La revancha del Athletic

Bilbao está anonadada. Mientras los más viejos del lugar reviven grandes momentos del glorioso, los más jóvenes observan incrédulos como su equipo se recupera de una eterna crisis y les brinda partidos como el de anoche.

Dos de dos en Liga, sin encajar un solo gol y victoria en su estreno europeo. "No se nos puede pedir más" decía Amorebieta antes del encuentro. Tiene razón. Con una plantilla joven, plagada de adolescentes, el Athletic está obrando el milagro. Fiel a su filosofía y carisma, espantó a un Austria de Viena inocente. Los austríacos eliminaron al Athletic en su última aparición europea hace 5 años. Entonces se desencadenó una crisis que todavía colea en el Bocho. Quizá por ello, los rojiblancos quisieron certificar su recuperación con una victoria.

Pronto se puso de cara el partido para los vascos, cuando, tras un piscinazo de Susaeta, el árbitro señaló penalti. El gol de Llorente dejaba tocado a los austríacos y el Athletic aprovechó para poner tierra, o goles, de por medio. Llorente de nuevo. El nueve enchufó una volea y fulminó a Safar por segunda vez. El Athletic, irreconocible, estaba en su salsa y San Mamés lo pasaba en grande.

Aún así, los rojiblancos no se durmieron. Y llegó el tercero. Tras una gran jugada colectiva, con una espectacular arrancada de Iraola y la colaboración de Etxeberria, Muniain, sentenciaba el encuentro. El pequeño león acariciaba la gloria con la ovación del respetable. Gloria, que, por otro lado, recuperó el Athletic y Bilbao en una noche mágica para el recuerdo de todos, viejos y jóvenes.