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¿Por qué ganó Zapatero el debate?

JOSÉ LUIS DE ZÁRRAGA *

¿Por qué Zapatero ganó el debate de ayer? Porque acertó -y Rajoy se equivocó- en los tres aspectos más importantes para el resultado de los debates electorales: la iniciativa en el planteamiento de las cuestiones, las réplicas a las cuestiones planteadas por el adversario y el cierre.

En el formato rígido que se ha pactado, la iniciativa en el planteamiento de las cuestiones en cada uno de los dos debates corresponde siempre a uno solo de los candidatos, que inicia con su intervención todos los bloques. En el primer debate la iniciativa correspondió a Rajoy, que la aprovechó para lanzar una ofensiva crítica generalizada a la gestión de Zapatero y desplegar un análisis muy negativo sobre la situación actual y sus perspectivas. Con ello puso a Zapatero a la defensiva y le impidió desarrollar un discurso en positivo. Pero al mismo tiempo, con ello Rajoy se obligó a reiterar la imagen de oposición negativa que había transmitido durante tres años y medio y que en las últimas semanas había intentado cambiar el PP.

Discurso en positivo

En este segundo debate, la iniciativa correspondía a Zapatero. Y la aprovechó desarrollando un discurso en positivo, con su proyecto y un programa de medidas concretas para enfrentarse a los problemas. Una estrategia de discurso acertada, que respondía a la demanda de la gente que desea escuchar de los políticos más propuestas y menos descalificaciones. Constreñidas por el tiempo, no fueron intervenciones brillantes porque se redujeron a enumeraciones de medidas concretas, con escasa explicación y discurso político. Pero transmitieron la idea de que el candidato daba respuestas positivas a los problemas.

Podía esperarse de Rajoy que hubiera retomado en este segundo debate la estrategia alternativa de diciembre y enero, con un discurso en el que se presentase como otra opción de gobierno, con capacidad para gestionar los problemas y propuestas para resolverlos. Pero no fue así, y a las aperturas en positivo de su oponente respondió con el mismo discurso de siempre, convocando el espectro de los males que nos aquejan y los peligros que nos amenazan, y descalificando a Zapatero sin entrar a discutir sus propuestas. Con ello reforzó los rasgos más negativos de su imagen política.

Irak y ETA

En las réplicas y contrarréplicas, alguna parte de la audiencia ha debido aprovechar para ver qué programaban otras cadenas cuando los dos candidatos se dedicaron a perder el tiempo discutiendo sobre la literalidad o el fondo de la primera pregunta de Rajoy a Zapatero hace cuatro años, algo que no interesaba a nadie. Pero otras cuestiones que dieron materia a réplicas fueron mucho más interesantes. En la primera de ellas, Rajoy cometió el error de evocar la guerra de Irak con la cita de una resolución de Naciones Unidas que casi nadie en la audiencia sabría a qué se refería o de qué trataba; la réplica de Zapatero fue fulminante y colocó a Rajoy en una posición difícil de la que no supo salir bien, precisamente en los minutos en los que el debate alcanzaba su pico de audiencia. En la segunda, cuando Zapatero formuló solemnemente la promesa de apoyar sin condiciones la política antiterrorista del Gobierno que saliese de las elecciones, Rajoy no supo más que encerrarse en su posición de condena de las negociaciones, reforzando la imagen negativa de una oposición que no apoya al gobierno en cuestión tan grave como la lucha antiterrorista.

El cierre de los debates es tan importante como la iniciativa en las intervenciones, porque el que cierra dice la última palabra y puede dejar grabado en la memoria de los electores su mensaje final, sin posibilidad de réplica. En este debate el cierre correspondía a Rajoy. No supo aprovechar esa ventaja. Prometió unos pactos y acuerdos con todos, que tenían que sonar muy raro como colofón del resto de su discurso. En vez de dejar a su niña dormir en paz, dedicó sus últimas palabras a evocarla y explicar -para quienes no hubieran entendido la imagen- que esa niña estaba en su cabeza.

Más político que gestor

En su minuto final Zapatero, en cambio, hizo su mejor intervención. Apareció seguro y tranquilo, con un discurso más de político que de gestor, que transmitió un mensaje de proyecto y de ilusión.

En el análisis de las últimas encuestas preelectorales remitíamos a este debate como posible determinante de cambios en las tendencias de participación, que podrían originar corrimientos de voto. Ya lo hemos visto, y si anteayer no eran probables cambios en la orientación del voto, se han hecho menos probables tras el debate. No es seguro que el debate haya estimulado a la participación, pero tampoco es probable que la haya desalentado. El resultado más probable, por tanto, es más o menos el mismo que anteayer: participación alta y victoria de Zapatero.

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