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Maribel y Josep Ferrándiz, torturados en Vía Laietana: "La represión franquista no consiguió doblegarnos"

25/01/2023 - Els germans Josep i Maribel Ferrándiz, en una plaça de Nou Barris.
Los hermanos Josep y Maribel Ferrándiz, en una plaza de Nou Barris. Marc Font

Entrevista a los dos hermanos y activistas antifranquistas, que en 1971 fueron detenidos durante 32 días en la Jefatura de la Via Laietana de Barcelona. Han presentado una querella por las torturas que sufrieron y que busca acabar con la impunidad de la dictadura.

En abril de 1971, cuando apenas tenían 17 años, los gemelos Maribel y Josep Ferrándiz (Barcelona, 1954) fueron detenidos por agentes de la temible Brigada Político-Social de la policía franquista. Les esperaban 32 días de detención y torturas en la Jefatura de la Via Laietana, zona cero de la represión de la dictadura en la capital catalana, y después un año de prisión. Las humillaciones y los golpes no los tumbaron y, de hecho, cinco décadas más tarde mantienen los ideales y su compromiso de lucha por una sociedad más justa.

Nos encontramos con ellos en la plaza de Virrei Amat, en el distrito de Nou Barris, muy cerca de donde nacieron, para hablar a fondo sobre lo que vivieron y la querella que hace unas semanas interpusieron por delitos de lesa humanidad por las torturas sufridas en la Via Laietana. Una denuncia presentada con la asistencia de Irídia y el apoyo de Òmnium Cultural, la Organización Mundial Contra la Tortura (OMCT) y las entidades que forman parte de la campaña Via Laietana 43, que justamente reclama la reconversión de la comisaría en un espacio de memoria democrática.

A mediados de noviembre presentaron una querella por delitos de lesa humanidad por las torturas que sufrieron en 1971 durante los 32 días de detención a la jefatura de la Via Laietana. ¿Hay alguna novedad?

Maribel Ferrándiz: Todavía no se sabe nada.

¿Tienen esperanzas de que prospere y que, al menos se lleguen a investigar los hechos? Lo digo porque tenemos el precedente reciente de Carles Vallejo, en el que la juez no admitió una querella similar.

Josep Ferrándiz: Dependerá del juzgado donde vaya a parar. Pero lo más importante de esto son dos cosas. Primero, que se dé a conocer lo que sufrimos no solo nosotros sino muchísimas personas. Nosotros ahora mismo somos una herramienta para que se conozca. Y, segundo, es que tenemos que agotar todas las vías legales en el Estado español para poder pasar a Europa, al Tribunal de Estrasburgo, y llevar la demanda allí. E, incluso, de allí hasta las Naciones Unidas. Por lo tanto, que se admita o no la querella tendrá una relativa importancia. Si dicen que sí es importantísimo, obviamente, porque ya genera un precedente y lo más importante es que se tienen que dar a conocer los nombres y los apellidos de los torturadores y de los responsables políticos que había detrás. Y que hoy en día todavía están pensionados con medallas y, en algunos casos, homenajeados con calles y plazas, sabiendo que son gente que torturaron.

En concreto, la querella la dirigen contra cuatro integrantes de la Brigada Político-Social de la Policía Nacional en Barcelona: el comisario Vicente Juan Creix, el inspector Rafael Núñez Valverde, y los agentes Genuino Nicolás Navales y Atilano del Valle. Los cuatro ya están muertos, ¿entiendo que se busca una condena en el Estado, una reparación simbólica y acabar con la impunidad de los crímenes del franquismo?

M. F.: Es lo que queremos, no lo hacemos por otra cosa.

J. F.: Hay estos cuatro nombres porque son los que hemos podido recoger dentro de los informes, pero había más, pero no conocemos sus nombres.

M. F.: Tienes que pensar que nos llevaban a una habitación para torturarnos y podía haber cinco o seis agentes o, incluso, ocho o diez, y no siempre eran los mismos.

