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El año Anaya

La actriz presenta el viernes ‘Hierro’, de Gabe Ibáñez, abriendo así una temporada de estrenos que lleva su nombre. Entre ellos ‘Room in Rome’, el regreso de Julio Medem

SARA BRITO

España se colapsa por el frío, los telediarios amenazan con temperaturas siberianas... y Elena Anaya (Palencia, 1975) apresura el paso por el barrio madrileño de Malasaña recordando aquellos 16 grados bajo cero que sufrió en Islandia hace ahora un año. 'No creí que fuera posible pasar tanto frío', suelta. Pero sí, allí estaba ella, con Gael García Bernal de cómplice, trabajando en una obra de teatro... ¡en islandés! 'Era la adaptación a los escenarios de la película Together, de Lukas Moodyson. Fue una marcianada, pero he de decir que me engañaron', bromea, 'creí que iba a ser en inglés'. Durante tres meses escaló montañas de hielo, acabó chapurreando bromas en islandés y practicó el deporte de riesgo que más le pone: tirarse a la piscina de proyectos de los que otros saldrían corriendo.

Acaba de rodar dos filmes en inglés, uno en francés y otro en castellano

No paró. Tampoco con los idiomas: Anaya rodó dos películas en inglés (Cairo Time, de la canadiense Ruba Nadda, y Room in Rome, el regreso de su amigo Julio Medem), una en francés (L'instinct de mort, de Jean-François Richet) y una última en español (Hierro, de Gabe Ibáñez). Dos papeles de peso en los dos filmes españoles, dos secundarios de lujo en los dos extranjeros. 'Fue una locura, no tenía apenas tiempo entre proyecto y proyecto'. El resultado de aquella carrera contrarreloj que a la actriz le supo a gloria se verá en España a lo largo de este año que arranca, y que bien podría ser llamado sin rubor El año Elena Anaya. 'He aprendido mucho, estoy muy contenta con lo que me ha pasado, pero ahora falta ver qué dice el público', dice.

No habrá que esperar mucho para pasar el primer examen. El próximo viernes se estrena la primera del cuarteto: Hierro, un thriller psicológico que es al tiempo un drama de una madre desesperada, que pierde a su hijo de camino a la isla de El Hierro (Canarias). 'No sé lo que es querer a un hijo y mucho menos no tenerlo nunca más. Me daba mucho respeto el papel', reconoce.

'Hay que aceptar que no siemprese tienen 20 años. Lo mejor es crecer'

Nada que la actriz que muchos directores definen como una trabajadora casi calvinista no pudiera echarse entre pecho y espalda. 'Gabe me puso más tarea que ningún otro director', recuerda. Anaya leyó El año del pensamiento mágico, de Joan Didion ('un libro que me hizo darme cuenta de hasta qué punto la muerte es un tabú para mí y para la gente de mi generación'), y El asesino dentro de mí, de Jim Thompson. También se lanzó a sacar fotografías que le sugirieran una atmósfera inquietante y desquiciada como la que respira esta ópera prima estrenada en Cannes.

'Nunca había hecho un protagonista con tanta presencia en pantalla. Me ha tocado estar mucho tiempo sola interactuando con una atmósfera que ha creado Gabe y que es espectacular', explica. El trance ('agotador pero divertidísimo') le valió el premio a mejor actriz en el Festival de Sitges.

Por si fuera poca intensidad, le esperaba un reto aún mayor: el rodaje de Room in Rome, una película de una intimidad feroz, que narra el encuentro sexual y emocional de dos mujeres en un cuarto de hotel y que, por si fuera poco, supone el regreso de su director bisagra, Julio Medem, después de Caótica Ana (2007).

'Julio me llamó para invitarme a esta película, me comentó que era un encargo, pero que iba a hacerla suya. Escribió 12 versiones del guión hasta que llegó al que es uno de los más bonitos que he leído en mi vida', recuerda.

No es baladí que Anaya diga esto. La actriz se jacta de leer los guiones con el corazón en la mano y de decir a muchos que no, si no siente 'la vibra'. Le pasó después de su debut (África, 1996). Entonces le llegó un guión, que rechazó de plano en el momento en que muchas actrices hubieran dicho sí a cualquier proyecto que les garantizara seguir trabajando. 'Hay que respetar mucho al público. Cuéntales una historia que valga la pena. Un guión tiene que merecer ser una película. Para mí es esencial ese pálpito que sientes con un guión, un vínculo que nace con la historia', explica.

