Este artículo se publicó hace 16 años.
Detectives tras la pista de los genes perdidos
Con ayuda de las nuevas técnicas genéticas, los científicos rastrean la descendencia de los fenicios y la herencia genealógica de Ötzi, la momia hallada en 1991 en los hielos alpinos
El término prehistoria se inventó para acotar el periodo del pasado del que no quedó registro escrito y del que sólo cabía especular con ayuda de las ciencias naturales, frente al tiempo histórico del que se conservan relatos de cronistas.
Hoy las ciencias experimentales han roto esta barrera, ya que los estudios genéticos, físicos, químicos y forenses pueden rastrear de forma precisa los hechos de los pueblos y de los personajes, basándose en unos registros que, al contrario que los cronistas humanos, jamás mienten.
Dos ejemplos brillantes de la aplicación de la genética a la historia aparecen publicados esta semana en la prensa científica.
En el primero de ellos, un equipo internacional de investigadores, con participación de las universidades de Valencia, Baleares, la Complutense de Madrid y la Pompeu Fabra de Barcelona, ha revelado que la huella de los fenicios aún está viva en la población mediterránea actual.
El segundo ha analizado el ADN de una momia hallada en los Alpes para descubrir que su linaje desapareció del continente en algún momento de la historia.
Comerciantes globales
Los fenicios, el primer pueblo que practicó una economía global, florecieron durante 3.000 años y fueron los dueños del comercio en el Mediterráneo. Sus dominios se extendieron desde las ciudades de Biblos, Tiro y Sidón, en el actual Líbano, hasta las costas de la Península Ibérica y del Norte de África.
Los griegos los llamaron phoinikes, la gente roja, por las ricas telas purpúreas que vendían, y el nombre de su ciudad de Biblos pervivió para designar a los libros en muchas lenguas.
Pero, ¿dónde están hoy los fenicios? Con las sucesivas conquistas de sus territorios por persas, griegos y romanos, la sociedad fenicia se desmanteló, sus ciudades quedaron sepultadas bajo las nuevas construcciones de los invasores y sus manuscritos, precursores de los modernos alfabetos, desaparecieron.
El proyecto Genographic, patrocinado por National Geographic, IBM y la Fundación Waitt Family, acometió en 2005 la tarea de trazar la historia de los pueblos humanos y de sus migraciones a través de su huella genética.
Los responsables de la iniciativa recogen muestras de todos los voluntarios interesados, más de 270.000 hasta ahora, para dibujar el árbol de la genealogía humana y el itinerario de su viaje por el mundo.
En 2004, el genetista estadounidense de Genographic, Spencer Wells, recogía muestras de sangre de cualquier voluntario que se declarase fenicio en un restaurante de Biblos. “Los fenicios se han convertido en fantasmas, una civilización desvanecida”, decía Wells a National Geographic.
Pero gracias a los científicos, los fenicios han salido a la luz. Según publica American Journal of Human Genetics, la huella genética de aquellos fantasmas está presente hoy en al menos el 6% de los hombres en regiones antiguamente ocupadas por los fenicios, incluyendo su cuna libanesa, Chipre, Turquía meridional, Creta, Malta, Sicilia, Cerdeña, Ibiza, el sur de España, la costa de Túnez y Marruecos.
Así lo resumen los investigadores: “Un niño en cada clase de colegio desde Chipre hasta Túnez puede ser un descendiente directo de los mercaderes fenicios”.
Los científicos eligieron para el estudio el cromosoma Y masculino. El director del proyecto, Chris Tyler-Smith, del Wellcome Trust Sanger Institute de Cambridge (Reino Unido), explica por qué: “Elegimos el cromosoma Y porque su especificidad masculina implica que debió ser transportado por los comerciantes fenicios, sobre todo hombres, y su alto nivel de diferenciación geográfica permite reconocer eventos de colonización”.
La novedosa metodología consiste en combinar las pruebas históricas y arqueológicas con las genéticas y el análisis informatizado. El estudio concluye sugiriendo la aplicación del método a otras interesantes investigaciones, como la expansión asiática de los genes griegos o mongoles, o las migraciones a lo largo de las rutas de la seda o las especias.