J. F.: Concretamente, a mí cuando me hacían la rueda eran siete u ocho los que me golpeaban. después venían los que hacían los interrogatorios, que normalmente hacían los roles de poli bueno y poli malo, y también había los aprendices, que eran los más jóvenes.

Os detuvieron en abril de 1971, apenas tenían 17 años, y ya hacía un tiempo que eran militantes antifranquistas. ¿Cómo y dónde se politizan?

"Teníamos un ambiente familiar crítico con la dictadura"

M. F.: Fue por el ambiente en el que vivíamos. Nosotros veíamos las prohibiciones que había y siempre explico que nuestro padre escuchaba la Pirenaica, era una persona crítica con el régimen. Nuestra madre también era crítica, y nos explicaban cosas de la guerra, el padre había estado en el frente del Ebro. Mis tíos también estuvieron en campos de concentración, y cuando hablaban entre ellos las conversaciones eran siempre en contra del régimen.

Nosotros escuchábamos y todo esto te iba quedando en la cabeza. Después también éramos scouts. Nuestro hermano mayor, que tiene nueve años más, lo era y nos pusimos nosotros y allí había un espíritu catalanista, contrario al del régimen. Además, con sus amigos empezó a militar en el Front Obrer de Catalunya, el FOC, que era una escisión del PSUC. En la escuela habíamos aprendido a escribir a máquina y uno de los amigos de mi hermano me llevaba para picar los textos que iban en las octavillas y ya me iba enterando de todo. A raíz de esto, cuando ya éramos algo mayores, con 15 o 16 años, ya empezamos a hacer cosas, a tirar octavillas. Nuestro hilo conector era esto, los amigos de mi hermano, porque él nunca nos dijo que nos metiéramos, pero teníamos estos contactos.

Cuando les detienen estaban en la Joven Guardia Roja, entonces organización juvenil del Partido Comunista de España (Internacional) y posteriormente del Partido del Trabajo. Era una época donde el gran partido antifranquista era el PSUC, ¿entiendo que forman parte de otra organización justamente por estos contactos familiares?

"Para nosotros, los del PSUC eran muy flojos, tenían que ser más radicales"

J. F.: Sí, sí. El PSUC eran revisionistas [ríe]. Tenemos compañeros que militaban en él y ahora son íntimos, pero habíamos discutido mucho, para nosotros eran muy flojos, tenían que ser más radicales. También es cierto que cuando eres joven y quieres hacer la revolución, te crees que la puedes hacer y que estás en posesión de la verdad. Y con el tiempo, a medida que te haces mayor y vas cogiendo experiencias, ves que no tienes la verdad, sino que hay muchas verdades y, por lo tanto, tienes que llegar a acuerdos, a consensos, a ceder en cosas. La sociedad es mucho más diversa que una idea fija.

¿Qué tareas hacíais con aquella edad?

M. F.: Hacíamos pintadas, colgábamos pancartas, repartíamos octavillas, participábamos en mítines, manifestaciones...

J. F.: Cuando había las luchas en las empresas, la solidaridad era muy grande. En este sentido, yo tuve un suplemento en la formación, porque fui a estudiar en la Escuela Técnica Profesional del Clot, que era un punto estratégico de las movilizaciones y de allí salieron muchos dirigentes, tanto del PSUC como de los trotskistas. Era una escuela de los jesuitas, pero de izquierdas, y mi jefe de estudios, por ejemplo, era Alfonso Carlos Comín, y uno de mis profesores era Ignasi Riera, del PSUC. Cuando había empresas en huelga, como la Seat, la Maquinista, la Harry Walker o la Pegaso, venían allí a explicarnos la lucha que hacían y a recoger dinero para las cajas de resistencia.

¿Estaban preparados para una caída y para una detención?

M. F.: Siempre explicamos que teníamos muchos protocolos de seguridad. Éramos muy vigilantes, siempre estábamos mirando por todas partes que no nos siguieran, teníamos un instinto. Y teníamos nombres de guerra, nuestra identidad quedaba escondida al máximo posible. Llevábamos una doble vida.

