Este artículo se publicó hace 15 años.
Klinsmann no cuaja su revolución
Bayern de Munich. El rival del Barcelona
"Cuando todo permanece como era, entonces no hay posibilidades de progreso". Desde que en enero de 2008 Klinsmann supo que se sentaría en el banquillo del Bayern para reemplazar a Hitzfeld puso en marcha la revolución para la que fue contratado. El objetivo, el mismo para el que fue requerido por la selección alemana con vistas al Mundial 2006: modernizar el estilo de juego, las infraestructuras deportivas y la metodología de trabajo. "Mi gran objetivo es mejorar a cada jugador con mis métodos", dijo como carta de presentación de su proyecto.
El técnico quiso implantar jornadas de ocho horas que apenas se cumplenNingún nombre denota en el fútbol alemán aires de innovación como el de Klinsmann. De mentalidad progresista y con pensamientos absorbidos del hippismo y el budismo, una de sus primeras peticiones fue la creación de una sala lounge en las instalaciones deportivas del Bayern donde los jugadores puedan charlar, jugar al billar o hacer uso de sus ordenadores personales. El habitáculo responde a su parte más italiana del plan: los jugadores debían permanecer ocho horas en el centro de entrenamiento y se construyó para los ratos libres. También modernizó el gimnasio hasta convertirlo en un minicentro de alto rendimiento.
En esa jornada laboral en toda regla, Klinsmann reservó un espacio para clases de idiomas y de yoga, de técnicas de relajación... Nada extraño en un entrenador que maneja discursos inspirados en la psicología tales como sacar a los jugadores de su zona de confort, un concepto que habla del crecimiento del individuo a través del abandono de los hábitos que le han llevado hasta su yo actual y acomodado.
Pasos atrásClases de yoga y cursos de idiomas entran en sus métodos de trabajoLa imposición de las ocho horas fue de las primeras que empezaron a incumplirse: últimamente, si logra que se cumplan dos veces a la semana es un triunfo. También tuvo que dar un paso atrás en su idea de no concentrar al equipo cuando juega en casa porque los resultados no marchaban. La revolución en la pizarra y en la hierba también la ha visto frenada Klinsmann. Quiso dotar al equipo de flexibilidad táctica con varios sistemas a emplear dependiendo del rival y de las rotaciones en el once que dispusiera. Eligió para empezar el 3-5-2 y en poco tiempo tuvo que regresar al 4-4-2 que utilizaba su antecesor.
Sus jugadores le reconocen como un excelente motivador, pero no como un gran estratega. Su empeño en convertir las transiciones en un ataque veloz y masivo después de recuperar el balón fue desterrado por el vestuario. "No puede ser que cuando robemos nos desdoblemos y se pierda el orden defensivo. Después de recuperar, nos ordenamos atrás y después atacamos", dijo Lahm. Esta medida fue tomada en privado por los jugadores después de una derrota ante el Leverkusen. El club lo desmintió, pero la plantilla lo confirmó.
Las lesiones de Klose, que no llega a ninguno de los partidos de la eliminatoria y la de Toni [se le espera para el segundo] han obligado a Klinsmann a recuperar la confianza en el depresivo Podolski, que ya había anunciado que en junio regresaría al Colonia, y a jugar con un solo delantero con el media punta argentino Sosa por detrás.
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