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"La Europa que conquistó el mundo está en crisis"

Gilberto Gil y Adriana Calcanhotto hablan de la canción brasileña, de los retos de la vida y de la cultura popular tras su paso por La Mar de Músicas

CARLOS FUENTES

Primero aparece Gilberto Passos Gil Moreira (Salvador de Bahía, 1942), tan ágil y elegante que parece tener un pacto con el diablo. A su lado, Adriana da Cunha Calcanhotto (Porto Alegre, 1965) asume pronto el rol de la estudiante aventajada que es. Se dirige al maestro como 'profesor', sonríen y, como si fueran dos africanos que no se han visto hace tiempo, se preguntan por la vida, las familias, por las cosas de la música. La canción brasileña, un mundo aparte que el licenciado Gil y la alumna Calcanhotto repasaron la noche del sábado ante 2.000 personas en La Mar de Músicas (Cartagena). Ella estrenó O micróbio do samba, y él está de gira con el folclor nordestino de Fé na festa. Dos caras de un mismo Brasil.

PÚBLICO: ¿Está el mundo tan mal como parece?

Gilberto Gil: Está difícil a causa de cambios naturales que no son sólo un cambio sino una mutación muy grande por la imposición definitiva del industrialismo, del consumismo, de la productividad, de la aceleración de la tecnología en todos los medios de creación. Una econometría que mide todo y que provoca un cambio extraordinario en el alma humana, en la psique y el cuerpo humano.

Adriana Calcanhotto: Es una situación límite porque el planeta está agotado.

G. G.: Y ha provocado una crisis muy fuerte. ¿Cómo preparar el futuro, cómo garantizar el futuro? Con un crecimiento extraordinario de población, ¿cómo producir más y más para satisfacción de toda esta gente? Más coches, más aviones, más barcos, más energía, más bosques, más agua... De ahí esta revuelta de los comunes por lo que debe pertenecer a todos. El capitalismo más el industrialismo más la aceleración tecnológica han impuesto a la vida una aceleración que ha causado esta crisis. No hablo sólo en negativo, hay aspectos positivos: internet, células madre y nanotecnología... son cambios positivos, pero imponen una mutación de la vida humana.

Gil: 'La econometría del capitalismo provocó un cambio en el alma y el cuerpo humano' 

A. C.: Me encanta vivir en este tiempo. Nunca pensé que pudiera vivir esta época, la idea de poder hacer música en mi casa y compartirla con alguien que está en Tokio o en Madrid. Pensaba que eso iba a ocurrir dentro de cien años, en otra generación. Es fantástico y soy optimista, pero la velocidad de esos cambios, la aceleración, ha causado una crisis ética. Y eso es lo más grave.

G. G.: Es una crisis de poder. Ahora la humanidad se pregunta: ¿podemos? Algo que antes no se preguntaban tantos, ahora es una pregunta universal.

A. C.: Estamos todos tan cerca en internet... No entiendo por qué hay guerras.

G. G.: Ahora se hace muy claro que la guerra no es necesaria para los grandes propósitos del ser humano. Esa secuencia de mayor desarrollo, mayor poder y mayores enfrentamientos ya no es lógica, naturalmente lógica como ha sido en el pasado. Con más poder, más fuerza; con más fuerza, más potencia; y con más potencia, más creación... más, más, más. Hoy se comprende la entropía de la aceleración. Cuanto más rápido se anda quizá menos se alcanza. Esto no había antes, cuando progreso significaba adelante siempre. Ahora el progreso amenaza la vida. En China, para que todos tengan un coche, se hará un sacrificio absurdo de ríos, tierras, aire... Por primera vez en la historia de la humanidad, más puede significar menos y menos puede significar más.

PÚBLICO: ¿Cómo se ve desde un Brasil que crece esta crisis en Europa?

G. G.: Europa, los que conquistaron el mundo, los de Extremadura que llegaron a Chile, Venezuela, México, los Pinzón, los Valdivia, e Inglaterra con su imperio y Alemania con su pesadilla... están en crisis. Los que eran más ahora son menos, y los que eran menos ahora son más: Brasil, India,
Suráfrica... y es bueno que sea así porque es la única manera de recomponer, reciclar y repensar el mundo.