J. F.: Hay una anécdota que tenemos ella y yo dentro de la organización. Cuando yo era el responsable de Barcelona y provincia, Miguel Jiménez Hinojosa, que era el enlace que teníamos entre la Joven Guardia Roja y el partido, un día me dice, "mira, te tengo que presentar a una nueva compañera que se integrará en la organización". Y me cita a una hora determinada en [la plaza de] Virrei Amat. Y cuando salgo de casa para ir, ella también sale y me dice que va a una cita. Maribel no sabía en qué punto de la organización estaba yo, ni yo en cuál estaba ella. Total, que nos separamos y llego primero yo, hablo con Jiménez Hinojosa y después viene y me presenta a mi hermana, sin que se enterara que éramos hermanos.

Josep, creo que le detuvieron por primera vez con 16 años.

J. F.: Sí, en diciembre de 1970. Estaba en marcha el Consejo de Guerra de Burgos y como Joven Guardia Roja hicimos una acción que era repartir unas octavillas donde explicábamos lo que estaba pasando y porque queríamos hacer caer el régimen. Lo hicimos en un cine del barrio del Bon Pastor que se llamaba Ambos Mundos. Resulta que había unos policías y allá detuvieron a una compañera e hirieron a un compañero. A la compañera detenida la llevaron a Via Laietana y allá le dieron muy fuerte. Era de una de las células que yo llevaba de Sants y a través suyo la policía supo que yo trabajaba en una empresa de l'Hospitalet, donde hacía de aprendiz. Finalmente, me reconocieron y un día en la oficina de la empresa me esperaban dos secretas, me cogen y se me llevan a Via Laietana, donde estuve tres días y después siete más a la [prisión] Model. En aquel momento les pude enredar bastante, les dije que me habían dado unas hojas, yo las repartía, pero que no sabía de qué eran... Total, que al principal me dieron bastante, pero me enviaron a la Model y al Tribunal de Orden Público (TOP) y me acusaron de asociación ilícita y propaganda ilegal, lo normal.

Llegamos al 23 de abril de 1971, el día de la detención. Vinieron a su casa de madrugada. ¿Cómo lo recuerdan?

M. F.: Pues estábamos durmiendo, porque pasó entre la una y las dos de la madrugada. Llegó la policía, mi madre salió a abrir y le dijeron que venían a buscar a sus hijos. Ella me dijo que saliera, que estaba la policía, me vestí y antes de salir entró la policía en la habitación y empezaron a revolverlo todo para ver si encontraban algo. Me miraban por si hacía algún gesto que me delatara. No hice ninguno y no encontraron nada, pero sí que tenía cosas [ríe].

¿Entonces se os llevan a los dos y van directamente a Via Laietana y enseguida empiezan los interrogatorios y las torturas?

M. F.: A mí me metieron en una celda del calabozo que daba a una escalera delante mismo de la puerta de entrada y vi como empieza a entrar gente y ya fui consciente que había habido una caída. En total detuvieron a 22 personas, pero tres no llegarían a entrar en la Via Laietana.

En aquel momento estaba en vigor uno de los muchos estados de excepción aplicados durante el franquismo, de forma que las detenciones podían ir más allá de los tres días ordinarios y alargarse indefinidamente. ¿Eran conscientes de ello?

M. F.: Yo siempre explico que cuando nos llevaban con el coche hacia Via Laietana nos mirábamos con mi hermano y no decíamos nada. Y miraba la calle y pensaba "cuando tardaré en volverla a ver".

Es decir, que desde el primer minuto tenían la sensación de que se podía alargar mucho.

