Este artículo se publicó hace 11 años.
"Es aberrante ver cómo se aprovecharon algunos países de los experimentos del nazismo"
El actor Álex Brendemühl interpreta al siniestro médico nazi Josef Mengele, 'el ángel de la muerte', en 'El médico alemán. Wakolda', la nueva película de la cineasta argentina Lucí
Josef Mengele vivió muchos años refugiado en países americanos, donde con identidad falsa y bajo protección alemana, siguió adelante con algunos de sus experimentos. En los sesenta se escondió en Bariloche (Argentina). Es el tiempo más misterioso del criminal nazi en Latinoamérica y el que aprovecha la cineasta y escritora Lucía Puenzo en su película El médico alemán. Wakolda. Adaptación al cine de su propia novela, la película está protagonizada por el actor catalán de padre alemán Álex Brendemühl.
Elegida para representar a su país en la carrera por el Oscar, la película, que se estrenó en el Festival de Cannes y recientemente ha pasado por San Sebastián, se pregunta por qué hubo tantos cómplices de los nazis en Argentina, qué pasó con los adolescentes que crecieron con ellos y luego se enteraron de su auténtica identidad, por qué hubo familias que les recibieron con los brazos abiertos... Diego Peretti, Natalia Oreiro y la niña Florencia Bado acompañan en el reparto a Brendemühl, que habla aquí sobre la película y su personaje.
¿Sabía que se parecía físicamente a Josef Mengele?
No lo sabía y tuve que asimilarlo. Aunque hay relatos de víctimas suyas que dicen que era alto, rubio y con los ojos azules, no es verdad. Era moreno y de estatura media. Pero, claro, era el abanderado de la búsqueda de una raza superior.
La película enfrenta a un hombre que hace muñecos artesanalmente y a Mengele, que le ayuda a producirlos en masa, ¿una metáfora de las intenciones del nazismo?
Sí, las muñecas en la película se utilizan como metáfora para hablar de la producción en masa, que era la aspiración de Mengele con ese prototipo de raza, de condición humana perfecta, al que aspiraba. El personaje del padre conecta con la personalidad del artesano, del padre preocupado por sus hijos y su familia, mientras que la búsqueda de la perfección y de la belleza es más de mi personaje. Ese padre al final se da cuenta de la aberración, y eso también es un poco la historia de Argentina en ese momento. Es la idea que tenía Argentina con los nazis, tú me pagas y así te ganas la libertad y una vida nueva, sin tener el castigo por tus crímenes.
En España también ayudaron a muchos nazis a llegar a Latinoamérica...
Los nazis se escondieron en muchos países que luego no han hecho nada. Se hizo con ellos una especie de borrón y cuenta nueva, no se pusieron al día con su historia. Por eso este tipo de películas son necesarias. En Argentina, Mengele experimentó con las hormonas de crecimiento y aprovechaba la producción vacuna del país. Es aberrante ver cómo se aprovecharon algunas naciones de los experimentos del nazismo.
¿Hoy se volvería a dar refugio a Mengele y a los nazis?
Hoy mucha gente calla la boca por interés, a cambio de lo que pueda reportarle una persona o... Vivimos un momento insensible a las miserias ajenas y una capacidad muy extendida es la de cerrar los ojos.
El médico alemán, más allá de la figura de Mengele, es una reflexión sobre el mal y sobre el monstruo. Hay unas cuantas películas que coinciden en esto ahora, ¿por qué cree que nos preocupa más hoy?
¿Por qué volvemos a la figura del monstruo? Interesante. Posiblemente por una falta de orientación o de camino trazado en la búsqueda de perspectivas. Vivimos en medio de un momento de confusión por las circunstancias socioeconómicas y los contenidos narrativos acaban reflejando esto. Sabemos que existe el mal, pero no sabemos en qué forma se va a manifestar.
En un mundo obsesionado por la apariencia y la juventud, ¿sería Mengele el mismo monstruo hoy?
Seguramente, no, Mengele no sería el mismo monstruo en este mundo obsesionado por la apariencia. Los campos de concentración, por desgracia, fueron plataformas de experimentación, pero aún hoy se experimenta con personas. Rusia, África... no están tan alejados de todo eso. Hoy hay un pensamiento del fin justifica los medios, de que el precio de una vida humana no es alto si mejora las vidas de los otros... Hay guerras hoy que son también experimentos...
Ha dicho que películas como ésta son necesarias, ¿cree que la opinión pública cambia gracias al arte?
Siempre que trabajo lo hago porque creo que el cine puede cambiar la conciencia de las personas, aunque, claro, también hay una parte personal, de curiosidad antropológica por entender los comportamientos humanos. Creo que con historias de otros tiempos, como ésta, se puede dar una visión del momento actual. Hoy vivimos marcados por lo que ocurrió en los sesenta, el momento de esta película. Y no solo Argentina, finalmente todos los países tienen episodios en los que se han aceptado circunstancias que jamás deberían haberse tolerado y ha sido por interés.
Muchas veces he oído a los actores decir que es su obligación comprender y querer a su personaje, ¿ha llegado a querer a Mengele?
Creo que intentar comprenderle es mi obligación, quererle ya es otra cosa. Muchas veces lo que hago es conectarme con el personaje desde el sentido del humor o desde el absurdo, intento ver que Mengele tiene un comportamiento cómico, por ejemplo en lo rígido y formal que es. Me divierte el trabajo formal de los personajes, trabajar el acento de Alemania del Sur, que era el de Brecht... Eso me da parte del alma del personaje. Luego te pones un bigote y raya al lado y... Este personaje estaba tan alejado de mí que me agarré a lo que pude, a una especie de rectitud alemana que he recibido de mi parte alemana...
No es la primera vez que le ofrecen interpretar a un monstruo en el cine, ¿qué ven en usted?
Al principio pensaba que era el apellido alemán y los ojos claros, que debía parecer malo por naturaleza. Pero a veces me descubro a mí mismo una expresión seria, un rictus de severidad... No sé. Debe haber un plus, algo que otros ven en mí, que a mí se me escapa.
Lo del apellido alemán...
Crecí en Barcelona con este apellido alemán y siempre he tenido la sensación de ser el extranjero, el extraño. Además, de niño se plantaban delante todo el rato y me soltaban el ‘Heil Hitler'. Esas cosas te persiguen.
¿Mantiene sus planes de seguir también en la dirección?
Sí. Ahora tengo un proyecto de largometraje, Carnaval, carnaval. Es la historia de un hombre obcecado con el éxito, un tipo que lee libros de autoayuda, la obsesión por el éxito que se ha impuesto.
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