Cómo prevenir el síndrome del avión enfermo
Tripulación y viajeros frecuentes pueden verse afectados por los químicos tóxicos que todavía hoy se cuelan en el aire de la cabina desde los motores de los aviones. La tecnología para impedirlo existe.

Madrid-
A finales de 2023, un tribunal francés reconoció como enfermedad laboral la incapacidad denunciada por un piloto de Airbus en 2018 y condenó a la Seguridad Social francesa (CPAM, por sus siglas en francés) a pagarle la pensión de invalidez.
Sus síntomas -agotamiento crónico, problemas neurocognitivos y síndrome bronquial asmático- forman parte de un cuadro típico de síndrome aerotóxico. El juez admitió que, como apuntan diversos estudios científicos, la causa estaba relacionada con el aire contaminado en la cabina.
Según la Asociación de Víctimas de Síndrome Aerotóxico (AVSA), no es un caso aislado: se da desde hace décadas en distintas empresas de vuelos comerciales en todo el mundo. Según una investigación presentada en 2021, de la que se hace eco la Organización Mundial de la Salud, son más de tres millones de personas las que sufren esta patología al año en el mundo.
Se trata, en su mayoría, de personal de vuelo y viajeros frecuentes. Aunque también puede afectar a personas vulnerables como niños o mujeres embarazadas que viajen esporádicamente en aviones comerciales.
¿Por qué aire contaminado?
"Combustible, fluidos anticongelantes, lubricantes, líquido hidráulico y aceite sintético para el motor contienen químicos que pueden pasar al aire en sus fases de vapor o aerosol y son conocidos por sus efectos neurotóxicos, carcinógenos e irritantes", afirma el estudio de referencia sobre este síndrome, liderado por los investigadores Chris Winder, Harry Hoffman y Jean Christophe Balouet.
Resulta que el aire que respiramos en la cabina de un avión proviene de aire comprimido purgado desde los motores de la aeronave. El sistema de sellado del motor, sin embargo, no separa al 100% el aire de estas sustancias.
"Una cierta cantidad de aire se filtra por el sello con el fin de mantenerlo lubricado, incluso en un sistema que funcione correctamente. Por eso los compuestos volátiles que contienen pueden pasar a la corriente de aire que va desde los motores a la cabina", explica Mackenzie Ross, investigador del University College de Londres, en un artículo para la revista científica Advances in Neurotoxicity.
El más temible, entre otras sustancias, es el TCP (tricresil fosfato), un organofosforado que se emplea también en pesticidas y en armas químicas, usado como aditivo en los aceites sintéticos de los aviones por sus propiedades antioxidantes, lubricantes e ignífugas. Aún en pequeñas concentraciones, puede provocar daños en la salud, sobre todo si la exposición es prolongada y se mantiene en el tiempo.
Luego están los productos de limpieza que, según cuenta a Público el doctor Antonio Pasciuto, director de la Unidad de Medicina Clínica Tóxico-Ambiental del Hospital San José de Las Palmas de Gran Canaria, se emplean para desinfectar los aviones entre un viaje y el siguiente y pueden contener multitud de sustancias nocivas para el organismo, como el formaldehído. O los insecticidas que algunos vuelos aplican de forma rutinaria para prevenir enfermedades infecciosas causadas por insectos en ciertos países.
Un cuadro de efectos incapacitantes
Cada persona es un mundo y eso incluye las instrucciones genéticas que nos hacen reaccionar de distinta manera ante un mismo agente nocivo. En algunos individuos, un solo viaje es suficiente para desarrollar síntomas. En otros, estos no aparecen aunque vuele a menudo. Otro factor a tener en cuenta a la hora de desarrollar el síndrome aerotóxico o no es, por supuesto, la carga de estos compuestos en el aire de la cabina.
El sistema nervioso central es el primer afectado, junto al aparato respiratorio. Algunos de los síntomas frecuentes son mareos, tinnitus, vértigo, temblores, irritación de los ojos, pérdida de equilibrio desorientación, dificultad para respirar, dolor de cabeza, náuseas y otros problemas digestivos y neurológicos.
Estos problemas pueden ser puntuales o hacerse crónicos. Pero el más grave es el neurológico: "Se ha detectado en sujetos afectados la presencia en sangre de anticuerpos contra las neuronas y las células del tejido nervioso cerebral y marcadores de degeneración neuronal", explicaba el doctor Jordi Roig Cutillas, experto en este síndrome, en la International Aircraft Cabin Air Conference (Londres, 2019).
Los riesgos
Como señala la asociación AVSA, padecer este síndrome no solo puede dañar la salud del afectado, sino que además puede "poner en peligro la vida de otras personas". "La seguridad del vuelo puede verse comprometida, debido a síntomas graves como desorientación, visión borrosa, fallos de memoria y coordinación alterada", advierte el estudio de Winder y Balouet.
Por otra parte, como denuncia la organización internacional The Aerotoxic Association, "muchos pacientes que sufren este síndrome son diagnosticados de trastornos psicológicos o psicosomáticos, de síndrome de fatiga crónica, de sensibilidad química múltiple o infecciones virales raras. Aunque algunos son síntomas del síndrome aerotóxico, no se solucionarán si no se detecta su origen, para así ponerle solución".
Las soluciones, en manos de aerolíneas y gobiernos
Los aviones comerciales emplean los llamados filtros de alta eficiencia para depurar el aire que circula dentro de la cabina. Son muy eficaces para interceptar polvo, bacterias y virus, así como contaminantes orgánicos como moho. Sin embargo, no pueden eliminar contaminantes gaseosos como el TCP.
Una solución es seguir el ejemplo del modelo Boeing 787 Dreamliner, que emplea compresores eléctricos para suministrar el aire a la cabina donde viajan tripulación y pasajeros, en vez de tomar el aire desde el motor.
Otras medidas urgentes son utilizar aceites lubricantes, insecticidas y productos de limpieza menos tóxicos, así como instalar detectores de aire contaminado en todos los aviones.
Mientras, las asociaciones de afectados y sindicatos de personal de vuelo reclaman a los gobiernos normas estrictas que cuantifiquen la cantidad de sustancias nocivas en el aire de cabina y pongan límites legales que obliguen a las aerolíneas a adaptarse para ofrecer entornos más sanos a tripulación y pasajeros.

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