Este artículo se publicó hace 15 años.
La última voluntad de Borges: Ser "invisible" en Ginebra
El escritor argentino Jorge Luis Borges envió el 6 de mayo de 1986, semanas antes de morir, una carta a la Agencia Efe en la que reconocía "la determinación de ser un hombre invisible" en Ginebra, una ciudad en la que se sentía "misteriosamente feliz".
En plena polémica alrededor de la idea de la legisladora peronista María Beatriz Lenz de repatriar los restos mortales de Borges a Argentina, este documento en poder de Efe cobra nueva importancia y arroja un poco más de luz sobre el apego del escritor a la ciudad suiza en los últimos días de su vida.
En Ginebra había estudiado en su juventud y regresado en numerosas ocasiones, y desde allí se reabre, 23 años después de su muerte, el debate sobre si la voluntad del hombre como individuo debe ser superada por el hombre como patrimonio cultural de un país.
"Soy un hombre libre. He resuelto quedarme en Ginebra, porque Ginebra corresponde a los años más felices de mi vida", explica la carta, enviada al entonces presidente de Efe, Ricardo Utrilla, y difundida el 21 de mayo de 1986.
Borges, que había definido la muerte como "la gran esperanza que me queda", en una entrevista con Efe tres años antes, falleció el 14 de junio de 1986 y fue enterrado en el cementerio ginebrino de Plainpalais, pero la diputada argentina propuso trasladar sus restos al camposanto porteño de La Recoleta.
"Mi Buenos Aires sigue siendo el de las guitarras, el de las milongas, el de los aljibes, el de los patios. Nada de eso existe ahora. Es una gran ciudad como tantas otras", le "responde" "avant la lettre" Borges en la carta.
"En Ginebra me siento extrañamente feliz. Eso nada tiene que ver con el culto de mis mayores y con el esencial amor a la patria. Me parece extraño que alguien no comprenda y respete esta decisión de un hombre que ha tomado, como cierto personaje de Wells, la determinación de ser un hombre invisible", concluía.
Estos testimonios actualizaban -y parecían contradecir- lo que defiende su biógrafo Alejandro Váccaro o lo que el propio Borges (nacido en Buenos Aires el 24 de agosto 1899) afirmaba en una entrevista realizada en 1969 para el documental francés "Le passé qui ne menace pas" respecto a su deseo de ser enterrado en Buenos Aires.
El autor de "Ficciones" rompió su silencio de meses con la mencionada carta, con la que quiso aplacar el "asedio de los periodistas" que, entonces, crearon la enésima polémica alrededor de su figura, basada en su residencia en Ginebra y su matrimonio con su secretaria y compañera María Kodama.
"Les envío estas líneas para que las publiquen donde quieran. Lo hago para terminar de una vez por todas" con "las llamadas y las preguntas de las que estoy cansado", escribía, a máquina y con firma a mano, en la carta a Efe.
Borges, que mantuvo siempre una postura crítica respecto a la política de su país, escapaba en Suiza de las acusaciones de traidor a la patria argentina, donde gobernaba Raúl Alfonsín, pero sufría aun así el acoso de la prensa, según Paloma Caballero, delegada de la Agencia Efe en Ginebra en aquella época.
Según la periodista, era "una pesadilla" la relación que mantenía Borges con los periodistas argentinos destacados en la ciudad, lo que explica que el autor de "El Aleph" se dirigiera a Efe, agencia con la que tenía "una relación excelente" y para la que había firmado, además, numerosas colaboraciones.
"Los informantes (de Argentina) -muchos de ellos considerados amarillistas- no cesaban de llegar a la ciudad suiza y hacían guardia en un hotel céntrico ginebrino -ya desaparecido- en el que se alojaba siempre Borges", explica Caballero.
Esa situación empeoró tras su muerte y se centró en Kodama, la misma que siempre defendió que los versos 'si pudiera vivir nuevamente mi vida, en la próxima trataría de cometer más errores' nunca fueron escritos por su esposo.
"Salía a la calle aterrorizada. La perseguían hasta el banco para ver cuánto dinero sacaba, ya que se escribía sobre las cuentas millonarias en Suiza del fallecido escritor", asegura la periodista.
Caballero explica, además, cómo la razón de trasladar entonces a su país a Borges no respondía tanto a la intención de "adorarle como gran escritor" como a la cuestión de la herencia.
Familiares, amigos y antiguos empleados domésticos aspiraban a un patrimonio del que Kodama era la heredera universal según las leyes suizas, mientras que la situación cambiaba en Argentina, donde no era reconocido este matrimonio, celebrado en Paraguay, en segundas nupcias y pocos meses antes de la muerte del literato.
Finalmente, y tras analizarlo durante días, Suiza decidió "acoger" el cuerpo de Borges en el más exquisito de los cementerios ginebrinos, donde, junto a personalidades como Juan Calvino o Jean Piaget, "estoy segura de que descansa felicísimo", concluye Caballero.
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