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De Villabona a Legutiano

Ayer y hoy de ETA, la organización terrorista creada por estudiantes nacionalistas que ha matado a más de 800 personas

'Lo peor para ETA

Ó. LÓPEZ-FONSECA/ G. MALAINA

El municipio guipuzcoano de Villabona y el pequeño pueblo alavés de Legutiano distan sólo cien kilómetros. Y, sin embargo, la organización terrorista ha tardado cuarenta años en cubrir esta corta distancia que une el escenario de su primer asesinato, el del guardia civil José Pardines, y el del último hasta el momento, el del también miembro del instituto armado Juan Manuel Piñuel, ocurrido el pasado 14 de mayo. Cuarenta años en los que, según los datos oficiales del Ministerio del Interior, la banda armada ha causado la muerte a 823 personas, además de 5.000 de heridos, pérdidas materiales millonarias y un dolor sin fin.

Sin embargo, de aquella ETA de finales de los años 50 creada por un grupo de estudiantes nacionalistas a la de hoy media un abismo. El periodista Florencio Domínguez, uno de los mayores especialistas en la banda y su historia, recordaba hace un par de años en uno de sus artículos una anécdota que refleja claramente esa distancia: a mediados de los sesenta dos activistas se dirigieron al responsable de material de la organización y le pidieron que les facilitara unos alicates para robar un coche. “Los alicates de la organización están en Pamplona”, les respondió éste con seriedad.

Hoy, sin embargo, los activistas de ETA cuentan no sólo con alicates y martillos sino con armas de todo tipo, capacidad para elaborar complejas bombas y sus propios laboratorios para fabricar nuevos explosivos, como el amonitol, su última invención destructiva. Todo ello aderezado con mucha informática, como lo demuestra el hecho de que los cuatro dirigentes detenidos recientemente en Burdeos tuvieran cada uno una pistola y, además, un portátil.

Atentados improvisados

No sólo en lo material se nota la diferencia entre aquella ETA que cometía sus primeros crímenes hace 40 años y la de hoy. También en el tipo de atentados y en la infraestructura para llevarlos a cabo. Nada tienen que ver el complejo funcionamiento del actual comando Vizcaya –formado por un pequeño número de liberados que se apoyan en un nutrido grupo de legales, con pisos y garajes donde ocultarse y preparar sus atentados, y cuyas acciones son marcadas por la dirección de la banda según la estrategia de cada momento– con aquellos comandos autogestionados de los 60. El ex etarra José María Zubiaga recordaba a Público uno de esos primeros atentados cargados de improvisación y que tenía como objetivo a un sereno de Ondarroa (Vizcaya). “Era darle una paliza, un escarmiento, no matarle. La cuestión es que estábamos allí de noche, esperándole. ‘Ya viene, ya viene, ya viene’, decíamos. Y al final, se metió al portal y nada. No sé a quién se le ocurrió que tirásemos su motocicleta a la ría. Esa fue la acción heroica que hicimos”, recuerda.

Eran tiempos en los que el aparato militar de ETA estaba formado, literalmente, por seis hombres, una pistola y cinco subfusiles. Hoy, sin embargo, la organización supera los mil activistas. El último estadillo de tropa del que la Policía tiene conocimiento –incautado en 2002 en el ordenador del entonces jefe militar de la banda, Ibon Fernández Iradi, Susper– hablaba exactamente de 1.031, incluidos sus presos en Francia y España.

Sin embargo, ese elevado número actual de militantes no se traduce ni mucho menos en fortaleza. De hecho, ETA cuenta en estos momentos con numerosos miembros encarcelados a un lado y a otro de la frontera: 741, según los datos que manejan las organizaciones de su propio entorno. Una cifra que sólo ha sido superada a los largo de su historia en 1969, cuando el año terminó con 862 etarras encarcelados.

Una debilidad que se ha traducido en menos atentados y menos víctimas que nunca. Lejos quedan los 90 muertos que causó en 1980, su año de mayor mortalidad. Entonces eran casi dos asesinatos por semana de media. En los últimos años, han sido dos por año. Una cifra que queda lejos, incluso, de las que se registraron tras el final de la tregua de 1998. Entonces, en los dos años siguientes se registraron 38 víctimas. En idéntico periodo desde el final del “alto el fuego permanente”, sólo han sido seis los muertos.

ETA ha combatido su debilidad eliminando desde hace tiempo aquellas asambleas que celebraba en sus comienzos y que, casi inevitablemente, se traducían en conflictos internos y las consiguientes escisiones. Hoy, la banda muestra una aversión a la política y se ha volcado casi exclusivamente en su vertiente militar. Nada que ver con esa primigenia organización de estudiantes que, como recordaba a Público uno de sus fundadores, Iulen de Madariaga, descartó el primer nombre que pensaban adoptar, Aberri Eta Askatasuna (Patría y Libertad), porque su acrónimo, ATA, podían ser motivo de mofa, ya que en el euskera de Guipúzcoa significaba “pato”.

entre heridos y muertos
El Ministerio del Interior tiene contabilizados un total de 5.879 víctimas de ETA, entre heridos y fallecidos. De ellos, 823 –algunas fuentes elevan esta cifra a 840– son mortales.

millones de euros
Las arcas del Estado se han visto obligadas a desembolsar 310 millones de euros en los últimos cuarenta años para resarcir, en la medida de los posible, el daño causado a estas víctimas. No obstante, desde la Dirección General de Atención a las Víctimas del Terrorismo reconocen que aún hay muchas que, pese a los años transcurridos, no las han solicitado por desconocimiento.

millones de euros
A la cifra anterior, hay que sumar otros 387 millones de euros pagados por el Consorcio de Seguros para cubrir, fundamentalmente, los daños materiales causados por las bombas terroristas.

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