA, no" en su panadería pocas horas después de los atentados.

Y también habla de las víctimas invisibles del 11M: las personas migrantes víctimas del 11M que, por estar en situación de irregularidad cuando ocurrieron los ataques, no acudieron al hospital por no tener problemas, no fueron contabilizados como víctimas y no recibieron ningún tipo de ayuda. 

Sampedro quería incluir a todos aquellos "mutilados, discapacitados, traumados, y a quien todavía llora a unos muertos cuya identidad se niega, porque se niega la identidad de sus verdugos" para tener, por fin, la historia completa.

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