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La Cebolla y Negro Jari, superhéroes de las Tres Mil

Rosalía, Mala Rodríguez, C. Tangana y Paco León jalearon 'Habibi', el éxito viral de dos jóvenes hasta entonces anónimos de las Tres Mil Viviendas, el barrio más deprimido de España. Hablamos sobre sus momentos más inspiradores (y más turbios).

La Cebolla y Negro Jari, en la plazoleta de Los Verdes, en el barrio sevillano de las Tres Mil Viviendas
La Cebolla y Negro Jari, en la plazoleta de Los Verdes, en el barrio sevillano de las Tres Mil Viviendas. La Grieta Estudios/ Hood Productions

Dos autobuses conectan mi casa, en el barrio sevillano de San Julián, con la barriada popularmente conocida como Las Tres Mil Viviendas, la más famosa de las seis que componen el Polígono Sur. El primer bus va medio lleno. El segundo va medio vacío.

Según entramos en el "Polígano" -que, cada año se disputa con el vecindario colindante de Los Pajaritos el título de barrio más pobre de España-, nos topamos con un centro escolar en cuyos muros nos da la bienvenida, autoproclamándose espacio libre de violencias machistas. Pasamos por otros dos colegios, con murales de mensajes igualmente integradores.

A medida que avanzamos, el paisaje se va degradando: viviendas en estado casi ruinoso, montañas de basura, descampados desoladores, contenedores y mobiliario urbano quemado. Apenas vemos bares, tiendas o establecimientos comerciales. Tampoco bancos (ni de los que guardan el dinero ni de los que sirven para sentarse).

La gente camina por esas calles haciendo lo que se puede definir como vida normal. Son las 10 de la mañana de un día laborable común, y he quedado en la entrada del Parque de Bomberos con Negro Jari.

Así es como todo el mundo conoce a Mamadou Mbacke, nacido en Sevilla hace 33 años e hijo de migrantes senegaleses. "Mis padres no tenían mucho dinero y éramos muchos hermanos, a veces no podíamos pagar el alquiler y nos íbamos a otro piso, así que estábamos cambiando de casa continuamente", me cuenta, con purísimo acento hispalense.

"Después, mis padres se separaron y mi hermano y yo fuimos acogidos por varias familias porque a mi madre le quitaron la custodia. Tenía yo siete años cuando la recuperó y consiguió una vivienda social en el barrio de Los Bermejales".

A los once, descubrió la música y grabó su primera maqueta. "Allí me movía en una cultura más rap, los chavales del barrio hacían grafiti, bailaban breakdance y los colegas empezaron a influirme con cintas de La Mala Rodríguez, Kase O... Luego estuve un tiempo fuera de eso, me eché un poco a la calle a hacer travesuras y a los 16 empecé a grabar maquetas con un sonido un poquito más conseguido, a hacer singles para YouTube, con colegas de por aquí y demás, hasta llegar a La Cebolla. La conocí, la oí cantar y le propuse grabar juntos".

Nos subimos en el coche de Jari, y, en pleno epicentro de Las Tres Mil, recogemos a La Cebolla envuelta en un chándal verde (El Negro viste uno azul). A Natalia Jiménez, que nació en la barriada hace 17 años, le pusieron este apodo de niña porque tenía la cara muy redondita y no paraba de llorar. Ahora, La Cebolla es popular en media España como una de las participantes en el talent show de TVE Dúos increíbles.

"Desde que fui a la tele, de repente en el barrio me salen amigos y familia por todos lados", bromea ella. Pero, antes de eso, llegó el gran pelotazo con el que tantos aspirantes a músicos profesionales sueñan y tan pocos consiguen.

