Este artículo se publicó hace 15 años.
Cantona, el psiquiatra de la clase obrera
El cineasta británico Ken Loach cuenta los secretos de su nueva película, Buscando a Eric, una comedia proletaria en la que convierte al ex futbolista francés en el terapeuta macarra de un cartero de Manchester con problemas de aut
Contra todo pronóstico, el autor de la sentencia más enigmática de la historia del pensamiento universal no es el filósofo existencialista danés Soren Kierkegaard, sino uno de sus discípulos más controvertidos: el ex futbolista francés Eric Cantona. Escuchen: "Las gaviotas siguen al barco porque saben que acabarán cayendo sardinas al mar".
Lo dijo durante un multitudinario encuentro con periodistas tras haber sido suspendido por pegar una patada de kung-fu a un energúmeno de extrema derecha que le increpó desde la grada del campo del Cristal Palace. Cantona llegó a la sala de prensa, soltó la sardina, se levantó y se fue, provocando el estupor entre la plana mayor de la prensa deportiva y sensacionalista británica.
"Es un rebelde antiautoritario", dice el director sobre el deportista
Tras meses de acaloradas discusiones de barra de pub sobre el significado profundo del aforismo cantoniano, se llegó a la conclusión de que se trataba de una crítica al amarillismo de los medios, que habían vapuleado al deportista por su heterodoxo modo de practicar las artes marciales. Moraleja: Cantona es más que un futbolista (lo crean o no, el antiguo goleador del Manchester United lee a Kierkegaard en sus ratos libres).
Sólo era cuestión de tiempo pues que alguien llevara el mito a la pantalla, como ocurre en Buscando a Eric, que se estrena mañana. Lo que resulta más raro a primera vista es que fuera el combativo Ken Loach (Inglaterra, 1936), autor de obras de referencia sobre el malestar del proletariado británico como Kes (1969) o Riff-Raff (1990), el encargado de llevar el proyecto a buen puerto. Y mucho más extraño todavía que se le ocurriera convertir al delantero centro en una especie de psiquiatra del proletariado.
"Su juego estaba lleno de sorpresas e improvisaciones", explica el cineasta a Público. "Pero lo más significativo era su capacidad para proyectar su personalidad en el campo. Además utilizaba el humor y la ironía cuando hablaba con la prensa, algo que no casa con la imagen que tenemos de los futbolistas. Era un rebelde, una figura antiautoritaria", aclara.
"Sus apariciones en el filme están inducidas por las drogas"
Cantona le contó un día a Loach que tenía en mente una historia sobre su relación con un hincha. Y Loach, con la ayuda de su guionista habitual, Paul Laverty, decidió llevarla a su terreno por la vía de la comedia.
Lloviendo piedrasEl protagonista de Buscando a Eric es el clásico personaje loachiano, un cartero de Manchester (Eric) al que todo le sale mal: convive a duras penas con sus hijastros, dos adolescentes desmelenados, y tiene una depresión de caballo. Pero Loach no hace hincapié aquí en su precaria situación laboral. Eric no cree que la solución a todos sus problemas vitales pase por prender fuego a su empresa, sino por apuntarse a la consulta del doctor Cantona. O dicho con más precisión: cada vez que Eric se fuma un porro se le aparece el futbolista para hacerle terapia.
"En mi país los jóvenes parados se ven arrastrados a la delincuencia"
"Yo no tengo nada que ver con eso. Fue una idea de Paul", cuenta Loach entre carcajadas y señalando a su guionista. "Lo que no te puedo garantizar es que Paul no se estuviera fumando un porro cuando se le ocurrió" (risas). "Mejor no seguir con este tema", susurra Laverty. "Necesitábamos conectar de algún modo al fantasma de Cantona con la realidad. Pero no hay magia en esta película. Las apariciones de Cantona están inducidas por el consumo de drogas", afirma Loach poniendo cara de niño travieso.
El filme, en efecto, tiene un saludable aire descabellado. Cabría preguntarse, por ejemplo, en qué momento se le ocurrió a Loach, incombustible militante trotskista, ponerse a hacer un filme sobre las bondades de la autoayuda. "Es todo una broma aclara. El hombre que introduce a Eric en las terapias, su amigo Meatballs, es el sabelotodo que siempre hay en todo grupo de personas que trabajan juntas, como ya contó Shakespeare en El sueño de una noche de verano a través del personaje de Botton". Laverty zanja la cuestión con un comentario malicioso: "Subestimamos el valor de los libros de autoayuda. El mismo tipo que te ayuda a recuperar la autoestima, también te enseña a hacerte millonario en dos semanas".
Cantona trata de convertir al alicaído Eric en un guerrero, justo cuando sus hijastros le implican sin querer en un turbio asunto con un mafiosillo local. "Es muy desorganizado, pero su situación familiar no es fácil de lidiar. Digamos que en mi país no existen unas pautas claras sobre a qué tiene que dedicarse uno durante el paso de la infancia al mundo laboral adulto, así que muchos de estos jóvenes basculan entre el trabajo temporal y el pequeño crimen organizado. Las estadísticas dicen que uno de cada cinco están en paro. Esta podría ser una de las muchas explicaciones de su comportamiento errático", explica el cineasta, que en el filme deja que sea el espectador quién saque estas conclusiones.
Porque esta vez el directo ha jugado la baza de la comedia obrera extravagante: la resolución al conflicto, cuando empiezan a aparecer clones de Cantona y bates de beisbol por todas partes, es una de las escenas más apoteósicas del año. Vamos, que a Ken Loach no le ha salido precisamente mal la broma.
Fútbol y cultura en reino unido¿Qué pinta aquí un trotskista?
“Mi padre me llevaba de pequeño al campo del equipo de fútbol local. Recuerdo el olor a tabaco de pipa de los hombres a mi alrededor”. A Ken Loach le gusta el fútbol, un deporte vinculado siempre a las clases populares británicas, al menos hasta que se convirtió en un negocio global colosal. La ‘inteligentsia’ inglesa, por su parte, mantiene una relación más fructífera y menos traumática que la española con el balón.
¿Cuál es la mejor obra sobre el balón redondo?
En una escena de ‘Buscando a Eric’, vemos a uno de los carteros quejándose de que ya no puede ir al fútbol porque los precios de las entradas se han disparado. Un comentario que ya hizo el escritor Nick Hornby en 1992 en ‘Fiebre en las gradas’ (Anagrama), emotivo relato autobiográfico sobre la relación del autor con su equipo de toda la vida, el Arsenal.
¿Qué pasa con los ‘hooligans’?
El número de escritores que han tocado el tema es incontable. Entre otras obras podemos destacar ‘Las pesadillas del Marabú (Debate), de Irvine Welsh, o el clásico de no ficción ‘Entre los vándalos’, en el que Bill Buford, fundador de la revista Granta, cuenta sus experiencias en la primera línea del vandalismo futbolístico británico.
¿Cuáles son las novedades?
Mondadori editará en enero ‘Canciones de sangre’, de Jake Arnott, segunda parte de una trilogía que le ha convertido en uno de los autores de novela negra más emblemáticos de su país. La trama criminal del libro transcurre durante el Mundial de Fútbol de 1966, celebrado en Inglaterra.
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