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Ilan Wolff, arte y magia en la cámara oscura

EFE

El fotógrafo israelí Ilan Wolff, uno de los pocos artistas del mundo que usa la antigua herramienta de la cámara oscura, pretende expresar con su obra una nueva "forma de vida", en la que el "arte es magia", el dinero "no importa" y una "caja de zapatos" es suficiente para obtener una buena instantánea.

Wolff, quien expone una selección de sus trabajos en San Sebastián, ha explicado, en una entrevista concedida a Efe, que su manera de trabajar se corresponde con una "filosofía de vida", alejada de la "revolución" permanente de la técnica, las prisas desaforadas y la ausencia de tiempo para "reflexionar".

"Una lata de refresco, la luz de la luna, la energía del sol y un trozo de papel" fotográfico son elementos más que suficientes para retratar el mundo, asegura este artista, considerado un fotógrafo nómada, que vive habitualmente en Francia, aunque espera fijar su residencia en Andalucía en el plazo de "uno o dos años".

La técnica de la cámara oscura que utiliza Wolff consiste en la construcción de un habitáculo cerrado herméticamente con un pequeño agujero, que permite filtrarse a la luz que se refleja desde el exterior y proyectarse en la pieza, lo que crea una imagen inversa.

Este método ancestral, usado ya por Aristóteles y Leonardo Da Vinci, ha encontrado además en Ilan Wolf a su máximo investigador lo que le ha llevado a transformar su propia furgoneta en una gigantesca cámara oscura.

Esto le permite ser un fotógrafo nómada y tener una cámara móvil en la que puede incluso "introducirse" para manipular las imágenes que toma en los más variados rincones de América o Europa.

Wolf considera que así puede conocer "diferentes culturas", observar la "prisa" de la gente en Nueva York, que no dispone "ni de unos minutos" para retratarse, la calma de los beduinos o la belleza de una ciudad como San Sebastián, en la que decidió sacar hace unos meses la instantánea sobre papel fotográfico más grande del mundo.

Esta fotografía de 30 metros de largo por 1,26 de ancho, que puede verse estos días en la exposición que se celebra en la Sala Kubo de la capital donostiarra, se denomina "Lunagrama" y requirió la participación de 25 personas desnudas que se tumbaron sobre un papel fotográfico mientras la luna proyectaba su luz y fijaba sus siluetas.

La experiencia le pareció tan gratificante que Wolff tiene entre sus planes de futuro obtener nuevos "Lunagramas", mientras hace lo que le resulta "más gratificante" que es enseñar sus técnicas en talleres a niños, discapacitados y mayores.

Ilan Wolff asegura que la "sorpresa" de estos aprendices es mayúscula cuando ven, en plena revolución de la fotografía digital, que "no es necesaria una buena cámara" para hacer una gran foto.

"La aventura y el experimento" que entraña todo el proceso de obtención de la instantánea es "más importante" que el resultado final, agrega este artista, cuyas imágenes redondas, curvilíneas y distorsionadas mediante el papel fotosensible le han dado fama mundial.

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