Habibi fue el primer tema grabado por La Cebolla, cuando tenía 14 años. En poco tiempo, las reproducciones subieron como la espuma. Rosalía la recomendó en su Instagram y luego ayudaron a viralizarla Mala Rodríguez, C. Tangana y el actor Paco León, entre otros influencers. Se grabó un remix con el acompañamiento de la cantaora La Húngara y el rapero Haze, entre otros. Actualmente, entre YouTube y Spotify, supera los 40 millones de reproducciones.

"Yo antes de la música no es que estuviera muy bien, que digamos", confiesa ella. "Y, gracias a que mi compañero quiso apostar por mí, la verdad es que mi vida ha mejorado, económica y personalmente".

Natalia es la segunda de cinco hermanos de una familia humilde. Se crio en la zona de Las Tres Mil conocida como Los Verdes, una de las más deprimidas del barrio más deprimido de España: renta per cápita mínima, desempleo y analfabetismo en cifras máximas. La población del Polígono se acerca a los 50.000 habitantes, y la mayor densidad se concentra en la barriada de las Tres Mil, con unos 15.000 vecinos.

El sonido vibrante de un proyecto urbanístico controvertido

La administración franquista comenzó la construcción del Polígono Sur en 1964 y esta no finalizó hasta 1981. El primer asentamiento fueron las denominadas Casitas Bajas, zona de viviendas prefabricadas que inmortalizaron Pata Negra en su canción Rock del Cayetano: "Fuimos hacia las casitas bajas del Polígano del Sur / En busca de mi hermano".

Allí se alojaron, según confirma la mediadora cultural Laura Madero, familias con pocos recursos que provenían de zonas chabolistas o de los arrabales de Triana. Muchas de aquellas familias, de etnia gitana, vivieron una adaptación difícil, y parte de su cultura flamenca también se transformó en el nuevo enclave, como bien sugirió Ricardo Pachón en dos documentales clave, El rock de los gitanos y Triana pura y pura

"Las familias gitanas que ya tenían una trayectoria artística y los aficionados que hacían la música en sus propias casas, llevaron consigo todo aquello al Polígono Sur, que adquirió sus propias formas de manifestarse, y eso sigue perviviendo. Es el caso de la cantaora Juana la del Revuelo. Todavía hay un montón de chavales que cantan los Tangos de la Tía Juana, porque es parte de la identidad del barrio", explica Laura Madero.

Por otro lado, la llegada del underground durante el tardofranquismo a través de las bases estadounidenses de Rota y Morón, propició en Sevilla un hervidero cultural que se modeló con la aportación gitana, como quedó patente en los discos de Veneno o los propios Pata Negra. 

En 1976 comenzó la construcción de la Barriada Murillo. Según detalla el historiador Francisco José Torres Gutiérrez en su tesis doctoral Segregación urbana y exclusión social en Sevilla, "llega a ella una población proveniente de distintos suburbios e infraviviendas. Se generó un colectivo vecinal desarraigado y de aluvión que adquirió un alto índice de marginalidad, la conflictividad social aumentó entonces mucho unida al tráfico y consumo de drogas".

En un entorno marcado por esos estigmas y por mitos que rápidamente corrieron como la pólvora (los taxis no entraban, los carteros tampoco), la música era el único horizonte posible para algunos de aquellos chavales.

Con sus guitarras callejeras y su cante picaresco, los hermanos Amador fueron, como cantaría su amigo Kiko Veneno, los superhéroes del barrio. En otro documental imprescindible, Polígono Sur, rodado por la francesa Dominique Abel en 2003, se retrata la alegre vida musical de las Tres Mil, protagonizada por los artistas mencionados y otros mitos locales como Emilio Caracafé.

Dos décadas después, se puede decir que La Cebolla y Negro Jari retoman ese testigo desde otro lugar. Muchas cosas han cambiado desde entonces, pero, en realidad, en esa ciudad paralela que es el Polígono, la realidad va más lenta.

Del coche fantástico a las vías del tren

Recorremos el barrio en el coche del Jari buscando un lugar donde sentarnos para hacer la entrevista. El automóvil del Jari no es cualquier cosa.

