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La pulga canina salta más y otros hallazgos

Se entregan los premios Ig Nobel 2008, la cara más humorística de la ciencia

JAVIER YANES

Las pulgas de los perros saltan 20 centímetros más alto que las de los gatos. ¿Por qué? ¿Qué implicaciones puede tener este hallazgo en los ámbitos de la sanidad animal, la ecología, la fisiología parasitaria o la biología evolutiva? Preguntas apasionantes que requerirán, como suele concluirse al final de los estudios, ulteriores investigaciones. Por el momento, el trabajo que han completado tres científicos de la Escuela Veterinaria de Toulouse (Francia) ha abierto una nueva vía, tan rompedora como fascinante, que ha merecido rubricarse para la posteridad con el premio Ig Nobel de Biología.

La ironía es el estilo que lo preside todo en torno a estos peculiares galardones, que en su edición 2008 se entregaron este viernes en la Universidad de Harvard (EEUU). En sus 18 años de existencia, los Ig Nobel –un juego de palabras con los premios de la academia sueca y el término innoble– han pasado del humor intrascendente a ganar prestigio y un enorme eco mediático, todo gracias al promotor de los premios, Marc Abrahams, un matemático de Harvard que abandonó su fallido negocio de software para fundar una revista, Annals of Improbable Research (Anales de Investigación Improbable, AIR), donde publicar “cosas graciosas sobre ciencia”.

Los Ig Nobel son la creación más celebrada de Abrahams. El secreto del éxito consiste, paradójicamente, en su seriedad: “Hacer reír y luego hacer pensar”. Las investigaciones premiadas no son ocurrencias de graciosos, sino trabajos perpetrados y publicados por verdaderos científicos que trabajan en instituciones académicas. Solo en cuatro ocasiones se han retirado premios por tratarse de bulos.

La ceremonia de ayer se desarrolló al estilo de AIR: tragasables, avioncitos de papel y una niña de ocho años encargada de interrumpir los discursos pesados. Entre los trabajos premiados figura, en el apartado de Química, el de una doctora de EEUU que demostró las legendarias propiedades espermicidas de la Coca-Cola, aunque tuvo que compartir el honor con un equipo taiwanés, que demostró justo lo contrario.

Un grupo italo-británico se hizo con el Ig Nobel de Nutrición al descubrir que si el  crujido de una patata frita se refuerza de forma electrónica, su sabor percibido mejora. El premio de Economía distinguió el hallazgo de que las bailarinas de striptease reciben mejores propinas en sus días fértiles. En la modalidad de Física, triunfó la demostración matemática de que el pelo tiende a enredarse. Y así hasta un palmarés de 10 premios, a cual más hilarante. Siete de los afortunados no desperdiciaron la ocasión de recoger su galardón de manos, esta vez sí, de un Nobel de los de verdad.

Medicina: placebos caros

Dan Ariely, de la Universidad Duke (EEUU), demostró que un placebo –falso medicamento, a menudo agua o solución salina– ejerce más efecto curativo si reemplaza a un fármaco caro que a otro barato.

Arqueología: armadillos que hacen historia

El brasileño Astolfo G. Mello probó, situando piedras de colores en varios niveles de una excavación, que un armadillo puede moverlas y confundir su datación.

Paz: plantas con derechos

El comité suizo de ética en biotecnología no humana dictaminó que las plantas también tienen dignidad y que dañarlas con experimentos es inmoral.

Literatura: Tú, bastardo

‘Tú, bastardo: una exploración narrativa de la experiencia de indignación en las organizaciones’, de David Sims, de la Escuela de Negocios Cass de Londres.

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