"Una de las consignas más claras que teníamos cuando te cogían era aguantar lo máximo posible antes que hablar"

J. F.: Sí, sobre todo yo, porque ya había pasado por allí. Ya vas preparado. Pero lo que me pasó es cuando llego el mismo policía que me detuvo la primera vez me dice: "La otra vez me engañaste, pero ahora no lo harás". Y ya me dio de hostias. Ya no podía decir que yo no sabía nada, que simplemente pasaba por allí. Normalmente lo que intentas es hacerte el despistado. Una de las consignas más claras que teníamos como partido cada vez que te cogen era aguantar lo máximo posible antes que hablar, más que no hacerlo. Las torturas pueden ser terribles y cada cual tiene un punto con el cual aguantas o no. Que uno hable no es ninguna traición, la gente que no ha sufrido torturas no puede decirlo, en ningún caso. Lo que teníamos que hacer cuando caemos es ganar tiempo para que la gente pueda huir y reorganizarse. Y esto lo conseguimos los 22 que caímos, no cayó nadie más. Prácticamente desmontaron la organización, pero los que quedaron libres pudieron reorganizarse.

¿Ya me imagino que allá perdías la noción del tiempo, pero como era su día a día?

J. F.: Básicamente gritos, interrogatorios, gritos, interrogatorios... Te despertaban, te bajaban por la noche, te volvían a subir...

M. F.: En mi caso entraba gente a la celda por otras historias, fueran políticas o no. Pasaron muchísimas mujeres. Y aquello fue como una universidad para mí. Era un mundo muy extraño y muy desconocido, en cierto modo pude conocer gente que no habría conocido nunca si no hubiera estado allá. También me sensibilizó mucho, porque te das cuenta de las injusticias, de como una persona se puede degradar. En cierto modo aprendes, aprendes mucho.

Obviamente sabían que el otro también estaba detenido en Via Laietana. ¿Pudieron mantener algún contacto dentro? ¿Los agentes jugaban con el hecho que tuvieran al hermano o la hermana también cerrados cuando les torturaban?

J. F.: Había un vidrio, como una ventanilla pequeña, a través de la cual me obligaban a ver mi hermana y me decían que si no hablaba, le darían más a ella. Y le daban; le daban y lo veía. Me culpabilizaban a mí de los golpes que le daban, pero yo conocía a mi hermana y sabía que no hablaría, no diría absolutamente nada, y que aguantaba. También teníamos la suerte que en Via Laietana entraba muchísima gente, entre la que había proveniente de la prostitución, como los chaperos. Para humillarlos les hacían limpiar las celdas, y gracias a ellos nos comunicábamos y, por ejemplo, me decían que "dice tú hermana que está bien, que sigas aguantando, que no te preocupas, que tú adelante". También le pasaba mensajes escritos con un clip en el papel de estaño del paquete de tabaco.

25/01/2024 - Josep i Maribel Ferrándiz, supervivents de tortures durant el franquisme, a Nou Barris.
Josep y Maribel Ferrándiz, supervivientes de torturas durante el franquismo, en Nou Barris. M. Font

Maribel, no sé si en su caso concreto sufriste una mayor vejación y ensañamiento de los agentes hacia usted por el hecho de ser mujer.

M. F.: Sí, sí. Ellos tenían una educación machista y nos decían groserías sexuales a todas las mujeres que pasábamos por allá. Recuerdo que me humillaban diciéndome cerdadas.

Después de 32 días en Via Laietana, finalmente os envían en la prisión, Maribel a la de Trinidad Maribel y Josep a la Model.

J. F.: Antes de ir a la Model, a mí me sacan del aislamiento y me ponen en una celda grande con otros compañeros. Y allá decidimos que queríamos salir de Via Laietana e ir a la prisión y tomamos la decisión de hacer una huelga de hambre, que hicimos durante tres o cuatro días. Finalmente, después ya nos dijeron que firmáramos las declaraciones y nos sacarían, pasando previamente por el juzgado, que estaba algo más arriba, hacia la calle Comerç. Allá dentro, junto al juez, había los agentes de la misma Brigada Político-Social, que te hacían verificar la declaración, de forma que no podías denunciar nada, ni si te habían pegado o no.

