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Nadie queda contento con el acuerdo de la deuda de EEUU

Los mercados acogen con fuertes descensos el pacto político en Washington. Obama admite que no es el acuerdo que hubiera preferido

ISABEL PIQUER

Washington se despertó ayer con la resaca de haber evitado una crisis, pero con la desagradable sensación de no haber resuelto ningún problema. El acuerdo al que llegaron el domingo demócratas y republicanos para ampliar el tope de la deuda y atajar el déficit a largo plazo ha resultado ser un compromiso necesario con un coste político y económico muy alto, especialmente para la Casa Blanca. Además, lejos de calmar a los mercados, la jornada se cerró con descensos en las bolsas, fuertes sobre todo en las europeas, preocupadas ahora por la debilidad de la economía estadounidense. La insatisfacción de los mercados con el acuerdo en Washington se juntó a un nuevo episodio en Europa de presión sobre la deuda de España e Italia, cuyos diferenciales respecto a Alemania tocan nuevos máximos históricos.

Nadie estaba contento con el plan sobre la deuda. '¿Es este el acuerdo que hubiera preferido? No reconocía Barack Obama el domingo por la noche al anunciar el pacto, pero es un compromiso que aborda seriamente la reducción del déficit y da a los dos partidos un incentivo para llegar a un acuerdo equilibrado antes de finales de año'. Lo mismo decía a sus colegas conservadores el presidente de la Cámara de Representantes y principal interlocutor de la Casa Blanca en estas negociaciones, el republicano de Ohio, John Boehner. 'Este no es el mejor acuerdo del mundo, pero muestra que hemos cambiado los términos del debate'.

El Tea Party y los demócratas más progresistas son los más descontentos

El acuerdo aumenta el tope de la deuda entre 2,1 y 2,4 billones de dólares hasta finales de 2012 y recorta la misma cantidad en gastos a lo largo de los próximos diez años para tratar de colmar el colosal déficit del Gobierno. Los mecanismos legislativos para llegar a este resultado son complicados. En un primer momento se aprobará una ampliación de 400.00 millones, otra de 500.000 antes de finales de año y una tercera de 1,5 billones en 2012. En las dos últimas tandas el Congreso sólo podría negarse oponiendo una mayoría de dos tercios, algo escasamente probable.

En los gastos, el mecanismo es aún más enrevesado. Ahora se aprueban 900.00 millones en recortes, gran parte de ellos (350.000 millones) en gastos de defensa. Antes de finales de noviembre, una comisión de 12 miembros, mitad republicanos mitad demócratas, aprobará otra tajada de 1,5 billones. Si no llegan a un acuerdo, los congresistas han ideado un mecanismo disuasorio: recortes por 1,2 billones, que afectaría por igual al Pentágono y a los programas sociales sin distinción, algo que no quiere ninguno de los partidos.

Para evitar la suspensión de pagos, el Congreso debía aprobar el plan antes de la medianoche de hoy. La Cámara de Representantes tenía previsto votar primero, aunque al cierre de esta edición todavía no lo había hecho. El Senado, donde se necesitaba una mayoría cualificada de 60 votos (de 100) y el proceso es más lento, va a pronunciarse hoy.

Krugman critica a Obama por 'haberse rendido' a los republicanos

Durante todo el día de ayer, las cúpulas de ambos partidos se dedicaron a sumar votos y calmar a los más recalcitrantes, el Tea Party y los demócratas más progresistas, descontentos por razones muy distintas.

El compromiso no incluye ninguna subida de impuestos y es precisamente el tema que seguía discutiéndose en los pasillos del Capitolio y se había convertido en un escollo de último minuto. Los demócratas, que han cedido en esta primera fase, intentaban resarcirse en la segunda al asegurar que el comité que determinará los nuevos recortes en noviembre también podrá subir los impuestos 'a los dueños de jet privados', dijo ayer el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney. Boehner por el contrario, y para calmar a los miembros del Tea Party que tantas dificultades le han planteado en estas últimas semanas, aseguró a los suyos que el compromiso, 'se centraba en los recortes' y que en ningún momento contemplaba aumentar la presión fiscal, especialmente las deducciones a los más adinerados aprobadas durante el mandato de George Bush.

El acuerdo ha sido muy mal recibido entre los progresistas. 'Es una completa capitulación a las exigencias, planteadas como un secuestro, de los extremistas republicanos', decía el editorial de The New York Times al acusar el plan de 'perjudicar a las clases medias y a los más pobres y mermar la recuperación económica'. En las páginas del diario neoyorquino, el columnista y premio Nobel de Economía Paul Krugman era igualmente crítico con Obama por 'haberse rendido' y calificaba la propuesta de 'desastre que perjudicará una economía ya deprimida'. Al otro lado del espectro político, algunos ultraconservadores aplaudieron el plan.

Putin acusa a EEUU de ser 'un parásito de la economía mundial'

Aunque se haya evitado lo peor, la credibilidad de EEUU ha quedado seriamente empañada. A lo largo del fin de semana, la jefa del FMI, Christine Lagarde, y el responsable del Banco Mundial, Robert Zoellick, advirtieron a Washington de que estaba 'jugando con fuego'. Desde Moscú el primer ministro ruso, Vladimir Putin, acusó ayer a EEUU de ser 'un parásito' de la economía mundial por condenarla a la permanente inestabilidad por culpa de su deuda.

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