La espectacular Galería de las Estatuas, una cueva que forma parte del laberíntico yacimiento subterráneo de Atapuerca (Burgos) ha sido escenario de uno de los más importantes avances científicos del año que termina, seleccionados por la revista Science . De su suelo, como del de otros dos yacimientos, en Georgia y en Siberia, se ha obtenido nada menos que material genético de sus antiguos habitantes, en este caso los neandertales de hace más de 80.000 años.

En la Galería de las Estatuas, llamada así por sus grandes estalagmitas, no se han encontrado fósiles humanos, aunque sí una gran colección de herramientas de la cultura musteriense, asociada a los neandertales, y fósiles de fauna de la época como ciervos y bóvidos. Fue elegida por un amplio equipo internacional con participación española para buscar restos de ADN en su sedimento acumulado y la sorpresa es que consiguieron identificar material genético humano. Además este material era ADN nuclear (del núcleo de las células), mucho más informativo que el ADN mitocondrial (de fuera del núcleo) que también se encontró y que era el más común identificado hasta ahora. Esto se debe al perfeccionamiento de la tecnología, que sigue en marcha.

En el caso de Atapuerca, el ADN sirvió para reconstruir la identidad de los habitantes de esa época, los neandertales, comparando lo hallado con el ADN extraído de fósiles humanos. Además, muestras de diferente antigüedad contaron la historia de cómo una estirpe seguramente reemplazó a varias otras tras un periodo interglacial que terminó hace unos 110.000 años.

Los autores del hallazgo señalan que esto prueba que los datos ambientales, en este caso de los abundantes sedimentos, se pueden aplicar a estudiar las poblaciones muy antiguas como los extintos neandertales y denisovanos. Esto abre un amplio campo de investigación para las poblaciones del Pleistoceno, de las que se dispone en todo el mundo únicamente de muestras de ADN extraídas de dientes o de huesos de 23 individuos, de los cuales 18 neandertales eran de 14 lugares de Europa.

La tierra como fuente de material genético es el primer finalista en la selección de la revista Science, que considera que el hallazgo científico más importante del año es la solución de la estructura de las proteínas con ayuda de la inteligencia artificial. Las proteínas son los compuestos activos de la biología, pero solo en el cuerpo humano hay centenares de miles distintas, y su estructura en tres dimensiones, la forma en que están plegadas las cadenas de aminoácidos que las forman, tiene mucho que ver con su función y la interacción con otras moléculas.

Tras 70 años de laboriosos trabajos para dilucidar la estructura de algunas proteínas, el nuevo método supone un salto tan grande y prometedor, especialmente para la identificación de nuevas dianas para medicamentos, que algunos científicos se muestran entusiasmados. Además, uno de los programas de AI se está utilizando para conocer el efecto de las mutaciones en la variante ómicron del coronavirus.

Un avance en fusión nuclear en Estados Unidos, las nuevas píldoras para tratar la covid-19, la utilización de la metanfetamina llamada éxtasis en psiquiatría, los anticuerpos monoclonales (artificiales) para tratar enfermedades infecciosas, los terremotos medidos en Marte por el vehículo Insight que han dado datos inéditos sobre el interior del planeta, la posibilidad de nuevas partículas elementales, la técnica de edición genética CRISPR para curar dos tipos de enfermedades de la sangre y los nuevos experimentos sobre desarrollo de los embriones son los otros avances alentadores aunque no definitivos seleccionados como los más importantes del año.

Como mala noticia, se ha seleccionado lo difícil que es mantener la esperanza de que se cumpla lo acordado sobre la crisis climática, que es limitar el calentamiento global a 1,5 grados sobre los niveles preindustriales. Esta dificultad se constató en la cumbre de Glasgow en noviembre.