PÚBLICO: ¿Será este siglo el momento de América Latina y África?

G. G.: En este sentido, sí, como nueva contribución al concepto de civilización.

A. C.: Cuando yo nací, Brasil era el país del futuro, y no se creía que llegaría el futuro, pero ha llegado y somos un país del presente.

Calcanhotto: 'La velocidad de
los cambios ha causado una crisis ética'

PÚBLICO: Otro mérito de Brasil es haber superado la barrera racial, ahora que en Europa se vuelven a utilizar las diferencias como armas contra el otro...

G. G.: En Brasil estamos en un proceso de avance. La construcción del país, de la economía y de la cultura ha sido hecha con contribuciones de todos, de africanos, europeos, asiáticos, indígenas locales... Nos acostumbramos a ser varios, a ser diversos, a conocer la diferencia y a identificar la diferencia como identidad. En Brasil, el diferente es idéntico. Hay tensión, hay conflicto, sí, pero hay un horizonte de solución y de armonización que todos buscan. Brasil es un país que se gusta popular, que se quiere popular, plural.

A. C.: En Angola soy el enemigo. No me tratan bien, salvo que me reconozcan como Adriana la brasileña o que yo diga que soy brasileña. Entonces, la
reacción cambia: '¡Ah, eres brasileña, no hay problema!'.

G. G.: Brasil es otra cosa. Es una mezcla de razas, una mezcla mística.

PÚBLICO: Están separados por 25 años, una generación, y los 3.000 kilómetros entre Salvador y Porto Alegre...

G. G.: Eso es Brasil. Una civilización, un proyecto de civilización muy rico y muy diverso, con elementos de varias culturas. Es justo eso. Rio Grande do Sul tiene una cultura muy fuerte, importante, con los temas campesinos y toda la cosa del sur porteño. Además de todo lo italiano, lo alemán... y Bahía es, por supuesto, una fuente permanente de cosas que se han unido todo el tiempo a la cultura de Brasil. Nos separa una distancia, pero cultural y espiritualmente no estamos tan lejos. Todo el tiempo hemos estado cerca. Porque Rio Grande do Sul representa un Brasil específico, propio, un Brasil que se enorgullece de sus características, pero que está encantado también con su condición inaugural. Por el sur, Rio Grande inaugura un país importante y grande como es Brasil. Y Bahía, lo mismo... Caetano [Veloso] gusta decir que los gauchos, allá donde estén, se identifican primero como gauchos. Incluso antes de decir su nombre. Dicen: 'Soy gaucho' y luego 'fulano de tal'.

A. C.: Pensaba que eso era algo personal, yo soy gaucha.

G. G.: No, no, con todos... se encuentran con nosotros en otros lugares de Brasil, o fuera del país, y lo primero que dicen es que son gauchos.

PÚBLICO: ¿Son tan diferentes esos dos Brasil?

G. G.: Son diferentes, pero hay esa cosa de pertenecer, de estar encantados con pertenecer a algo propio, a Brasil, una civilización específica y distinta.

A. C.: Yo soy gaucha, pero siempre me encantó Bahía por identificación y por contraste. Es interesante porque Caetano me cautivó de una manera explícita, arrebatadora... Muchos años después, ya trabajando con Moreno [Veloso, hijo de Caetano], me ha mostrado la profundidad de la influencia de Gil en mi labor y en mi vida. La extensión de la influencia de Gil, algo de lo que yo no me había dado cuenta hasta entonces. Moreno me decía: 'No, no, eso no es Caetano, eso es Gil'. Y yo había puesto todo en la cuenta de Caetano, incluso cosas que no eran de Caetano. Moreno es muy preciso, y muy cuidadoso con esas cosas.

G. G.: Recuerdo cuando Moreno era muy pequeño, 4 o 5 años, y se ponía: 'No, papá, esto es Gil, esto es Gil... esto es música brasileña, sí, pero es Gil, es la música de Gil' [risas]. Él siempre ha tenido cuidado de diseñar una identidad propia, con excelencia... Moreno es de los pocos músicos de Brasil que pueden hacer la música que yo toco, con los mismos arreglos. Conoce todo.

'Es una situación límite porque el planeta está agotado', opina la cantante

PÚBLICO: ¿Y ese respeto por las raíces es extensivo a las nuevas generaciones?

