Muchos envases alimentarios incluyen tóxicos que pueden migrar a la comida
Las personas confiamos en que, si nos venden la comida en un envase u otro, es porque es seguro para nuestra salud. Pero nada más lejos de la realidad, alertan los expertos. Urge adecuar la legislación a la invasión de químicos tóxicos en contacto con alimentos.

Esa bandejita de filetes de ternera ya preparados o de migas de bacalao que acabas de meter en el carrito de la compra, ese refresco en lata que con tanto gusto te has bebido, la hamburguesa para llevar en su colorida cajita de cartón, los platos de usar y tirar para la merienda en el parque y esas galletitas con forma de fresa que tu hija horneó en un bonito molde de silicona. Todo podría estar contaminado por químicos nocivos presentes en esos materiales en contacto con la comida.
Como si no tuviéramos suficiente con preocuparnos de comer sano, otro problema lleva años en un limbo regulatorio. Mientras, nosotros seguimos zampándonos lo que nos pongan por delante, una declaración de consenso de científicos europeos recogida en la revista Environmental Health afirma que "la valoración de la seguridad de los químicos en contacto con alimentos es ineficaz y no protege la salud humana".
Multitud de estudios, como otro europeo de 2023, han demostrado ya que la migración de sustancias químicas desde estos materiales (plásticos, cartones, papeles, metales, siliconas, revestimientos varios que incluyen compuestos tóxicos) a la comida es una realidad.
¿De qué sustancias hablamos?
Las hay para todos los gustos. Incontables estudios extranjeros y españoles, como uno realizado por el equipo de Itsaso Zabaleta, investigadora en el Laboratorio de Salud Pública de Bizkaia, han detectado PFAS en envoltorios de papel y cartón para alimentos de venta al público -como cajas de pizza, palomitas para microondas, papel para hornear magdalenas o envases de comida para llevar-. Si un papel o cartón repele el agua o la grasa, lo más probable es que lleve algún químico tóxico.
Los bisfenoles también siguen siendo un peligroso pasajero en latas de comida y bebida de todo tipo. Después de dos décadas de estudios científicos que alertaban sobre las consecuencias tóxicas para la salud humana del bisfenol A, por fin la Unión Europea prohibió su uso en contacto con alimentos en diciembre de 2024. Sin embargo, hay muchos otros bisfenoles potencialmente dañinos que no están aún evaluados por la legislación. Y, por tanto, siguen usándose.
Luego están los ftalatos, compuestos químicos excelentes para hacer que el plástico sea blandito, presentes en films para envolver comida o en otros materiales. Y se han encontrado siloxanos cíclicos -que, entre otras cosas, son disruptores endocrinos- en esos moldes de silicona tan cucos que venden para meter en el horno.
¿Lo que no mata engorda?
Cáncer, infertilidad, enfermedades metabólicas como la diabetes, problemas del desarrollo, problemas endocrinos son algunas de las consecuencias de ingerir estos tóxicos que llegan a la comida desde los envases.
"Muchas naciones tienen una legislación sobre materiales en contacto con alimentos que se propone proteger a los ciudadanos de químicos peligrosos, a menudo, incluyendo a los carcinógenos. A pesar de tales regulaciones, los cánceres asociados con estas sustancias son altamente prevalentes", alerta un estudio publicado a finales de 2024 por investigadores de la Food Packaging Forum Foundation suiza.
"La exposición crónica de la población a carcinógenos provenientes de materiales en contacto con alimentos es la norma y resalta una importante, aunque no aprovechada aún, oportunidad para la prevención", alertan los autores.
¿Por qué no están prohibidos?
Es la pregunta del millón. La maquinaria reguladora es tan lenta y pesada y, al final, la industria del empaquetado alimentario tiene las manos demasiado libres para hacer lo que quiera.
En la Unión Europea está autorizado el uso de unas 8.000 sustancias químicas en envases alimentarios. Sin embargo, un estudio de 2022 encontró en estos materiales 388 químicos clasificados como "muy preocupantes" por sus propiedades carcinógenas, mutágenas, tóxicas para la reproducción, persistentes, bioacumulables y disruptoras endocrinas.
Menos halagüeño todavía es otro estudio internacional publicado en Nature el año pasado que señala que son 14.000 las sustancias empleadas en este tipo de materiales en contacto con alimentos: al menos 608 de ellas con efectos dañinos y 3.601 de ellas detectadas en análisis de tejidos biológicos humanos -orina, sangre...-.
De hecho, muchas de las que el reglamento REACH de la UE cataloga como "extremadamente preocupantes" siguen estando presentes en materiales en contacto con alimentos. "La falta de una adecuada regulación está permitiendo que millones de personas sigan exponiéndose inadvertidamente a sustancias que pueden estar afectando a su salud", denuncia Carlos de Prada, responsable de la iniciativa Hogar sin Tóxicos.
En diciembre de 2024, 52 organizaciones en defensa de la salud, del medioambiente y del consumidor -entre ellas, la española Hogar sin Tóxicos- enviaron una carta a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, rogando que se agilizase la reforma de la normativa vigente, para adecuarla a los objetivos recogidos en la Estrategia de la UE sobre Sustancias Químicas para la Sostenibilidad, presentada por la Comisión Europea en 2020.
Aún no han recibido respuesta.
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