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Botto, frente a sus fantasmas

El actor dirige e interpreta un ‘Hamlet' ágil y sintético, que pone el énfasis en la familia y el poder 

ISABEL REPISO

Juan Diego Botto vive en un perpetuo estado de fragilidad. Es algo que se comprende desde el minuto uno de su conversación. Le delatan sus ojos, tan prestados a personajes en el límite, y sus palabras, que brotan de silencios porosos, llenos de gestos. El actor argentino fluctúa entre respuestas contundentes y reflexiones hedonistas: 'Actuar es uno de los placeres fundamentales de mi vida'.

El próximo martes presenta su propia adaptación de Hamlet (coescrita con Borja Ortiz de Gondra) en el Festival de Teatro de Almagro y no esconde que dirigirla ha sido 'como escalar el Everest; hasta el momento, lo más difícil que he hecho'. Una versión en la que él mismo da vida al príncipe danés y que ha sufrido tijeretazos para ceñirla a dos asuntos: el poder y la familia. Aspectos que entroncan con la herencia personal de Botto y el asesinato de su padre a manos de la junta militar argentina a finales de los setenta. 'Eso afecta mucho. La búsqueda de justicia por la venganza del padre es algo que no se da en Hamlet en cinco actos, y en mi caso en 30 años'.

La versión de Botto se antoja despojada, fruto de haber reducido el texto al mínimo imprescindible. 'Hemos renunciado a monólogos poéticamente muy bellos que retrasan el desarrollo narrativo'. Usando un símil cinematográfico, se podría decir que la dirección de Botto está en las antípodas de la de Angelopoulos. 'Es una versión muy ágil en la que usamos cámaras para acentuar la sensación de Estado vigilado'. Y ahí terminan los elementos contemporáneos, porque la acción se desarrolla en los países nórdicos en los que la situó Shakespeare. 'Llevar la acción a escenarios actuales ya se ha hecho mucho y ese es un trabajo que le corresponde al espectador. Si no, es masticárselo demasiado'.

Respecto a la dialéctica entre dirección e interpretación, Botto reconoce que su papel de Hamlet 'en otras circunstancias hubiera sido el reto más grande' de su vida, pero comparado con asumir las riendas del montaje 'es un apartado más'. Y sobre los retos de dirigir, precisa que la mayor dificultad fue 'sintetizar la obra en dos horas centrándonos en el poder y la familia, y enmarcando muy bien el contexto político'. ¿El fin último? 'Que el espectador, cuando salga, entienda la obra'.

Fijación adolescente Hamlet es el segundo proyecto que dirige, después de El privilegio de ser perro (cuatro monólogos sobre la inmigración que supusieron su debut como dramaturgo), aunque aclara que no pretende abandonar los escenarios por ponerse a dar órdenes.

Su amor por el texto de Shakespeare se desató a los 15 años, cuando empezó a trabajarlo para teatro. 'A partir de ahí se convirtió en una obsesión' y fue pegándole etiquetas afectivas como mi favorito o el más conmovedor. Retomó su pasión hace dos años, cuando su hermana María le regaló una versión en miniatura. 'Estando en un rodaje me puse a repasarlo y a tomar notas'. Así que lo que verán los espectadores de Almagro entre el 15 y el 19 de julio será el resultado de 'un momento de inspiración en Grecia'. A disfrutarlo.

'Para mí la duda de Hamlet tiene que ver con el terror a fracasar... Prefiere la parálisis antes que no estar a la altura de un padre grandioso'.

'Quería un rey (José Coronado) que fuera muy atractivo y simpático, que se ganara al espectador pese a ser el asesino de su hermano'.

'Me interesaba enfatizar la pulsión sensual entre el nuevo rey y la madre de Hamlet (Nieve de Medina). Es un regalo que tanto ellos como Marta Etura (Ofelia) hayan aceptado'.

'Ahora mismo no estoy escribiendo nada y tardaré en hacerlo porque, después de esto, lo que quiero es que me contraten y que me manden'.

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