"Este coche es nuestro local de ensayo", apunta él al volante. "Mi lugar favorito para componer es el sofá de mi casa, y luego nos ponemos aquí mismo a probar ideas con el móvil. A lo mejor tengo una percusión que le pido a Yoseik, nuestro productor, y probamos cosas con la voz de ella. Después de eso, ya nos vamos a casa de Yoseik, que está por aquí, y con esa idea nos ponemos a hacer la música ya bien, con ordenador, con equipo y tal".

Aparcamos junto a la zona más cercana a la vía del tren, la construida ya en los años ochenta tras el derribo de Las Casas Bajas, y nos sentamos en unos escalones junto a un muro grafiteado que marca la frontera de las Tres Mil.

¿La música es la mejor salida para afrontar el día a día en este barrio?

Negro Jari: Normalmente sucede en todos los guetos y zonas marginales o de pobreza, como en EEUU en los barrios negros. Al final la música salva vidas. Aquí puede haber sido el flamenco lo que le da la vida a estas personas, porque igual no tienes conocimientos suficientes para encontrar un curro, no tienes estudios ni oportunidades. Pero luego con la música, si tienes talento, eso puede lograr que encuentres trabajo, y también une mucho a las personas.

A lo mejor hay una juerga ahí al lado, en la plazoleta y de repente se va acercando todo el mundo a pasar un buen rato. La música une a la gente, une al barrio y da la oportunidad de mejorar muchas vidas.

La Cebolla y yo nos paramos mucho a pensar qué habría sido de nosotros de no haberlo hecho.

¿Qué queréis contar en vuestras canciones y videoclips?

Negro Jari: Queremos transmitir un mensaje de superación, decir que nuestra situación social es esta, pero que podemos conseguir más, luchando y tal. Que no os sintáis menos o penséis que no podéis porque tengáis menos oportunidades, porque a base de luchar se puede.

También mostramos la cultura flamenca del barrio, la juerga gitana, los bailes, lo bien que lo pasamos, y la parte dura también, la parte marginal, de la lucha. Hay mucha gente que oye cosas sobre el barrio pero no lo vive en persona, y nosotros lo hacemos como de medio de comunicación, como de reporteros, ¿sabes? 

Vuestro último 'single', y próximo álbum, se titula 'El flow de los suburbios'. ¿Cómo es ese 'flow'?

Negro Jari: El álbum debería haber salido el 30 de noviembre y lo hemos tenido que posponer hasta febrero. Yo soy mánager, productor, canto y llevo mi sello, Dagrama Producciones, en el que grabo a varios artistas. Todo eso me quita tiempo, y el programa de televisión nos ha quitado más.

En cuanto al flow de los suburbios, es ese estilo nuestro, es flamenco urbano, fusionado con reguetón, hip hop, trap...

En el barrio se mezcla ahora la población gitana con migrantes africanos, latinos y asiáticos. ¿Es este 'flow' lo que se escucha en la calle?

La Cebolla: Muchos mantienen su costumbre de escuchar flamenco puro, Camarón, Parrita y cosas así, pero hay otros que están entrando por el rollo que hacemos los dos. Todas nuestras canciones se escuchan en el barrio, y en la plazoleta donde más.

Negro Jari: Es que las generaciones nuevas han evolucionado. A lo mejor al principio esto choca un poco a los que están más acostumbrados a la pureza, como pasó con Camarón cuando hizo La leyenda del tiempo, pero es que esto es el futuro.

También habéis grabado con un mito popular de la música gitana como Junco

La Cebolla: ¡Hombre, un ídolo desde que era pequeñita! Mi madre lo escuchaba mucho. Es una persona maravillosa, yo me reí mucho y me encantó trabajar con él.

Jari, tu has impartido talleres de música urbana a chavales del barrio en Factoría Cultural, un centro municipal de creación reciente. ¿Cómo viviste la experiencia?

