Este artículo se publicó hace 16 años.
A la caza de la casa desocupada
Colectivos sociales insisten en la necesidad de habitar las fincas sin utilidad
Piso con cuatro dormitorios, cocina amueblada, dos baños, exterior. Madrid. Vacío desde 1979. El anuncio está publicado en la página web de Empty World, una peculiar agencia inmobiliaria que muy poco tiene que ver con las tradicionales. Su finalidad es la de sacar al mercado las viviendas vacías desocupadas. De esta manera, los interesados pueden localizar los inmuebles disponibles a "habitar".
El proyecto fue ideado por Todo por la Praxis, un colectivo que quiere abrir el debate para concienciar sobre la especulación inmobiliaria. Algo parecido piensa el colectivo de acción urbana Basurama. "Las viviendas sin utilidad se convierten en basura tan pronto como se fabrican", dicen.
Por eso, la solución pasa por cambiar las reglas del juego: despenalizar la ocupación, gravar las viviendas vacías, apoyar la rehabilitación para que las inmobiliarias tengan que llenar los pisos vacíos antes que construir nuevos edificios... Por su parte, el colectivo Emerge.es cree que "hay que buscar el aprovechamiento de lo ya construido".
Pero de la teoría a la práctica, la cosa cambia. Jorge, antiguo estudiante de Bellas Artes en Madrid, buscó un piso de alquiler a través de la Oficina de Vivienda de la Comunidad de Madrid. Sus ingresos eran mínimos y su intención era la de compartir piso con un amigo. A pesar de las ayudas que el gobierno regional ofrece a los propietarios de viviendas libres desocupadas para que las pongan en alquiler, Jorge recuerda que la oferta era bastante escasa.
El problema es complejo. "Hay propietarios que no se fían y prefieren tener la casa vacía para evitar problemas", explica un administrador de fincas. Una de la razones: la dificultad del desahucio. "Conozco a gente que ha tardado meses en desalojar a los inquilinos y cuando lo han conseguido, la casa estaba destrozada", afirma.
Javier alquiló un pequeño apartamento que tenía vacío en el centro de Madrid. Era de sus padres, que no estaban por la labor y tampoco necesitaban el dinero. Al final, se la acabaron regalando a Javier y su hermana. Tras adecentarla, la alquilaron por 550 euros pero con un pacto: "Recibo todo en negro y ni yo ni el inquilino declaramos la vivienda a Hacienda".
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