Este artículo se publicó hace 15 años.
"Humoristas gráficos en el exilio", un legado rescatado del olvido
El legado de decenas de humoristas gráficos españoles que se vieron obligados a exiliarse al finalizar la Guerra Civil permanecía en el olvido hasta que la Universidad de Alcalá de Henares se ha lanzado a rastrear su trayectoria para recuperar sus vidas y sus viñetas.
Historiadores y expertos pretenden llenar un vacío en la historia del humor gráfico en España para "poner las cosas en su sitio y recuperar la memoria histórica", explica a Efe Federico Moreno, autor del estudio "Humoristas gráficos en el exilio".
Aunque muchos publicaran "poco" o con escaso "matiz político", según Moreno, el humor gráfico "siempre es un reflejo de la sociedad, de la que estos autores fueron portavoces".
La investigación arranca con aquellos que viajaron hasta México, tanto los que siguieron con su actividad política como los que crearon escuela en su país de acogida.
Es el caso de Ernesto Guasp (Valencia, 1901-México, 1984), convertido en uno de los autores más influyentes en el humor gráfico mexicano, explica a Efe Juan García Cerrada, director del departamento de humor gráfico de la Universidad de Alcalá.
Guasp y otros como Luis Bagaría (Barcelona, 1882-La Habana, 1940) o Eduardo Robles Piquer "Ras" (Madrid, 1911-Venezuela, 1993) se desligaron poco a poco de la causa republicana para sobrevivir, porque "en los medios de la República no se les pagaba", apunta García Cerrada.
Para hacer frente a dificultades económicas, los dibujantes tuvieron que adaptarse a lo que el mercado demandaba y algunos tuvieron incluso que abandonar temporalmente su actividad artística, como Francisco Rivero Gil, que vivió "de los gorros que tejía su mujer" antes de poder hacerse un hueco en medios locales.
El propio Guasp, militante izquierdista y director del semanario republicano "L'Esquella de la Torratxa" durante la Guerra Civil, tuvo que dejar a un lado su compromiso político para ganarse la vida con "chistes" antisoviéticos en tiempos de la Guerra Fría "pagados a cincuenta dólares en Estados Unidos", recuerda Moreno.
Pero antes de llegar a México, Guasp estuvo internado en el campo de concentración de Argelès-sur-Mer, como otros muchos dibujantes y artistas exiliados.
La obra de Josep Bartolí (Barcelona, 1910-Nueva York, 1995) es la más representativa del grupo de humoristas gráficos en el exilio europeo, que completa la trayectoria de los que se fueron a México y otros países como Chile, Argentina, Venezuela, Cuba o Estados Unidos.
Bartolí pasó por siete campos de internamiento antes de cruzar el océano, experiencia que retrató en una serie de dibujos que se editarían en México en 1944 en el libro "Campos de concentración".
Este autor traza dramáticamente la figura de los refugiados tras las alambradas, la de los militares mutilados y los enfermos extenuados y, en definitiva, las duras condiciones que vivieron los internos, muchos destinados a los "batallones de trabajo".
Ese "doloroso fresco" se suma a los dibujos de Marcel-li Porta para "La ciudad de madera", poemario de uno de sus compañeros de barraca, Agustí Cabruja, que ilustran el trato vejatorio que les dieron soldados franceses.
Más allá de las reivindicaciones políticas, el dibujo se convirtió "en una vía de escape" para los refugiados en Francia, apunta García Cerrada, y también para aquellos que viajaron en barco y llegaron al puerto de Veracruz en 1939.
García Cerrada y Moreno se han acercado a los diarios de viaje del "Sinaia" y el "Ipanema", buques insignia del exilio republicano, en los que la imagen cobró un papel importante y en los que se iniciaron en el humor gráfico pintores como José Bardasano.
A su llegada a América, la indignación que desprendían sus dibujos se fue diluyendo: "se desanimaron mucho cuando vieron que nadie les hacía mucho caso y casi tiran la toalla", revela Moreno.
"Dibujaron para publicaciones de exiliados para exiliados, se retroalimentaron entre ellos, pero la repercusión en el país donde estuvieron no fue mucha y en España menos todavía", asegura Moreno, para quien su investigación es un modo de decir a aquellos exiliados que "no han sido olvidados, que estuvieron ahí y que hicieron lo que pudieron".
La investigación se completará con un capítulo dedicado al "exilio interior", el "destierro" personal y silencioso que sufrieron quienes fueron reprimidos, tuvieron que cambiar de profesión o trabajar con seudónimo dentro de su propio país.
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