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Cuando la angustia se convierte en dolor

Un 25% de las personas que van al médico lo hacen por síntomas relacionados con crisis de ansiedad y estrés

 

DAVID BOLLERO

El pasado viernes, el juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón tuvo que ser ingresado en un hospital madrileño aquejado de un fuerte dolor en el pecho. Lejos de sufrir ningún problema cardiaco, los síntomas del juez respondían a una sensación muy frecuente en la actualidad: la ansiedad. El hecho de convertir dicha ansiedad en un problema físico es un comportamiento que presenta entre el 20% y el 30% de las personas que acuden al médico en España.

Cerca de una cuarta parte de las dolencias con que los enfermos llegan al médico encuentran su origen en cuadros de estrés o ansiedad. Dermatitis, fatiga crónica, problemas digestivos o trastornos ginecológicos pueden no tener nada que ver, en realidad, con dolencias físicas, sino que son manifestaciones de un problema psicológico. Se trata de la somatización, que acapara en la actualidad hasta el 30 % de las consultas de Atención Primaria, siendo los síntomas de mareo, dolor torácico o cansancio el 80% de las somatizaciones.

El presidente de la Sociedad Española de Medicina Psicosomática, José Luis Marín, califica la somatización como 'un mecanismo de defensa por el cual la angustia se transforma en síntoma corporal como forma de expresión'.

Por este mecanismo, el cuerpo canaliza el estrés hacia el exterior mediante síntomas físicos, siendo aún un misterio porque cada persona lo hace de un modo diferente.

En contra de la creencia popular, nada tiene que ver esta alteración con la hipocondria puesto que, como matiza Marín, 'mientras el hipocondriaco sufre mucho porque cree padecer una enfermad que en realidad no tiene, en el enfermo psicosomático esta alteración sí es real'. La diferencia entre un trastorno y otro es tal, que el experto señala que 'muchos hipocondriacos ni siquiera somatizan'.

En realidad, el ser humano experimenta síntomas somáticos con más frecuencia de lo que parece, puesto que el 75% de los adultos sanos presentan algún tipo de malestar físico en el plazo de una semana sin que existan causas orgánicas concretas. No obstante y como mecanismo de defensa que es, no suele revestir mayor gravedad. El problema surge cuando los enfermos lo padecen de manera crónica. Es entonces cuando se deja de hablar de síntomas somáticos para considerar que se puede tratar de un trastorno psicosomático, con la consiguiente pérdida de calidad de vida del paciente.

Uno de los problemas a los que se enfrentan los médicos es el difícil diagnóstico de estos trastornos. De ello se deriva un encarecimiento de los costes sanitarios, puesto que, a menudo, se llega a un diagnóstico por exclusión tras la realización de diversas pruebas médicas. Tanto es así, que estas alteraciones suponen el 10% del gasto sanitario en los países desarrollados.

Por este motivo, los médicos prestan especial atención a los pacientes que han sufrido con anterioridad algún tipo de trastorno psiquiátrico, demandan pruebas diagnósticas o cuentan con un número excesivo de visitas a urgencias.

Entre el 50% y 70% de los trastornos psiquiátricos, de hecho, se presentan de forma somática. Por ello, depresión y ansiedad son motivos suficientes para ponerse en guardia ante lo que podría ser un cuadro psicosomático.

Para diagnosticar un trastorno somático es importante que haya un solo médico de referencia.

El facultativo debe pactar con el paciente visitas breves y regulares.
El enfermo ha de tener un papel activo en su diagnóstico.

El médico tiene que centrarse en la funcionalidad del paciente, no en sus síntomas, y explorar el aspecto psicosocial.

Hay que prescribir al paciente tratamientos poco agresivos y recomendarle actividades lúdicas.

Un médico que trate a un paciente que pueda presentar somatización debe evitar sugerirle que “es de los nervios” o “no tiene nada”.

Debe huir de prescribir pruebas diagnósticas agresivas a no ser que exista una indicación clara, para evitar el gasto sanitario excesivo.
Es importante que restrinja la derivación automática al médico especialista.

El galeno no se debe centrar sólo en los síntomas que presente el paciente, sino echar un vistazo a su entorno psicosocial.  

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