Este artículo se publicó hace 15 años.
La Dulwich muestra los cuadros venecianos de Walter Sickert
La galería Dulwich, un museo en las afueras de Londres con una pequeña aunque interesante colección de pintura española, presenta hasta el 31 de mayo una exposición dedicada a los cuadros que pintó en Venecia Walter Sickert.
Discípulo de Whistler, amigo de Degas y conocido de Manet, Sickert (1860-1942) es uno de los artistas más interesantes de finales del siglo XIX y comienzos del XX, que familiarizó a una generación posterior de pintores británicos con el impresionismo y el postimpresioismo del otro lado del canal de la Mancha.
A partir de 1895, Sickert hizo diversas visitas a la Serenísima, ciudad en la que descubrió una identidad propia como artista y que le inspiró algunos de sus lienzos de corte impresionista más logrados.
En el invierno de ese año, su esposa, Ellen aceptó reunirse con él en Venecia para intentar ambos resolver su matrimonio, que había entrado en crisis.
El intento de reconciliación fracasó y, con treinta y cinco años y sin poder prácticamente vivir de su arte, Sickert decidió quedarse por un tiempo en la ciudad de los canales.
Allí encontró su verdadera inspiración, allí fue capaz de reinventarse y experimentar con figuras en interiores, temática que luego desarrollaría en Londres, atraído por los ambientes sórdidos y las prostitutas del barrio de Camden Town de la capital británica, donde tenía su estudio.
La obra de Sickert ha llamado cada vez más la atención de los museos, y así hace meses, el Instituto Courtauld dedicó una exposición a la serie de Camden Town, en la que, partiendo de un suceso macabro ocurrido en 1907, mostraba a prostitutas desnudas tumbadas en la cama, algo que alimentó los rumores infundados de que el pintor podía ser nada menos que Jack el Destripador.
Esas imágenes, no exentas de voyeurismo y que figuran entre lo más interesante y auténtico de la obra de Sickert, enlazan directamente con algunos cuadros que pintó a partir del invierno de 1903 en Venecia y en las que aparecen ambiguas figuras femeninas en interiores.
Los primeros lienzos que Sickert pintó en Venecia son, sin embargo, de muy distinto carácter: se trata de vistas de la basílica de San Marcos y del puente Rialto de Venecia ejecutados un poco a la manera impresionista, aunque con una paleta pastosa y oscura.
Por otro lado, a diferencia de los enfoques panorámicos de Canaletto o Guardi, Sickert adopta la práctica aprendida en Degas de recortar las composiciones para hacerlas visualmente más atractivas.
La exposición de la Dulwich, museo que vale la pena visitar también por su colección permanente, está dividida en temas que demuestra el amplio registro y la evolución de sus pinturas venecianas.
Esos temas son: vistas (de interiores de iglesias y sus fachadas, de canales y monumentos), nocturnos (sobre todo de San Marcos y la Dogana), retratos aislados o en grupo, y desnudos femeninos.
Para estos últimos utilizó como modelos a dos prostitutas venecianas llamadas La Giuseppina y la Carolina, a las que conoció a través del propietario del restaurante donde solía hacer diariamente sus comidas.
Joaquín Rábago
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