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La cinta de andar llega a la oficina del siglo XXI

Un estudio indica que la merma de productividad al hacer ejercicio en el trabajo es muy pequeña y queda compensada con los beneficios para la salud de los empleados.

Puesto de trabajo con cinta para andar. /Treaddesk

MALEN RUÍZ DE ELVIRA

Los puestos de trabajo en oficinas que disponen de las cintas para andar o correr que se pueden ver en cualquier gimnasio u hogar se están generalizando en algunos países. Se trata de luchar contra los efectos perjudiciales para la salud de la vida sedentaria del oficinista, que en muchos casos se traduce en obesidad y en trastornos de espalda dolorosos e incapacitantes. Ya hay empresas que comercializan escritorios con cinta para andar, adaptados a toda la gama de puestos de trabajo, desde cubículos a grandes despachos, y que se pueden combinar en algunos modelos con el uso de sillas o de taburetes. El caso es hacer ejercicio, pero se plantea la pregunta de si esto va en contra de la productividad del trabajador, lo que está siendo objeto de estudios académicos. El último publicado concluye que la pérdida de productividad del oficinista es muy ligera, depende de la tarea que tenga entre manos y queda compensada por los beneficios para la salud que indican estudios anteriores.

Los trabajadores que andan mientras trabajan realizan las tareas cognitivas casi tan bien como los que están habitualmente sentados, señalan en la revista Plos One dos especialistas de la Universidad Brigham Young (EE UU), James LeCheminant y Michael Larson. En los experimentos, con 75 adultos sanos, se comparó la productividad en atención, aprendizaje, memoria y número de palabras tecleadas por minuto entre los sanos que andaban sobre cintas a 2,4 kilómetros por hora (una velocidad baja) y los que estaban sentados. Son todas ellas tareas que requieren habilidades motoras de precisión o una alta concentración.

En la velocidad de proceso en tareas cognitivas se observó un 9% de disminución en los primeros, que también teclearon 13 palabras menos por minuto. “Aunque son diferencias estadísticamente significativas no son grandes sino en realidad muy modestas”, ha señalado LeCheminant. “En lo que respecta a la salud, las cintas son estupendas y, si la disminución cognitiva es pequeña, valen la pena”, indica Larson.

Los resultados del experimento señalan que andar mientras se trabaja es especialmente apropiado para tareas que demandan menos esfuerzo, como mirar el correo electrónico o hablar por teléfono. Cualquiera que asista a un gimnasio en la actualidad es testigo de lo mucho que se habla por el móvil mientras se anda sobre una cinta. En el caso de las cintas en la oficina, lo ideal sería, por lo visto, dejar de andar cuando hay que hacer una tarea que requiere especial concentración, como leer o editar un texto difícil. Sin embargo, los investigadores encontraron que, al final del experimento, los empleados que anduvieron todo el tiempo aprendieron exactamente lo mismo que los que estaban sentados, aunque al principio les costara más procesar la información. Y se plantean la necesidad de realizar más experimentos, para ver si al aumentar la práctica de andar mientras se trabaja mejoran los resultados de este tipo de experimentos.

Andar mientras se trabaja es especialmente apropiado para tareas que demandan menos esfuerzo, como mirar el correo electrónico o hablar por teléfono

Por otra parte, para el creciente número de personas que trabajan desde casa o en su propio despacho, estos resultados indican que el escritorio con cinta de andar es una alternativa viable ya que la productividad no se mide de la misma manera. Y existe otro aspecto, medioambiental, en este tema, que es la posibilidad de que la energía gastada al andar o en la bicicleta estática (otra posible combinación en un escritorio) se pueda traducir en energía eléctrica que mueva la cinta. La tecnología ya existe, solo falta su aplicación masiva.

Un estudio anterior, realizado también en Estados Unidos, halló, sin embargo, que las ventajas de instalar estos escritorios pueden no ser suficientes porque los trabajadores obesos (sobre los que se centró este trabajo) terminan haciendo mucho menos ejercicio del que podrían y deberían si quisieran perder peso.

Se estima que un adulto necesita 150 minutos de ejercicio físico moderado o 75 minutos de ejercicio fuerte a la semana para mantener un buen estado de salud, especialmente en lo que se refiere a la enfermedad cardiovascular, la diabetes tipo 2 y la obesidad. Pero si la velocidad a la que se anda es baja, por la sensación de que no se puede caminar deprisa y realizar al mismo tiempo algunas tareas, al final lo que se hace ejercicio ligero, seguramente beneficioso en muchos aspectos pero que no sustituye la necesidad de hacerlo más intensamente y evitar la vida sedentaria fuera de las horas de oficina.

No es solo en la oficina donde se plantea la lucha contra las sillas. Las escuelas son otro de estos escenarios y, al ponerse a analizar las ventajas de que los niños prescindan de ellas, los expertos están viendo que se piensa mejor de pie. Un estudio sobre casi 300 niños a lo largo de todo un año escolar ha mostrado que la atención y la participación aumentan un 12% en los niños que están de pie frente a mesas elevadas (aunque también disponen de taburetes) respecto a los que se sientan todo el tiempo en pupitres convencionales. En este tema también la obesidad es la gran preocupación, pero no es la única. Todo indica que la actividad física, incluso ligera, tiene efectos beneficiosos y se queman más calorías de pie que sentados, indican los autores del estudio, de la Universidad Texas A&M. Sin embargo, como en el caso de las cintas de andar en las oficinas, queda por ver si estos resultados se mantienen en el tiempo o son fruto, al menos parcialmente, de la novedad de estar de pie en clase.

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