Dominio público

La reivindicación de la irresponsabilidad

Miquel Ramos

Periodista

La reivindicación de la irresponsabilidad
El candidato del PP a la Presidencia del Gobierno de España, Alberto Núñez Feijóo (c), durante el seguimiento de la jornada electoral de los comicios generales en la sede del PP en la calle Génova, a 23 de julio de 2023, en Madrid (España). Alberto Ortega / Europa Press (Foto de ARCHIVO)

Hace tiempo que lo pragmático y lo razonable, algo de lo que antaño se atrevía a presumir, ha dejado de ser el mínimo consenso aceptado por la derecha, pasando por encima de la ciencia, la salud o la seguridad pública. Todo vale para salir en la foto, para ser noticia, y todo vale para atizar al Gobierno y a sus cómplices. Las intensas lluvias que han castigado la península estos días pasados han vuelto a poner el foco, una vez más, en ese afán de protagonismo que tiene la derecha a toda costa, y, peor, ese abrazo a la sinrazón y a la pataleta de quien se cree que el mundo está hecho a su medida. Han adoptado esa pose de supuesta rebeldía que le viene grande, y que provoca contorsiones tan ridículas como las que acabamos de ver, cargando contra la Agencia Española de Meteorología (AEMET) porque no llovió lo suficiente en su barrio.

Los efectos de la DANA han sido devastadores para algunas localidades, y se han cobrado ya varias vidas. Y creo que todo el mundo sabe que podrían haber sido mucho peores si no se llega a advertir y a pedir precaución a la población. Pero a Juanma Moreno, presidente de la Junta de Andalucía, le parecía poco, y exigía en un tuit más rigor a las previsiones, porque dice, esa alerta de peligro extremo lanzada por el Gobierno podría tener "consecuencias sociales y económicas". Manolo dejó de ir al bar y luego resulta no llovió en su pueblo. Otra jugarreta de Perrosanche contra la clase media y la castigada hostelería.

Ya lo vimos durante la pandemia del coronavirus y la insistente resistencia de la derecha a ponerse de acuerdo con el Gobierno para afrontar una de las mayores crisis de nuestra historia reciente. Esa irresponsabilidad y la posterior reivindicación de esta como una suerte de desobediencia fue una de las marcas de las ultraderechas globales aquellos fatídicos meses, con Trump, Bolsonaro y Ayuso a la cabeza. Lo que parecía tan solo alpiste en redes sociales para magufos, conspiranoicos, tragabulos e incendiarios se convirtió en bandera de la derecha, en el traje supuestamente antisistema e irreverente contra el liberticidio que significaba cerrar los bares o limitar la movilidad cuando los contagios y el virus mataba a miles de personas cada día.

Lo preocupante es que aquello tuvo escasas o nulas consecuencias para sus impulsores. Quizás el tiempo que vivimos, con la realidad paralela que transcurre en redes sociales y en los microcosmos que allí se crean, han permitido que este uso y abuso del bulo, la mentira y la irresponsabilidad haya dado el salto a la política, amparado, además, por una absoluta impunidad y una banalización del debate público hasta extremos tan patéticos como peligrosos. Prueba de ello es que se esté todavía hoy debatiendo sobre la alerta que recibimos en nuestros teléfonos sobre el temporal, un hecho que la derecha ha querido presentar como una intromisión del Estado y sus instituciones en nuestra vida privada.

La reivindicación de la irracionalidad y el negacionismo de todo lo que implique alguna decisión política, ya sea por la historia, el clima, el medio ambiente o la violencia machista, han venido para quedarse. Es el nuevo traje de esa derecha que ha encontrado en la desinformación y en las miserias que les brinda el mismo sistema que defienden, la mejor baza para recuperar el poder o mantenerse en él. Sólo hace falta echar la vista, una vez más, a los EEUU y a la deriva que ha tomado Donald Trump desde que perdió las elecciones, y a las puertas de su juicio, para vislumbrar hasta dónde son capaces de llegar algunos retorciendo la realidad para sus propios intereses.

Trump nos sirve, además, para volver a ese mito del derechista antisistema: anti demócrata, sí, pero nunca anticapitalista, porque ellos son un producto y beneficiarios de este mismo sistema. Son su propia caricatura. Su excreción. Pero siempre hay quien cree que ese traje le sienta bien. Quien lo lleva no se siente ridículo ante el espejo. Y quien lo aplaude y lo cree, lo hará igual si este se presenta en harapos, o, como dijo el expresidente norteamericano, baja a la calle y dispara contra los transeúntes. Hoy, su bandera es el pitido del teléfono por una alerta meteorológica. Vayámonos preparando para ver hasta donde son capaces de estirar la irracionalidad y la irresponsabilidad.

La derecha y el capitalismo siempre se han caracterizado por su irresponsabilidad, aunque el Estado esté gestionado circunstancialmente por socialdemócratas, ya que estos acatan estos mismos márgenes que permiten dejar caer a una parte de la ciudadanía porque el mercado es así. El capitalismo es un sistema irresponsable, que no procura por nadie, donde el objetivo de todo ciudadano es acumular riqueza. Sálvese quien pueda. Esa irresponsabilidad para con la ciudadanía es lo que vemos cada día con la constante pauperización de los servicios públicos, con el encarecimiento de la vida de la clase trabajadora y con la progresiva y proporcional acumulación de la riqueza de las clases pudientes. Con la dejadez de funciones del ministro que se llama socialista cuando afirma no tener capacidad para controlar la subida de los precios, o el inalcanzable precio de la vivienda, que ‘es un bien de mercado’, no un derecho, como dijo otro ministro socialista.

Esa irresponsabilidad que pretende eximir al Estado y a sus gestores de sus propias miserias no debería nunca ser una excusa para quien se dice de izquierdas, porque es la marca más evidente de un capitalista, empeñado en hacernos creer que todo pasa porque Dios mercado así lo ha querido. Ese es el principal bulo que permite que nada cambie. Y este, lamentablemente, lo ha comprado una gran parte de la ciudadanía que, sin embargo, entiende el peligro de creerse los bulos y comprar los marcos y los debates a la derecha.

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