El hombre del hielo
En un segundo estudio, publicado en Current Biology, investigadores del Reino Unido e Italia han secuenciado el genoma mitocondrial completo de Ötzi, el hombre del hielo, una momia hallada en 1991 en un glaciar alpino por dos excursionistas.
Se trataba de un hombre de 1,65 metros de altura y 50 kilos de peso que murió hace 5.300 años, desangrado a causa de una herida de flecha en la espalda.
Tras la publicación de un primer fragmento de la secuencia que sugería la persistencia de sus genes en europeos actuales, en 2000 el cuerpo fue descongelado para extraer muestras de su intestino.
Debido a la degradación sufrida por el ADN, los científicos han tenido que recomponer un puzzle de 250 fragmentos, que han secuenciado varias veces. El resultado es el genoma mitocondrial completo más antiguo de un Homo sapiens obtenido hasta ahora.
Al contrario que el ADN del núcleo, que los hijos heredan de padre y madre, los genes de la mitocondria –la central energética de la célula– se transmiten por línea materna. Varían muy lentamente con el tiempo, lo que permite trazar su historia genealógica.
Aunque, como hombre, Ötzi no pudo legar sus genes mitocondriales, sí lo pudieron hacer sus hermanas o primas en línea materna.
Sin embargo, el estudio revela que Ötzi ocupa una rama propia y única. Según el director del estudio, Franco Rollo, de la Universidad de Camerino (Italia), “este grupo genético ya no está presente. No sabemos si se extinguió o se ha hecho extremadamente raro”. Nadie puede, dice Rollo, declararse “descendiente de Ötzi”.
Pero los investigadores no dan el caso por cerrado: tomarán más muestras de los valles donde Ötzi vivió, en busca de sus herederos.
Vida después de la muerte
La historia de Ötzi después de muerto ha sido quizá más agitada que en vida. El cuerpo fue hallado por una pareja de alpinistas en la frontera italo-austríaca y llevado a Innsbruck (Austria). Italia reclamó al demostrarse que el enclave era territorio suyo, logrando el traslado a Bolzano. Varias personas se disputaron el hallazgo y una recompensa. La mujer de la pareja descubridora –el hombre murió– ha obtenido 150.000 euros.
«Podremos buscar otras poblaciones»
Entrevista con Chris Tyler-Smith, jefe del Grupo de Evolución Humana en el Wellcome Trust Sanger Institute, en Cambridge (Reino Unido). Ha dirigido el estudio sobre la huella genética de los fenicios para el proyecto Genographic.
¿Por qué los fenicios?
Son interesantes por su importancia histórica y misteriosos por su desaparición.
¿Cómo pueden rastrear la huella genética de una población de la que no se conocen descendientes ni, por tanto, su firma genética? ¿Seleccionan fenotipos (rasgos físicos) en la toma de muestras?
No, las muestras son aleatorias. La gran novedad de la metodología es que partimos de la documentación histórica para establecer aquellos lugares en los que vivieron y donde podríamos encontrar a sus descendientes, y comparamos sus muestras con las de lugares próximos donde sabemos que no vivieron. El análisis de las 1.300 muestras nos permite eliminar el ruido y detectar la señal genética original de la población que buscamos. En este caso fue muy importante la comparación de Cartago con el interior de Túnez.
¿Lo hicieron así en el caso de España?
Sí, comparamos muestras de enclaves de la costa y Baleares con muestras del interior.
¿Se podrían buscar otras poblaciones?
Sin duda. Basta tener la suficiente documentación histórica precisa para seleccionar diez enclaves donde vivieron y otros diez cercanos donde sepamos que no llegaron.
¿Emplearían también el cromosoma Y?
Lo hicimos en este caso porque sabemos que viajaban los hombres. En otros casos hemos empleado ADN mitocondrial y podríamos buscar marcadores autosómicos [cromosomas no sexuales]. La única condición en Genographic es que no sean marcadores de interés médico, sino solo antropológico.
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