Negro Jari: La verdad es que veo mucho entusiasmo con la música, pero luego no lo veo tanto con lo que conlleva el poder conseguir algo con la música. A ellos les gusta y tal, todos tienen talento, en cualquier esquina puedes ver a unos rapeando. Eso antes no era tan normal, era más común verlos cantando flamenco, pero se nota la influencia de lo urbano.

En el taller de Factoría Cultural yo aluciné, porque había chavales que lo hacían muy bien. A Anton07 sí que le veo con futuro. Es chico, pero tiene unas ganas increíbles de pelear y de conseguir algo, tiene talento, y la verdad es que debería de haber más cosas como esas aquí en la Tres Mil.

Es verdad que es difícil llevar a los chavales al taller, pero si lo consigues se enganchan a la movida, y los quitas de la calle y de hacer otras cosas que a lo mejor no los van a llevar a buen puerto.

¿Por qué no hay confianza?

Negro Jari: Porque no están acostumbrados, no tienen a lo mejor a alguien cerca que les esté diciendo que si tú peleas por ello, es posible que comas de esto o mejore tu vida, y a lo mejor tampoco tienen muchos referentes cercanos, o no se relaciona con lo que es normal en el barrio, ¿me entiendes?

Lo normal es otro tipo de trabajos como montar un puesto en el mercadillo o irse a recoger chatarra, que son oficios muy humildes, y no tienen tan presente que, con la música, pueden crecer más económicamente y conocer más mundo, avanzar más. Como que se conforman un poco con lo que hay, con lo que han visto desde chicos.

Ahora sois vosotros los referentes

Negro Jari: ¡Espero! Pero, sí, yo lo veo ahora en el barrio. A ella le vienen muchas chavalas y chavales en plan: "¡Oye, a ver cuándo hacemos una canción juntos!", como que ya la ven como una puerta. Y a mí igual, como saben que yo he cogido muchos chavales del barrio y los he llevado a crecer, a los escenarios, a vivir de la música, pues también se acercan en plan: "Mira, que yo hago esto, que yo hago tal". Entonces sí, nos tienen ya como referentes.

Hasta ahora os lo habéis autoeditado todo. ¿No se os han rifado los sellos grandes tras el bombazo de 'Habibi'?

Negro Jari: Algo ha habido. La primera oferta fue de Sony, que solo querían explotar el Habibi, pero lo rechazamos y finalmente hicimos un contrato de distribución para nuestro primer álbum, Caracas (2020). Empezamos también a trabajar con la distribuidora Ataque 360 y acabamos fatal, estamos de juicios con ellos porque creemos que se han quedado bastante dinero nuestro.

Nosotros éramos nuevos en todo esto y había mucha gente picando del pastel, pero los cabecillas de esto eran Ataque sin que nosotros fuésemos muy conscientes. Fue muy lioso al no entender el negocio.

¿Pensáis que se estaban aprovechando de vosotros?

Negro Jari: Se han aprovechado y bien. De hecho, Dagrama Producciones hemos trabajado con muchas distribuidoras y creo que se ha aprovechado más de una. Parece que casi todas las compañías meten la mano, tío, cuando podrían ganar dinero con nosotros igualmente. En realidad, ganarían más sin robarnos, porque cuando roban nos damos cuenta y les damos la patada.

La Cebolla y Negro Jari, en la plazoleta de Los Verdes, en el barrio sevillano de las Tres Mil Viviendas
La Cebolla y Negro Jari, en la plazoleta de Los Verdes, en el barrio sevillano de las Tres Mil Viviendas. La Grieta Estudios/ Hood Productions

Nosotros somos luchadores, seguiremos haciendo música y, a la larga, van a ganar más con nosotros, pero yo creo que nos ven como chavalillos, un negro, una gitana, poca cultura, p'acá, p'állá... "Vamos a meter la mano, que no creo que esta gente no se den cuenta". Y como facturamos miles de euros, es muy goloso esto.

