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El Valencia echa a perder en tres meses sus señas de identidad

EFE

El Valencia ha echado a perder en los últimos tres meses, los que han transcurrido desde la destitución de Quique Sánchez Flores como técnico, su identidad en el juego y sus buenos marcadores de la mano de su actual entrenador Ronald Koeman, a cuyas órdenes el equipo ni juega ni gana.

En la madrugada del pasado 29 de octubre, el presidente del Valencia, Juan Soler decidió destituir a Quique tras una contundente derrota en Sevilla por 3-0, en el que fue el primer encuentro perdido por el Valencia como visitante en la presente Liga.

Aquel equipo era cuarto, a cuatro puntos del líder, pero su técnico recibía críticas y abucheos en Mestalla porque no jugaba tal y como la afición deseaba y porque las expectativas de continuar en la Liga de Campeones se había vistos sensiblemente mermadas tras una inesperada derrota en Noruega ante el Rosenborg.

Para resolver aquel problema y recuperar el terreno perdido, el presidente decidió destituir a Quique y fichar a Ronald Koeman.

El holandés vio como espectador los partidos Valencia-Real Madrid (1-5) y Mallorca-Valencia (0-2) y debutó con una derrota en Mestalla por 0-2 ante el Rosenborg.

Desde entonces, el balance favorable del Valencia de Koeman se completa con un partido de Liga ganado ante el Murcia por 3-0, y la superación de dos eliminatorias de Copa del Rey, ante el Real Unión de Irún, de Segunda B, y el Betis, en las que ganó los cuatro partidos disputados.

Junto a ello, quedan las expectativas de superar al Atlético de Madrid en la vuelta de los cuartos de final de la Copa del Rey, tras la victoria obtenida por 1-0 en Mestalla el pasado miércoles.

El resto de la trayectoria del Valencia a las órdenes de Koeman ha estado marcado por una situación que se deteriora partido a partido. El equipo cada vez juega peor y se aleja de los objetivos marcados a principio de temporada.

Por lo que al juego se refiere, Koeman no ha sabido inculcar al equipo unos planteamientos que nada tienen que ver con el fútbol que el Valencia había practicado hasta su llegada.

El Valencia ha fraguado los éxitos de la última década a base de una gran solidez en defensa, mucha consistencia en el centro del campo, pocos alardes ofensivos, aunque siempre muy efectivos, la capacidad de obligar al rival a adaptarse a su fútbol y una creencia total en las propias posibilidades.

Era un equipo que habitualmente jugaba con una defensa en línea segura y ordenada, dos centrocampistas por delante, un hombre en cada banda y, en ataque, bien con dos delanteros o bien con un media punta y un atacante, en función de las características del rival.

Sin embargo, todas esas virtudes se han convertido en defectos porque ahora el equipo defiende poco, no es superior en el centro del campo y se ha quedado sin gol, al menos en la Liga, donde ha logrado dos tantos en los últimos nueve encuentros.

Además, es casi siempre el rival el que le obliga a jugar de una determinada forma, tal y como ocurrió en Villarreal y ante el Almería, y la confianza de los futbolista está bajo mínimos pues corren, se sacrifican y se esfuerzan pero nada les sale.

Todo ello marcado en el entorno de un teórico cuatro-tres-tres que a veces no se percibe y que todavía no se ha mostrado como la mejor forma posible de jugar para el tipo de futbolistas que tiene el Valencia.

El panorama se completa con una situación extradeportiva difícil, ya que la decisión de que Santiago Cañizares, David Albelda y Miguel Ángel Angulo, no vuelvan a jugar, todavía no ha cicatrizado, sino que se ha convertido en un escenario de conflicto cotidiano.

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