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El placer máximo, misterioso y ancestral de la música

Los cosquilleos son el síntoma de la sobrecarga del sistema de recompensa del cerebro cuando escuchamos nuestras piezas favoritas.

Concierto masivo
Público en un concierto masivo. Archivo

MALEN RUIZ DE ELVIRA

La gran mayoría de la gente siente la música que le gusta como un placer profundo, aunque no tenga educación musical alguna. Además, su necesidad de la emoción musical es tanta que está dispuesta a gastarse dinero en acceder a ella. No hay más que ver la magnitud del mercado mundial musical. Esto no pasa universalmente con otras manifestaciones artísticas y los investigadores quieren saber cómo la música provoca esta respuesta que consideran ancestral y se da en todas las civilizaciones.

Un ejemplo muy reciente del poder emotivo de la música lo muestra el video de una anciana antigua bailarina española que responde, reproduciendo los movimientos, a los compases de un ballet que la sacan momentáneamente de su demencia avanzada, y que está circulando por todo el mundo. Pero lo que han hecho ahora unos científicos franceses es distinto; han medido la actividad cerebral cuando la música causa tanto placer que produce efectos físicos, llámense escalofríos, cosquilleos, poner la carne de gallina o incluso orgasmo cerebral. Intentan definir esa sensación que sienten aproximadamente la mitad de los que escuchan música.

La música activa el sistema de recompensa del cerebro

La música tiene la capacidad de producir sentimientos positivos fuertes porque activa el sistema de recompensa del cerebro, señalan los investigadores. Este sistema, que se centra en la producción y transmisión de dopamina, es el mismo que guía nuestro comportamiento emocional en general, haciéndonos responder a los estímulos positivos primarios que nos dan placer, como la comida y la reproducción, relacionados en la evolución con la capacidad de sobrevivir, y a otros muchos estímulos secundarios. También es el que resulta afectado por las drogas y provoca la adicción. En el caso de la música se podría decir que el sistema de recompensa se sobrecarga hasta producir efectos fisiológicos.

"Los participantes en nuestro estudio señalaron de antemano las partes de su música preferida que les producían respuesta fisiológica pero la mayoría de lo que nosotros medimos ocurrió también en muchas otras partes de los breves pasajes musicales", dice Thibault Chauvin, de la Universidad de Borgoña. Lo que vieron los investigadores es que la respuesta fisiológica responde a un número mayor de conexiones momentáneas en la corteza cerebral.

Al utilizar un tipo de electroencefalografía (EEG) para medir la actividad cerebral en vez de métodos más engorrosos como los escáners PET o de resonancia magnética, Chabin explica que se pueden hacer las pruebas en contextos más naturales y además en grupos en vez de individualmente. "Lo más curioso es que la música no parece tener ningún beneficio biológico para nosotros. Sin embargo, la implicación de la dopamina y el sistema de recompensa en el proceso del placer musical sugiere que tiene una función ancestral", dice.

El placer asociado a los escalofríos está compuesto de dos fases, una de anticipación y otra de culminación

Esta función ancestral residiría en el tiempo durante el cual se anticipa el placer, cuando el cerebro se enfrasca en predecir el futuro, algo esencial para la supervivencia que, sin embargo, no parece depender de la música. De hecho, el placer asociado a los escalofríos cuando escuchamos nuestra música preferida está compuesto de dos fases, una de anticipación cuando se acerca el pasaje preferido (aunque sea inconscientemente) y una de culminación. En cada una de las fases se libera dopamina en una parte distinta del cerebro, según la investigación, y aumenta la actividad cerebral en las regiones ya relacionadas con el placer musical a raíz de estudios anteriores.

Los participantes en este último estudio comunicaron haber tenido cada uno de media casi 17 escalofríos o cosquilleos en la cabeza y cuerpo durante una sesión de 15 minutos compuesta por algunos de sus pasajes favoritos y otros desconocidos para ellos. La duración media fue de 8,75 segundos, aunque esta magnitud varió mucho entre unos y otros.

El hecho de que el experimento se realizara en un marco aséptico en vez de durante un concierto o en el propio domicilio, y que los participantes conocieran el objetivo pudo cambiar las reacciones en algunos de ellos, reconocen los investigadores, que esperan ampliar su trabajo con sistemas inalámbricos de EEG en contextos más naturales para poder estudiar las características de grupo. Los resultados se publican en la revista Frontiers in Neuroscience.

En un estudio anterior sobre el placer que da la música, se comprobó que los oyentes son en general conservadores, prefieren escuchar música que no se diferencie mucho de la que ya saben que les gusta y que no presente muchas sorpresas.

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