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@CdelCastilloM
MADRID.- En Internet, cualquier tiempo pasado fue más libre. Al contrario que en el resto de la sociedad, que ha ido ganando sus derechos civiles y libertades progresivamente, en la red la falta de un código normativo provocó una anarquía inicial en la que "todo el mundo podía hacer, básicamente, lo que le diera la gana". Unas libertades que las grandes compañías digitales se esfuerzan ahora en monetizar y los gobiernos, en vigilar. Por eso Audrey Tang (Taiwán, 1981) afirma que su ideología es "anarquista conservadora" y aspira a preservar el espacio de libertad que una vez fue Internet.
Desde este mes de septiembre Tang es ministra de lo Digital de Taiwán. Llega al puesto, sin atribuciones específicas y creado para ella por el Ejecutivo del primer ministro Lin Chuan, tras ser consejera de varias empresas de Silicon Valley como Apple y participar en el Movimiento Girasol, protagonizado por los indignados de aquel país en 2014.
Allí, en lugar de una plaza, los jóvenes ocuparon el Pleno del Parlamento en protesta por la democracia a puerta cerrada que el Gobierno había puesto en práctica en la negociación de un acuerdo de libre comercio con China, que afectaba a los derechos sociales de los ciudadanos. Fue entonces cuando la joven decidió abandonar las empresas privadas y trabajar para el sector público.
Tang ha pasado dos semanas en Madrid participando en las jornadas de Inteligencia Colectiva para la Democracia organizadas por el laboratorio cultural de Medialab-Prado. Quince días en los que activistas y profesionales de todo el mundo han compartido experiencias y prototipado herramientas digitales que faciliten la participación democrática de los ciudadanos. La primera de esas dos semanas, la ministra seguía en su país, pero pudo participar gracias a un robot que le permitía ver y comunicarse con los participantes de los talleres con autonomía, creado por miembros de Medialab.
Los taiwaneses han decidido colaborativamente cuál será su legislación para empresas como Uber o Airbnb con debates y propuestas
en las plataformas impulsadas por Tang
Audrey Tang es conocida mundialmente en este campo, y fue una de las tutoras del taller. Primero como asesora del Gobierno, y ahora como ministra, ha impulsado la plataforma de discusión de políticas con los ciudadanos, vTaiwan, y creado una comunidad centrada en el desarrollo de nuevas herramientas de participación y transparencia, g0v. Gracias a ellas, los taiwaneses han decidido colaborativamente cuál será la legislación del país sobre Uber o Airbnb. En su condición de anarquista no da ninguna orden, pero tampoco las acepta. "Por eso mi rol en el gobierno es muy especial", reconoce en una entrevista con este medio: "Lo que hago es tratar de mejorar la comunicación, hacer las cosas más fáciles de entender para unos y otros". Unos, el pueblo, y otros, el Gobierno, hablan en ocasiones lenguajes diferentes y los intentos de acercamiento pueden ser incluso contraproducentes.
Explica que para fomentar una mayor participación, no se puede tan solo crear nuevos canales para que la gente haga clic en las políticas que le gustan, o reaccione con un pulgar hacia abajo con las que no. "Desde el Gobierno también es igual de importante tener accountability [responsabilidad, rendición de cuentas], porque de lo contrario tendrás mucha gente participando y dando ideas y nadie asumirá la responsabilidad de tomar decisiones", explica la ministra.
"Y lo mismo ocurre con la transparencia y la inclusión. Nadie está en contra de eso, nadie dice «quiero ser el gobierno menos transparente». Pero resulta que mi gobierno lo hacía. Las primeras personas que pueden acceder a los datos son expertos, o aquellos que tienen mucho tiempo... Si el gobierno es transparente sólo para ellos, esto puede crear un efecto de exclusión sobre el resto de la sociedad a pesar de que diga que fomenta una participación más democrática".
"Traducir, facilitar y transcribir"
Ante esto, la ministra de lo Digital aplica un trabajo con tres bases: "Traducir, facilitar y transcribir", a través de la imposición de la transparencia radical. Vídeos y transcripciones de todas las reuniones en las que participa y las entrevistas que concede, como ésta, son publicadas en la página web del Gobierno o en la suya propia. Todo debe ser accesible, no solo en cuestión de contenido, sino también de significado. El Gobierno ofrece información y la traduce para que todo el mundo pueda entender lo que supone.
