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Planeta naranja

Unas 5.000 personas visitan cada año el Museu de la Taronja -Museo de la Naranja- de Burriana, en Castellón, un centro dedicado a la difusión de la historia y la cultura en torno a este

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El Museu de la Taronja se ubica en la Casa Conill, un imponente edificio modernista de 1902, que fue la vivienda de un comerciante de naranjas, y que ejemplifica hasta qué punto la eclosión de la producción y exportación citrícola de principios del siglo XX provocó incluso en esta zona la expansión de la arquitectura modernista.

El centro nació en 1995 gracias al empeño de Vicent Abad, quien ha pasado los últimos 40 años de su vida recopilando libros, fotografías, carteles publicitarios y material agrario que ha donado al museo.

A través de las ocho salas del museo, el visitante conoce la evolución histórica de la agricultura naranjera, su comercio, el transporte y la publicidad de la industria de los derivados de los cítricos en un recorrido que lleva desde finales del siglo XVIII hasta la actualidad.

La maquinaria y vestuario agrícola del siglo XIX, los paneles expositivos de las variedades de cítricos y las fotografías de almacenes de naranjas de principios del siglo XX muestran el pasado de la actividad naranjera en localidades como Burriana, Alzira o Carcaixent, cuyo crecimiento y riqueza han ido de la mano de la comercialización de la naranja.

'En la Burriana de los años 20 llegaron a haber 260 comerciantes de naranjas, cada uno con su almacén propio, que se nutrían de la mano de obra no cualificada de las mujeres. Ahora únicamente quedan dos o tres almacenes, aunque la producción es mayor que nunca', ha comentado Vicente Abad a EFE.

'La conexión con el puerto de Castellón era mala, y Burriana a principios de siglo no tenía puerto, así es que los cajones de naranjas se cargaban en pleno invierno desde la playa, y se llevaban remando hasta mar adentro, donde se trasladaban al barco grande que las distribuía hacia Europa', ha relatado Abad mientras señala las instantáneas que reflejan cómo se exportaba entonces.

La eclosión de los almacenes de naranja y la necesidad de distinguirse unos de otros para exportar la fruta propiciaron el desarrollo de las marcas, y el museo ha conseguido recoger más de 5.000 etiquetas de aquellos almacenes, algunas de ellas diseñadas por ilustradores valencianos tan reconocidos como Josep Renau o Arturo Ballester.

'La ilustración de las etiquetas de los almacenes es un campo que está por estudiar, igual que pasa con la arquitectura modernista de los almacenes o de las casas de los pueblos naranjeros', ha indicado Abad, a quien le gustaría convertir el museo en un centro de investigación sobre la cultura ligada a la citricultura valenciana.

De hecho, la biblioteca del Museu de la Taronja recoge miles de artículos de revistas y periódicos, fotografías y libros que no se encuentran en ningún otro centro, y que son fruto del trabajo de recopilación de Abad para terminar su tesis sobre la Historia de la Naranja, redactada tras años de trabajo como perito agrícola.

Abad se halla también empeñado en un proyecto que consiste en crear un huerto que recoja todas las variedades de la naranja que se han cultivado en tierras valencianas desde el siglo XVIII, muchas de ellas actualmente residuales o desaparecidas.





https://www.museonaranja.com/

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