G. G.: Sí, sí, bastante, muchísimo. Por Chico [Buarque], Milton [Nascimento], por toda la generación anterior; incluso antes, por [Dorival] Caymmi, por João Gilberto, Luiz Gonzaga... por todos los grandes creadores brasileños de todos los tiempos. Desde que tenemos radio y discos hay toda una comunidad de música popular que se comunica, que se reconoce como una unidad y una identidad, con hombres y mujeres cantantes, autores, músicos de Brasil.

PÚBLICO: ¿Es tan diferente la música que hacía la generación de Gil de la que se trabaja ahora, con nuevas tecnologías y comunicación casi inmediata?

A. C.: Lo mismo ocurrió cuando ellos se apropiaron de la guitarra eléctrica.

G. G.: Ella y toda su generación, si escuchamos sus músicas, la forma de componer, cómo escriben poemas, las formas de armonías y melodías... se siente claramente la bossa nova, la Jovem Guarda, Roberto Carlos, todo eso.

A. C.: Es que nos gusta hacer las cosas con transparencia.

G. G.: Y con gusto, con orgullo, con el sentido de pertenecer, de decir: 'Yo soy una consecuencia de algo que ocurrió antes y eso me hace lo que soy ahora, me da la cualidad y me da la potencia que tengo. Y puedo pasar adelante'.

A. C.: Venimos contrastando para avanzar, con mucho respeto y orgullo.

PÚBLICO: ¿Será que la música brasileña es la primera que ha conquistado el mundo, la primera música globalizada?

G. G.: Junto a la americana. Se puede decir que América tuvo ayuda, como decía un presidente norteamericano. Los americanos llegaban con la bandera, la conquista, la economía, muchas veces por la guerra, y enseguida llegaba la cultura. Estados Unidos ha estado ayudado por esta fuerza extracultural que utilizaba la cultura para imponerse, para hacerse presente como civilización. Brasil no fue eso: lo hizo a través de su cultura, las músicas, con el Cinema Novo, que eran los medios del siglo pasado. Por eso quizá la cultura brasileña sea más fuerte, porque partía de un país no tan fuerte como EEUU.

PÚBLICO: Quizá por eso Brasil no tiene enemigos...

A. C.: No hay antibrasileñismo, como sí hay antiamericanismo.

G. G.: Sin duda, la música brasileña es una de las más apreciadas y queridas del planeta. Si no la primera, somos la segunda.

PÚBLICO: Porque la música también juega un papel social. Es memoria de conciencia y transmisora de valores, más allá de la política...

G. G.: Sí, por supuesto. Con todo, con la condición de proponer discursos, evaluaciones de lo que es la vida, cuestiones éticas, morales y espirituales. Una búsqueda de equilibrio entre la materialidad de la vida y la espiritualidad de las cosas del alma. En toda la tradición de la música en Brasil tenemos una fuerza muy profunda de la escritura, de las palabras y, por supuesto, de las músicas. Músicas que utilizan elementos muy profundos mediterráneos, de Portugal y de España, de Italia, Grecia... y otras más recientes, desde EEUU y Europa. Y luego están las cosas locales, indígenas, cosas negras de África, que han sido una aportación mayor, extraordinaria, para el desarrollo de la música en Brasil. La cultura brasileña es una cultura propiamente política.

PÚBLICO: Dice Rubén Blades que los cinco años que pasó como ministro de Panamá lo habían hecho mejor músico y mejor persona. ¿Y a usted?

G. G.: Creo que sí, también. No sé si por el hecho de haber sido ministro de Cultura, pero sí por todo lo que significó vivir aquellos casi seis años y todo lo que vino después. Cómo llegaba mi presencia a la vida brasileña y fuera, ya como representante de mi país. Me permitió calmarme, asumir la vida mucho más tranquilo después de haber vivido algo tan difícil como es la política.

A. C.: En esa época me preguntaban mucho: '¿Qué piensas sobre Gil como ministro?' Y yo decía: 'Bueno, si él está contento, estoy contenta'. Pero estaba dividida porque ser ministro no permite escribir canciones, aunque me gustaba mucho ver a una persona ética como él integrando el Gobierno de mi país. D

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