Quizá por esto Taiwán es el país más transparente del mundo, según Open Data Index, un análisis anual que clasifica a los países en base a una serie de indicadores de gobierno abierto. España ocupa el 16º lugar.
Tang explicó sus métodos en una charla durante las jornadas sobre participación democrática. Sin embargo, durante la entrevista reitera en varias ocasiones que no aspira a exportar su modelo a otros gobiernos. El contexto lo marca todo, confiesa, y el suyo y el de su país; donde el primer ministro, el viceprimer ministro, o el alcalde de la capital del país, Taipei, al igual que ella, son todos independientes y no están afiliados a ningún partido, son difíciles de replicar.
Cada situación es particular y durante la conversación Tang no pisa los lugares comunes ni siquiera a la hora de criticar el copyright, némesis de la cultura libre y todo hacktivista o activista protransparencia que se precie. "Personalmente, aprendí todo después de descubrir Internet y el proyecto Gutenberg [donde voluntarios de todo el mundo suben a la red libros y obras cuyo copyright ha expirado]. Así que, cuando estaba aprendiendo a principios de los noventa, los libros publicados eran de antes de la I Guerra Mundial. El pensamiento de entonces era muy optimista, muy humanista, en el apogeo de la civilización europea", expone.
"Todo lo que se había publicado durante y después de las dos guerras mundiales seguía bajo copyright, así que no lo podía leer. Mi educación básica cuando tenía doce años fue muy desequilibrada, todo lo que no tenía copyright describía un mundo más pacífico", continúa la ministra. Cabe destacar que Tang tiene un coeficiente intelectual de 180, lo que la sitúa como uno de los pocos genios reconocidos oficialmente. Es autodidacta y dejó el colegio con 12 años para estudiar por su cuenta.
"Esta es mi experiencia personal. No digo que el copyright sea algo bueno o malo. Pero creo que es una demostración muy interesante de que si algunas personas renuncian al copyright y abren sus obras al dominio público, ése es el conocimiento que la gente va a aprovechar. Aquellos que sólo tienen acceso básico a Internet o a una biblioteca pública tendrán una imagen del mundo basada en el conocimiento sin copyright, de dominio público. Si esto es positivo o negativo ya es, por supuesto, un juicio de valor".
Internet ya no es un espacio de libertad
Sin embargo, el espacio de libertad en el que Audrey se educó ya no existe como tal. Ese lugar al que el usuario anónimo daba forma y en el que "se juzga a la gente por sus valores", y "el género, la raza, o todo lo que no influyera en el intercambio ideas o innovaciones con la comunidad era irrelevante", ya es solo un pequeño reducto. Algo casi de otra generación, contesta Tang, transgénero —o "posgénero", como ella se define—, cuando es preguntada por el respeto a su condición sexual que se ha respirado tradicionalmente en la comunidad de la cultura libre.
"Ahora que todo el mundo puede retransmitir su vida en directo, ahora que la apariencia de la gente es lo que importa de nuevo, esa cultura ha cambiado", afirma la primera ministra transgénero de Taiwán, donde no se permite el matrimonio entre personas del mismo sexo. "En las primeras generaciones de hackers había una absoluta desconsideración hacia cualquier forma de discriminación".
Ahora Internet permite hacer mucho más que entonces, y la ciberseguridad es un tema de primer orden para los Estados. Preguntada sobre la disyuntiva entre vigilancia y derechos digitales, la ministra de lo Digital también evita emitir un dogma. "La gente confiaba en Internet para proteger la libertad de expresión, la libertad de reunión, para encontrar personas con ideas afines... Pero eso fue el siglo pasado. En este siglo ya no es así. Hay muchas personas que temen que ser vigiladas, que en muchas partes del mundo preferirían no utilizar Internet si quieren reunirse o si quieren discutir temas políticos".
"Eso significa que Internet se vuelve menos neutral, un lugar menos seguro", explica. "Creo que es muy importante que nos preguntemos cuáles son nuestros valores cívicos, independientemente de Internet. Que reflexionemos sobre qué valoramos como sociedad, para luego pedir a la tecnología que construya el sistema de herramientas que refleje los valores que la sociedad desea. Porque si la sociedad no hace este tipo de reflexión, la tecnología tampoco lo hará; se creará un sistema de tecnologías que liberen u opriman a las personas pero sin pensar en sus consecuencias, así que creo que lo más importante es que la sociedad tenga conciencia de ello, piense en las consecuencias y acuerde la norma que queremos para el mundo digital".
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