[Nota del redactor: como si fuese obra de un guionista cutre, una enorme rata se ha acercado a nosotros mientras Jari contaba esto.]

A la hora de actuar en directo, casi no habéis salido de Andalucía

Negro Jari: Poco. Hemos estado en León, Madrid, Melilla... pero es diferente. Se nota que en el sur nuestros fans hacen más fuerza. Tampoco tenemos tanta promoción en radios como para llegar más allá. Nuestra promo es más el boca a boca en el barrio y las redes sociales.

No somos como, pongamos, India Martínez, que puede estar sonando constantemente en Cadena Dial. Nosotros venimos muy desde abajo y con muy pocos recursos.

Y vuestros conciertos tampoco son convencionales, como el que ofrecisteis en el Centro Penitenciario Sevilla 2. ¿Eso es importante para vosotros?

Negro Jari: Imagínate hasta qué punto pudo llegar a ser importante para nosotros, que llega La Cebolla allí y tiene que parar el concierto llorando porque de repente está cantando y ve a su padre ahí sentado, y tiene él que subirse a darle un abrazo y decirle que se calme.

La Cebolla: Fue muy duro. Él está ahí interno. 

Negro Jari: Es super importante para nosotros cantar ahí, porque es gente que ha vivido lo mismo que nosotros, por desgracia, tener que buscarse la vida de aquella manera, que no es algo que ellos siempre elijan, y acaban en prisión. Lo hacen por necesidad, porque les ha tocado ese tipo de vida.

Nosotros los apoyamos y nos gusta ir allí a alegrarles el día. Yo también he estado encerrado en reformatorios, sé lo que es estar privado de libertad. Y vamos totalmente gratis, desinteresadamente, porque sabemos lo especial que para ellos es eso.

La Cebolla: Sobre todo para los que están reinsertándose, porque algunos están metidos en cosas chungas, pero lo hacemos para los que quieren verdaderamente vivir una vida normal. Queremos que nuestro caso sea un ejemplo para que ellos se motiven y puedan llevar una vida sin meterse en problemas.

¿Queréis añadir algo más?

Negro Jari: Que los medios nos apoyen un poco más, porque casi todo va para la imagen más civilizada, por llamarlo de alguna manera, la más pija. Nosotros venimos de barrios bajos, de viviendas sociales, pero también somos personas con talento y merecemos que la gente lo conozca. Y luego, a las discográficas y distribuidoras, que no tengan las manos tan largas, hombre y que no abusen de los novatos y de la gente con poca cultura, que sean más honrados, porque todos podemos comer y apoyarnos, no hay que ser tan avariciosos.

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"En Sevilla tenemos 6 barriadas entre las 15 más pobres de España", apunta Laura Madero. "El Polígono Sur tiene una imagen muy estigmatizada de infierno social, pero yo llevo cinco años acudiendo aquí a diario y esa imagen no la veo en la cotidianidad. Y hay que resaltar también que este es uno de los barrios con una fuerza organizativa y de plataformas ciudadanas más potente, es un hervidero de proyectos e iniciativas".

Ella también trabaja en Factoría Cultural, un lugar donde, afirma, "no entendemos las artes y la cultura como entretenimiento, sino como herramienta de transformación social. Más que de exhibición, es un espacio de creación, nos solicitan espacios para ensayar y destinados para jóvenes también del resto de la ciudad, contribuye a que tengan más fácil el acceso no solo a la cultura sino a los medios de producción, y también promueve el intercambio del polígono con otros artistas y otros agentes culturales de la ciudad".

Y resuenan en mí esas palabras mientras miro el estadio del Betis, en el autobús que me devuelve al centro de la ciudad, con aquellos otros versos de Pata Negra: "Sevilla tiene dos partes / dos partes bien diferentes / Una la de las turistas/ y otra donde vive la gente".

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