Algunas personas me han comentado que después de la experiencia en Via Laietana, el paso a la prisión fue como una liberación, con todas las comillas que quieran, porque al menos los maltratos y las torturas se acababan. No sé si también lo fue en su caso.

M. F.: En el mío es una liberación diferente. Porque en la prisión de mujeres estaban las monjas, que eran las Cruzadas de Cristo Rey, que habían surgido durante la Guerra Civil para apoyar a Franco. Y en la prisión adoctrinaban. Cuando entré en la Trinitat estuve tres días en una celda de aislamiento y allí me dieron un libro, que era El Camino hacia Dios. Claro, según qué libros allí no entraban. Y después estaba el tema de las faldas. Entré con pantalones texanos, me los hicieron sacar y me dieron una falda larga que no sé de dónde la sacaron. Además, cuando la familia nos llevaba ropa, pues los pantalones estaban prohibidos. Y las faldas nos cogían los bordes y los descosían para que fueran más largas. O sea, unas historias tremendas.

¿Pero allí sí que pudo estar en contacto con otras presas políticas, no?

M. F.: Sí, sí. Allí a las políticas nos tenías aisladas de las presas comunes o sociales. Nos tenían encerradas en una celda bajo llave y las comunes no podían hablar con nosotras, si lo hacían las castigaban. Además, eran clasistas porque a las políticas nos separaban y, por ejemplo, las obreras estaban en una celda y las estudiantes y las maestras en otra. Allí dentro podíamos hacer muy pocas cosas, nos llevaban un rato por la mañana a un patio pequeño y por la tarde nos llevaban a una celdita donde había una televisión y juegos de mesa. No podíamos ni ir a los talleres. A pesar de todo, buscábamos maneras de hablar con las comunes, por ejemplo, a través de una ventana del lavabo del patio donde íbamos que daba a una ventana de lavabo de los talleres. Por allá también les pasábamos comida, porque nosotros recibíamos mucha de fuera.

Josep, en su caso, en la Model no estaba con los presos políticos, sino con los comunes, al ser menor de edad. ¿Cómo lo recuerda?

J. F.: Sí, estuve en la sexta galería, que era la de los menores, hasta los 21 años. También pasaban políticos, que quizás se estaban 15 días o tres o cuatro meses. Estos básicamente eran universitarios, porque de aprendices no había muchos. De mi edad, pero, no había y yo era el menor. Allá dentro yo tenía un estatus por una sencilla razón, porque de los 300 o 400 que llegábamos a estar en la galería, la inmensa mayoría no sabía leer ni escribir. Eran de familias desestructuradas y cuando recibían cartas tanto de los juzgados como de sus familias, acudían a mí y me decían: "¿Qué pone aquí, político?". Si se tenía que escribir algo también lo hacía, ya fuera hacer una solicitud o escribir alguna carta a su familia.

Todo este trabajo me daba un estatus y nadie se metía conmigo. También había momentos muy duros y cosas que son muy bestias, como palizas, pero yo tuve mucha suerte y pude decidir con qué compañeros comunes estar. Además, también recibíamos cosas de fuera y, por ejemplo, cada vez que llegaba un paquete llegaban más cosas y yo hacía un reparto de tabaco.

Salieron de la prisión después de un año y recibirían el indulto real de noviembre de 1975, aprobado después de la muerte de Franco y la proclamación de Juan Carlos I. ¿Vivían aquel momento con esperanza?

M. F.: Fue un tiempo en el que pensamos que habría un cambio, y de hecho luchamos para que se diera en aquel momento. No nos legalizaron como partido e hicimos una coalición con Esquerra Republicana para las primeras elecciones generales [con el nombre Esquerra de Catalunya era una candidatura conjunta de ERC, el Partit del Treball y Estat Català y consiguió un diputado]. En aquellas elecciones curramos muchísimo, hicimos el trabajo nosotros, porque ERC era un partido casi sin militancia, pero el único diputado fue suyo, Heribert Barrera.

