Una afinada puntería para disparar las palabras contra los conceptos permite a Martin Amis (Oxford, 1949) hacer que temas aparentemente inconexos como la Viagra, los talibanes, la gran novela judía estadounidense o la monarquía británica, por mencionar cuatro, puedan integrarse sin estridencias, como si estuvieran relacionados entre sí, en un único discurso coherente sobre la realidad y sus contradicciones.
Salvaje a la par que meditado, el autor de Dinero y Campos de Londres hizo ayer inventario de reflexiones para reírse del multiculturalismo, subrayar las diferencias entre Cristo y Mahoma, expresar su fascinación por el acto sexual y hasta dar su particular opinión sobre acontecimientos de la historia española. 'No hay muchas oportunidades de agradecerle nada, pero tendríamos que estar agradecidos a ETA por asesinar al hombre que iba a reemplazar a Franco', afirmó. Y fue sólo una de sus perlas.
Con los zapatos recién lustrados por un limpiabotas a las puertas del Alhambra Palace de Granada, una de las sedes del Hay Festival, Amis atendió a la prensa durante una jugosa media hora, el tiempo de liarse y fumar tres cigarrillos y beberse un expreso con su aire de british cáustico.
'En español sólo sé decir: no sé español', afirmó, pese a estar casado con una mujer de Uruguay, país en el que vivió tres años. A la espera de que salga en España El segundo avión, que reúne sus polémicos textos analíticos posteriores a los atentados del 11-S, la semana pasada puso el punto y final a la novela The pregnant widow, que en España aparecerá previsiblemente como La viuda preñada (o embarazada).
Ubicada 'en los años 70 en un castillo de Italia', narra las experiencias de un grupo de jóvenes anglosajones 'en la época de la revolución sexual'. ¿Hay autobiografía en The pregnant widow? 'Empezó siendo muy autobiográfica', explica, 'pero no me salía'. A juicio del autor de El libro de Rachel, sólo hay un escritor 'que pueda escribir sobre las cosas reales con auténtica resonancia'. Y ese hombre es Saul Bellow (1915-2005), 'el mejor novelista estadounidense de todos los tiempos, mejor que Henry Miller, y el padre de la gran novela judía norteamericana'.
La admiración que Bellow suscita en Amis queda ya plasmada en El infierno imbécil, la recopilación de artículos periodísticos que el escritor británico, a medias norteamericano por adopción biográfica y literaria, dedicó a Estados Unidos Mientras en dichos artículos deja muy mal parados (o directamente ridiculiza sin demasiada piedad) a Truman Capote, Philip Roth o Norman Mailer, el autor traza un perfil enormemente favorecedor de Bellow.
Fue tan inflexible con los tres primeros y con otros muchos, explica, porque era joven y 'tenía el poder de hacer esos juicios sobre figuras tan importantes'. 'Y te vuelves loco, porque el poder corrompe. No es una metáfora, puedes sentir cómo te arruina', afirma, estirando la piel de su cara hacia abajo.
¿Por qué Bellow? Porque es capaz de apresar la realidad. 'Cuando pones la vida real en una novela, está muerta. Hay que darle una realidad de ficción', afirma. La frase emparenta con otra expresada en Experiencia, obra central de su producción autobiográfica: 'Todo escritor sabe que la verdad está en la ficción'. Pero es una verdad adaptada, una verdad en cursiva. 'Es como el zapato de una señora con un tacón largo y fijo', explica. 'Eso es la ficción, el zapato. El pie está metido en ese zapato. ¿Y qué puede parecerse menos a un pie que un zapato estilizado?', pregunta, levantando la risita cómplice de las periodistas.
La realidad, explica Amis, es el pie y nunca el zapato. Y el zapato más difícil es el hecho a medida del sexo, 'esa experiencia bastante extraña' que aborda en su última novela. 'No hay nada más en la actividad humana que sea tan indescriptible [para la literatura]. Quizás los sueños', afirma.
Su padre, el novelista sir Kingsley Amis, opinaba que el motivo de esta incapacidad es que la literatura intenta universalizar, mientras que el sexo supone la sublimación de las particularidades. Amis piensa que sólo se puede narrar 'el fiasco sexual, algo que todo el mundo entiende'. 'Por desgracia', añadió con sorna, 'en la nueva generación toman Viagra incluso los jóvenes, resulta que nunca tienen fiascos y piensan que tienen una gran polla. ¿Es la clase de hombre que queremos?'.
