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«Hay que ser tonto para ser de izquierda y pronuclear»

Juan López de Uralde, director ejecutivo de Greenpeace. La organización ecologista celebra este año el 25 aniversario de su desembarco en España

MANUEL ANSEDE

Cuando tenía 18 años, Juan López de Uralde (San Sebastián, 1963) fue detenido por primera vez por la policía. Se acababa de encadenar a una máquina del Instituto para la Conservación de la Naturaleza (Icona) para impedir una reforestación “a lo bestia” con pinos y eucaliptos en el Pirineo aragonés. Sin que se enteraran sus padres, fue juzgado y absuelto. A partir de entonces, ni siquiera recuerda el número de veces que ha sido detenido. En 1987, abandonó la carrera de ingeniero agrónomo y empezó a trabajar para la organización ecologista Greenpeace.

López de Uralde –Juantxo, para los casi 110.000 socios de la ONG– dirige ahora aquella asociación que, 25 años después de su fundación en España, se ha convertido en una de las más importantes. El pasillo hasta su despacho, en la sede central de Madrid, está decorado con fotografías de acciones de sus activistas durante este cuarto de siglo. En una de ellas, tomada en 1988, dos zódiacs se enfrentan en Palma de Mallorca al portaaviones estadounidense Eisenhower, propulsado por dos reactores nucleares. La típica imagen de David contra Goliat.

Más de 20 años después, parece que Greenpeace, con sus casi 110.000 socios, no es tan David.

Seguimos siendo David en el sentido de que somos una organización ciudadana. Somos gente. No tenemos subvenciones ni de gobiernos ni de empresas. Tenemos un presupuesto anual de poco más de seis millones de euros. Con este dinero no se construyen ni unos metros de autovía. Somos mucha gente, pero mucha gente que aporta muy poco.

En una entrevista con este periódico, el autor de ‘Nucleares, ¿por qué no?’, el catedrático Manuel Lozano Leyva, se preguntaba si Greenpeace es de izquierdas o de derechas.

Greenpeace no es ni de izquierdas ni de derechas. Es una organización ciudadana que trata de cambiar la forma en la que el hombre se relaciona con el entorno. En nuestra base asociativa tenemos de todo. Pero lo que sí tengo muy claro es que no entiendo que el modelo nuclear se pueda defender desde posiciones que se dicen progresistas.

¿Por qué?

Porque es un modelo militarizado y muy policial, porque las centrales requieren una alta protección. Además, es un modelo muy centralizado: unos señores producen energía y te venden la electricidad. El modelo que nosotros defendemos, el 100% renovable, es un modelo descentralizado, que no tiene ninguna vinculación con lo militar. La discusión de la energía nuclear no es una discusión de kilovatios, sino de modelo social. Defender la energía nuclear desde posiciones de izquierda es absurdo.

¿Cree que no se puede ser de izquierdas y pronuclear?

Creo que es contradictorio. Antes se decía “eres más tonto que un obrero de derechas”. Pues ahora sería “eres más tonto que un izquierdista pronuclear”. Cuando el anterior líder de CCOO, José María Fidalgo, defendía la energía nuclear, yo me preguntaba qué estructura social estaba apoyando. ¿Quién decide quién puede tener energía nuclear y quién no? ¿Por qué a Irán no se le deja tener energía nuclear? ¿Tiene que haber un Gran Hermano que lo decida? Hay falta de transparencia y espionaje, como en el caso de EdF [la compañía eléctrica estatal francesa] espiando a Greenpeace. Son cosas que están en el ADN de la industria nuclear. Defender esto desde posiciones progresistas es absurdo.

Sin embargo, el 23 de febrero, el diario británico progresista ‘The Independent’ titulaba: “Nucleares, sí, por favor”. ¿Hay un giro pronuclear en la izquierda?

Creo que no lo hay. Otra cosa es hacia dónde quieren llevarnos determinados dirigentes. Es un secreto a voces que algunos de los votos que hicieron perder a Fidalgo tenían que ver con su posición a favor de las nucleares. No hay un giro, lo que hay es una campaña con muchos recursos para intentar poner otra vez a la energía nuclear en el mapa. Pero estoy convencido de que esta campaña va a fracasar.

En 2002, Ecologistas en Acción anunció el supuesto descubrimiento de un pez mutante en la central de Garoña y hace una semana Greenpeace habló de una fuga radiactiva en la misma planta que no se confirmó. ¿Alertar de esta manera es lícito?

No se puede confundir las dos cosas. El comunicado de Greenpeace del otro día denunciaba hechos reales, no tiene nada que ver con lo del pez, que nos hizo mucho daño a todos los ecologistas.

¿Cree que vale todo para acabar con la energía nuclear?

Creo que no. Nosotros siempre intentamos ser rigurosos en nuestras informaciones.

¿Se ha medido sus emisiones de CO2 en alguna ocasión?

Sí, hacemos un seguimiento.

¿Qué tal?

Mi balance de dióxido de carbono no es el mejor. Viajo mucho.

¿Recuerda la cifra exacta?

No. Pero en Greenpeace intentamos ser coherentes en la medida de lo posible y reducir estos balances de CO2. Hacemos un esfuerzo por viajar en tren, hablar por videoconferencias...

¿Se imagina como el científico inglés James Lovelock, defendiendo la energía nuclear después de toda una vida dedicada al ecologismo?

No, no tengo esas pesadillas. Espero tener un final más coherente.

 

El director ejecutivo de Greenpeace echa de menos a la anterior ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona. En su opinión, “la falta de discurso del Gobierno en materia medioambiental es dramática”. Sin embargo, no culpa a la actual ministra, Elena Espinosa, cuyo nombramiento comparó con “poner a la raposa al cuidado de las gallinas”, sino al propio presidente del Gobierno. “Hay una decisión por parte de Zapatero de que el medio ambiente no moleste en esta época de crisis, pese a su discurso a favor de la economía verde”, asegura. A su juicio, la destrucción de “cientos” de puestos de trabajo en el sector de las energías renovables en España, por “decisiones erróneas” del Ministerio de Industria, así como la promoción de una refinería de petróleo en Badajoz y la supervivencia del hotel ilegal El Algarrobico en Almería son ejemplos de este giro.

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