J. F.: De hecho, había un acuerdo y a los dos años tenía que entrar como diputado Manuel Gracia [del Partit del Treball], pero ERC no lo cumplió. En las siguientes elecciones [de 1979] ya se había concentrado mucho el voto. Todo ello creo que fue una jugada por parte de Santiago Carrillo, que llegó al acuerdo que a su izquierda no se reconociera nadie y el partido se deshizo (en 1980).

Han pasado más de 50 años de vuestra detención y de las torturas en Via Laietana. ¿Cómo les ha marcado la vida aquella experiencia?

M. F.: Nos la ha marcado por todo. Aquello es una universidad, nos sirvió aprender que era la vida. Conocer a tanta gente con tantos problemas y con tantas dificultades para poder vivir te da una visión diferente a lo que es la sociedad. Nos hace más humanos, muchos prejuicios se te van, porque ves la realidad y aprendes a valorar a las personas por lo que son, no por lo que tienen. También conocí a gente inhumana [por la tortura], pero me quedo con la otra. 

J. F.: Lo que dice ella es verdad. Yo conviví con gente que había matado y cosas de este tipo, hasta gente que estaba allí sin haber hecho nada, ves todas las injusticias. También he aprendido mucho de la gente que es diferente o que tienen ideologías distintas. En la Model, por ejemplo, había muchos homosexuales, que estaban reprimidos y encerrados simplemente por su condición y allí lo sufrían mucho. Y estar allí te hace pensar que la gente pueda ser lo que quiera ser, sin hacer daño a nadie y sin obligar a nadie y lo vas asimilando. También aprendes a ser crítico con la sociedad y ves muchas injusticias, como gente con una capacidad intelectual impresionante, pero que no dispone de los medios para poderlo demostrar porque su familia es pobre y no les han podido dar estudios, y esto es gente que se va perdiendo.

Lo que está claro es que la tortura y la represión franquista no consiguió doblegarlos, porque han seguido siendo personas de izquierdas y comprometidas con un mundo más justo toda la vida.

M. F.: Es que cuando estábamos allí dentro y nos estaban torturando, oía aquella gente hablar y como se comportaba y los veía pequeños a mi lado, me veía más grande que ellos.

J. F.: No lo consiguieron, ni lo conseguirán. Por eso digo que en la sociedad tienes que ser crítico. No puedes estar nunca conforme, tienes que ser crítico para mejorarla. Si no, todas las ventajas y libertades que tenemos ahora los podemos perder en cualquier momento, como ya se ve. No se hizo una transición como tocaba. Es cierto que es difícil de hacer un juicio de la Transición, porque el contexto ahora es distinto. Yo entiendo que seguramente no teníamos la fortaleza a la izquierda en aquel momento para hacer otro tipo de transición, porque la derecha estaba muy fuerte, sobre todo el ejército y los aparatos del estado, y se hizo lo que se pudo. Pero sí que es verdad que años después se hubiera podido hacer más y no se hizo. Y aquí es donde está mi crítica. No en el momento exacto de la Transición, sino en los años posteriores que estuvo el PSOE, con una mayoría razonablemente muy grande encima y con un apoyo de la izquierda en todo el territorio que podía haber hecho mucho más, podría haber sido más valiente. No digo depuración porque quizás esto suena muy fuerte, pero no se ha hecho una transición ni en lo que era el sistema policial, el sistema judicial, el sistema de prisiones. Nunca se ha juzgado a ningún director de prisión.

Están implicados en la campaña de Via Laietana 43 que reclama que la Policía Nacional deje el edificio de la actual jefatura y se reconvierta el espacio en un centro de memoria democrática. ¿Por qué creen que es importante y es necesario que esto suceda?

M. F.: Porque esto tiene que ser una lección para las nuevas generaciones. Hay que recordar lo que sucedió allí, porque cuando sean mayores y puedan escoger quién quieren que mande en el país tienen que saber qué pasó.

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