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Sorpresa y emoción en el reparto gratis de libros en ciudades españolas

EFE

Ilusionados en unos casos, escépticos en otros, pero siempre sorprendidos, se mostraron hoy los españoles al ver repartidos por el centro de Madrid, en estatuas, setos y bancos, decenas de libros de escritores como Jorge Volpi, Mario Mendoza o Juan Bonilla, ante los que dudaban si llevárselos o no.

La escena se ha repetido en lugares céntricos de catorce ciudades españolas, en los que la editorial Seix Barral y esos lectores empedernidos que integran el movimiento de intercambio de libros "Bookcrossing" han "liberado" más de mil ejemplares de autores galardonados en diferentes ediciones con el premio Biblioteca Breve.

La iniciativa tendrá lugar también hoy en la capital mexicana y, en los próximos días, en las ciudades argentinas de Buenos Aires, Rosario y Córdoba.

Este premio, que a lo largo de su historia han merecido escritores tan prestigiosos como Vargas Llosa, Caballero Bonald, Cabrera Infante, Carlos Fuentes o Juan Marsé, cumple en 2008 cincuenta años, y nada mejor para celebrarlo que distribuir gratuitamente libros de autores galardonados.

Así lo han hecho esta mañana representantes españoles de "Bookcrossing", ese club de libros que no conoce límites geográficos y que quiere convertir el mundo en una biblioteca global.

En diferentes países son más de 600.000 los miembros que practican el intercambio de libros, y en España superan los 32.000.

Barcelona, con casi 6.000 miembros, y Madrid, con 5.300, son las ciudades donde esta iniciativa tiene más seguidores.

De forma gratuita, los bookcrosser de todo el mundo registran sus libros en la página web "www.bookcrossing.com" y después los "liberan" en cualquier lugar para que otra persona "los cace" y pueda disfrutar con su lectura.

Cualquier sitio era bueno para dejar hoy un ejemplar de "En busca de Klingsor", de Jorge Volpi; de "Satanás", de Mario Mendoza, o de "El séptimo velo", de Juan Manuel de Prada: una ventana, el banco de un parque, jardineras, las estatuas de una plaza, el hueco que hay entre dos piedras de una catedral o el puesto de un mercado.

Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, Valladolid, Bilbao, Ávila, Zaragoza, Santander, La Coruña y Gerona son algunas de las ciudades españolas donde numerosas personas se han llevado libros, aunque, en algunos casos, como pudo comprobar Efe, no se atrevían a cogerlos por si acaso alguien les llamaba la atención.

Otras, en cambio, habían leído información en prensa sobre la iniciativa de Seix Barral y Bookcrossing y acudían ilusionadas a los lugares de intercambio para hacerse con un ejemplar y preguntar, si no lo conocían, en qué consiste este movimiento.

"Somos lectores empedernidos y voraces compradores de libros; nos gusta reunirnos una vez al mes para intercambiar opiniones y recomendarnos obras", explicó a Efe María Jesús Serrano, responsable de prensa de "Bookcrossing", mientras repartía cien ejemplares por los sitios más inverosímiles de la plaza de Oriente de Madrid, incluidos los pedestales de las estatuas que adornan ese lugar junto al palacio real.

Los miembros de "Bookcrossing" tienen todos un nick o alias y, así, Kikegallardo contaba que este club "es un plan alternativo de fomento de la lectura, alejado de las políticas oficiales".

En Barcelona la "liberación" de libros se hizo en la plaza de la Catedral y en diferentes rincones del barrio Gótico y, según contó a Efe Raquel Carlús, responsable del movimiento en la ciudad condal, tuvo "muy buena acogida".

"La gente estaba muy ilusionada, aunque algunos se mostraban reticentes. Se han acercado también varios extranjeros que habían oído hablar de este movimiento y les apetecía llevarse el libro hasta su país", afirmó Carlús.

El parque de María Luisa, en Sevilla, fue el escenario elegido para dejar los libros en la capital andaluza y conseguir que, como le decía Aurora Aldea a los periodistas, "pasen de mano en mano", aunque en muchos casos "se suelen perder".

Muy buena fue también la acogida que tuvo el reparto de libros en Ávila, Valladolid y Bilbao, donde, como en el resto de las ciudades, cada ejemplar llevaba un folleto explicativo y una etiqueta con un número de identificación que permitirá seguirle la pista.

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