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"La industria quiere retratar a los ciudadanos como enfermos"

Ray Moynihan, escritor y periodista ha difundido el concepto ‘disease mongering' para denunciar el marketing agresivo de los laboratorios

AINHOA IRIBERRI

Que quede claro. Ray Moynihan (Brisbane, Australia, 1962) no critica la medicina ni la industria farmacéutica de la que, afirma, 'alarga y salva vidas, y reduce el sufrimiento del ser humano'. El periodista, que publica regularmente en revistas como British Medical Journal o PLoS Medicine, expuso las entrañas del marketing farmacéutico en Medicamentos que nos enferman (Terapias Verdes, 2006) y vuelve ahora a la carga con el título Sexo, mentiras y farmacéuticas (aún no editado en España). Recientemente ha dirigido un curso en la XXI Escuela de Salud Pública de Menorca.

¿Cómo empezó a interesarse por el fenómeno conocido como disease mongering' (enfermedades inventadas)?

De la medicalización de la vida cotidiana se lleva hablando y escribiendo muchos años, pero yo me interesé por el asunto en 1996, a raíz de la controversia sobre el trastorno por déficit de atención e hiperactividad que ha hecho que muchos niños sanos sean calificados como enfermos. Aunque es cierto que hay un número pequeño de pacientes con este trastorno, las campañas de sensibilización fueron tan grandes que, como resultado, millones de niños se han medicado sin necesitarlo.

¿Cree que, en cierto modo, los laboratorios se ven obligados a difundir las enfermedades para las que tienen cura porque no pueden hacer publicidad directa de sus fármacos?

'El escepticismo debe aumentar para evitar las estrategias de la industria farmacéutica'

Permitir la publicidad directa de medicamentos al consumidor aumenta mucho la invención de enfermedades. En EEUU, donde esta publicidad está autorizada, millones de personas son bombardeadas cada noche frente al televisor con anuncios que les dicen que están enfermos. En la Unión Europea existe ahora un debate sobre si los laboratorios tienen derecho a informar directamente al consumidor y parece que hay cierta división sobre la posibilidad de cambiar las leyes que lo impiden. Este cambio no debe ocurrir, porque está claro que la industria tiene un interés directo en retratar a los ciudadanos como enfermos.

¿Cuáles son los ejemplos más destacados de enfermedades inventadas?

En realidad, cuando hablamos de enfermedades inventadas, casi siempre hay una patología real detrás. El problema es que la industria quiere crear la impresión de que afecta a muchas más personas de las que realmente afecta. Uno de los ejemplos más destacados es el que protagoniza mi último libro: la disfunción sexual femenina o el síndrome de la falta de deseo. En Europa ya se aprobó un parche de testosterona, pero resultó poco eficaz. Los laboratorios llevan años buscando la viagra femenina y están preparando el terreno. En cuanto se encuentre, habrá un tsunami de marketing en torno a esta supuesta patología. Otro ejemplo es la osteoporosis, dolencia por la que millones de mujeres sanas con un riesgo muy bajo de fractura han sido medicadas con fármacos con efectos secundarios. Por último, el ejemplo más clásico es la menopausia, que se nos vendió como si fuera una enfermedad consistente en un déficit de estrógenos que había que combatir con hormonas, cuando se trata de un proceso natural.

¿Se pueden evitar estas estrategias de la industria?

Es complejo. En cualquier caso, la palabra mágica es escepticismo, que ha de aumentar. Por otra parte, pienso que la profesión médica está en crisis e intoxicada por los departamentos de marketing de los laboratorios. Algunas de las medidas que se deberían tomar es que los médicos que cobran de la industria farmacéutica no formen parte de los paneles de expertos que escriben las guías de práctica clínica, los que definen qué son las enfermedades. Esto no lo digo sólo yo, sino mucha gente e instituciones como el Institute of Medicine de EEUU.

¿Ha recibido usted presiones de la industria farmacéutica?

Cuando empecé a escribir sobre estos temas, me ofrecieron llevarme a un congreso médico, algo que rechacé. Pero yo hablo habitualmente con los laboratorios, creo en la importancia de los medicamentos. Ser crítico con el marketing de los fármacos es muy diferente a ser crítico con los propios fármacos. El problema es el departamento de marketing y los médicos líderes de opinión.

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