Con Medem no dudó. 'Es un regalo que te ofrezcan un personaje lleno de matices, lleno de vida, lleno de muerte también. Si me llega a llamar para hacer este papel hace dos años no creo que lo hubiera podido hacer. Ha sido muy duro', asegura. 'Me ha supuesto un aprendizaje brutal', añade.

La actriz se jacta de rechazar un guión si no siente 'la vibra'

Estar en pantalla desnuda en todos los sentidos, no ha sido fácil. 'Siempre que un actor está delante de una cámara está desnudo. Estás contando toda tu verdad, y si lloras, estás llorando tú y mostrando tu alma'.

En Room in Rome, antes de empezar la jornada de rodaje, Anaya se concentraba para estar relajada en su desnudez. 'Alba está en su habitación, es una chica que no tiene ningún problema, no se cohibe, ni se tapa. Cada día hacía ese trabajo para intentar que mi pudor no saliese. Estoy contenta y orgullosa porque creo que lo conseguí', asume.

¿Qué cuerpo aguanta tal desgaste? Ese menudo, de no más de metro sesenta y dos de Elena Anaya, desde luego. 'Un tenista tiene que ganar dos de tres sets y a veces cada set dura hora y media. Si ellos piensan en todo el partido no llegan, tienen que ganar cada punto. En mi trabajo es igual, son dos meses, 10 o 12 horas al día y cada minuto tienes que estar en tu sitio, concentrada. No puedes mirar al total, tienes que estar aquí y ahora. Luego te cambias de ropa y continúas rellenando poco

a poco esos pequeños espacios que tienen que ir conformando la vida del personaje', resume. 'Por supuesto tienes que prepararte muchísimo, y aún así, hay días que te vas a casa jodida porque no lo has logrado', añade.

Llegados los 34 años, superada para ella la etapa de sex symbol con la que nunca comulgó ('es algo tan subjetivo que no me lo creo', admite), y después de haber trabajado en más de 30 filmes, dice que convive con cada una de las mujeres que ha encarnado. Elena Anaya es Elena Anaya, pero también es la Alba de Room in Rome, la Luna de Familia (Fernando León de Aranoa, 1996), la Belén de Lucía y el sexo (Julio Medem, 2001), la Angélica de Alquézar de Alatriste (Agustín Díaz Yanes, 2006) o la Kathryn de Cairo Time. 'Mi vida es maravillosa, pero también vivo a través de mis personajes. Todo lo que han padecido, todo lo que han amado, todo eso se queda en mí. Eso hace que los quieras, como a tus ex parejas. Son parte de mí para siempre', dice.

Ahora le gustaría que de entre todas esas vidas hubiera un ápice más de comedia. Viene de un curso de clown en el teatro Alfil de Madrid, y dice estar haciendo esfuerzos por sacar el humor afuera. 'La comedia desgasta más que el drama. Es agotador. Si es un milagro hacer cualquier filme, con la comedia se me ponen los pelos de punta sólo de pensarlo', reconoce.

Pero la cosa no está fácil, dice. Lleva meses leyendo guiones a destajo y ninguno le ha tocado. Por lo pronto se irá el mes que viene a rodar a Francia con Fred Cavayé un thriller, À bout portant. 'Creo que con la crisis se han parado o retrasado muchas películas', dice. Aún así confía en la nueva generación de cineastas españoles, entre los que se cuenta Gabe Ibáñez. 'Está llegando gente buenísima con ideas, con mucho respeto al trabajo y mucha disciplina', estima. El otro día vio un corto, El ataque de los robots de Nebulosa-5, de Chema García, y se quedó alucinada.

No teme a la edad, ni al paso del tiempo. 'Te encuentras con gente mala que te dice: huy cariño, se acabó lo bueno', y dices qué crueldad. Para mí los personajes más maravillosos no tienen edad. Me parece un error escribir historias sólo para gente joven. La juventud es una etapa de la vida fascinante, pero me parece mucho más fascinante la gente que tiene más experiencia que los que acaban de llegar y que están pegando mordiscos al aire', explica. Por eso le fascina Geraldine Chaplin: 'Una mujer absolutamente increíble, que ha hecho películas con los mejores directores del planeta y que está cada vez mejor'.

Con los pies en la tierra, la actriz sólo quiere seguir creciendo y aprendiendo: 'Hay que aceptar que somos pasajeros, que estamos aquí, que vamos a estar un rato, y que no siempre se tienen 20 años'. Lo más maravilloso, dice, 'es crecer'.

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