Si la relación entre realidad y literatura interesa a Amis, más aún lo hace la relación de esta con la experiencia hiperrealista por definición, el sexo. 'Cuatro o cinco novelas de Nabokov [otro de sus preferidos] son sobre sexo con niñas de 13 años. ¡Pero esto no es universal! Cuando entrevisté a Polansky en los 80, él huía de Estados Unidos por una relación con una niña de 13 años. Me dijo: El juez va a ser muy duro conmigo porque él, como todo el mundo, quiere tirarse niñas de 13 años. Y yo le dije: ¡No es cierto, yo no!'.
De la misma quinta que Ian McEwan y Julian Barnes (con el que ha mantenido enconadas disputas), hay quien dice que su incorrección política priva a Amis de la posibilidad siquiera de ser candidato al Nobel, un premio para el que sí pueden sonar otros miembros de su generación. Amis es experto en hundir el dedo en el centro de la llaga. En Koba el Temible desveló una de las mayores vergüenzas del pensamiento occidental del siglo XX, la tolerancia de los intelectuales con el comunismo soviético. Ahora ha trasladado su punto de mira al multiculturalismo, lo que le ha valido críticas por sumarse supuestamente a quienes difuminan los límites entre el todo (los musulmanes) y la parte (los terroristas).
Ayer fue tajante sobre la cuestión. El multiculturalismo, 'multirracismo' según él, 'es un fraude'. 'Todos los hombres son mis hermanos, pero todas las mujeres son mis hermanas también, así que un islamista acérrimo que practica la mutilación sexual y entrega a niñas de 9 años a hombres mayores no es mi hermano', afirmó Amis, padre de una niña de 9 años. Los talibanes, a su juicio, 'son un caso especial porque no saben qué es una mujer, se sienten aterrorizados por ellas, las ven criaturas de otro planeta'.
El discurso de Amis en este campo engancha con el de la ex diputada holandesa Ayaan Hirsi-Ali, denunciando que el Corán dice que 'las mujeres son inferiores' y oponiéndose radicalmente a quienes piensan que 'no hay que interferir' porque 'son temas de su cultura'.
A esta postura añade otro punto de vista aún más heterodoxo, que va a la misma raíz del Islam. El Profeta, uno de los personajes más importantes de la humanidad, fue a la vez Cristo y César. Fue un guerrero, un luchador, un rey. No era como Cristo. El enfoque es distinto. Quiere conquistar, crear un imperio. Es una religión completamente diferente'.
Fue a través de unas referencias al periodismo ('Es como escribir con la mano izquierda', según lo definió Amis) como la charla acabó abordando la monarquía británica, sobre (o contra) la que ha escrito reiteradamente, y posteriormente centrándose en la española vía Letizia Ortiz, ex periodista.
Martin Amis, tras mostrar algo más de simpatía por la Corona española que por la británica, se soltó la melena. 'Tendríamos que estar agradecidos a ETA por asesinar al hombre que iba a reemplazar a Franco [Carrero Blanco]', afirmó, para luego puntualizar. 'No hay muchas oportunidades de agradecer nada a ETA, pero entonces [tras el atentado] España se convirtió en una monarquía constitucional, y el rey se retiró un poco del poder', añadió.
Todo un carácter
Estandarte de una generación contestataria, políticamente incorrecto, cascarrabias impenitente y abiertamente hostil a todos los movimientos progresistas. Prácticamente, el mismo carácter de su padre, el también escritor Kingsley Amis (1922-1995).
Él conoce a todos
A partir de ‘Experiencia’ Amis se propuso contar su vida desde la perspectiva de un narrador que explica lo que le ocurre a cualquiera, las emociones que el lector puede haber sentido. Y le creemos porque se presenta como alguien que cuenta emociones experimentadas, situaciones vividas y dolores sufridos. Un narrador desde la carne.
Ficción incontrolable
Algunas de sus frases sobre la escritura son antológicas: “Todo escritor sabe que la verdad está en la ficción”. Pero también dirá, para agudizar la paradoja, que “no existe correlación válida alguna entre la vida y la obra de un escritor”.
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