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Una inmensa cantidad de nada

Astrónomos de EE UU hallan un agujero en el Universo 10.000 veces mayor que la Vía Láctea

JAVIER YANES

Mientras los debates fronterizos entre la física y la filosofía deciden si el término vacío absoluto tiene algún sentido, un equipo estadounidense de astrónomos alimenta la discusión al descubrir la mayor porción de nada jamás descubierta: un agujero cósmico de mil millones de años luz de diámetro —10.000 veces mayor que la Vía Láctea— que no contiene estrellas, galaxias, agujeros negros, gas, o siquiera la inquietante materia oscura; en resumen, nada.

Este tipo de huecos de discontinuidad no es algo nuevo para los astrónomos. Los científicos que estudian la arquitectura del cosmos manejan un modelo que representa el Universo como una espuma: una fina trama de filamentos donde se ordenan los cuerpos celestes, esponjada por agujeros que contienen poco o nada de materia. Hasta 27 supervacíos puntean el mapa cósmico, con tamaños que alcanzan los 500 millones de años luz.

Casi nada en comparación con el nuevo agujero hallado por el equipo de astrónomos que dirige Lawrence Rudnick en la Universidad de Minnesota; su tamaño duplica el del mayor supervacío conocido hasta ahora, y su distancia con la Tierra es seis veces mayor que el anterior más lejano, el vacío de Boötes.

La mancha fría

El nuevo rey de los supervacíos apareció cuando el equipo de Rudnick decidió cruzar los datos de dos fuentes. La radiación de microondas de fondo, un pulso que cruza todo el espacio y que se originó pocos cientos de miles de años después del Big Bang, ofrece a los científicos de hoy un retrato electromagnético del Universo cuando era casi un bebé. En cierta región de la bóveda celeste, alrededor de la constelación de Eridanus, un satélite de la NASA descubrió hace tres años una mancha fría, una región donde esta radiación se enfriaba, sugiriendo la presencia de un enorme vacío.

Rudnick y sus colaboradores cotejaron esos datos con las imágenes del radiotelescopio VLA del Observatorio Radioastronómico Nacional estadounidense. El estudio reveló una baja densidad de elementos en esa mancha fría, y les hizo además sospechar que los pocos elementos registrados no estaban realmente dentro de esa región, sino delante o detrás de ella.

El resultado, publicado en la revista Astrophysical Journal, es el nuevo supervacío de Eridanus, ubicado a entre 6 y 10.000 millones de años de la Tierra, y con un tamaño que ocupa más del 1% de todo el Universo visible —la región que contiene los objetos que pueden ser observados; una esfera teórica, centrada en la Tierra, con un radio aproximado de 46.500 millones de años luz­—.

Galaxias gregarias

Este nuevo elemento en el catálogo del cosmos es un desafío para la ciencia. Rudnick lo resume: “No sólo nadie ha encontrado jamás un vacío tan grande, sino que nunca hubiéramos esperado encontrar uno de este tamaño”. El investigador tiene motivos para el desconcierto. Aunque el origen de estos huecos aún es terreno de estudio, los modelos propuestos señalan que las galaxias son gregarias, es decir, que tras la expansión generada por el Big Bang, la gravedad tiende a agruparlas, dejando burbujas entre los cúmulos, como agujeros en un queso.

Pero el vacío de Boötes ya puso en apuros a la comunidad científica por una evidencia incómoda: considerando la edad del Universo y el ritmo de expansión de las galaxias, muchos expertos consideran que no ha transcurrido el tiempo suficiente desde la gran explosión para que se formen tan colosales supervacíos.

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