Este artículo se publicó hace 13 años.
Las claves de un cineasta humanista
Sidney Lumet, renovador del policiaco y de la crítica social
Cincuenta años de cine moral
Nada menos que 50 años exactos separan la primera película de Sidney Lumet, ‘Doce hombres sin piedad', (1957) de su última obra maestra cinematográfica, ‘Antes que el diablo sepa que has muerto' (2007), y la confrontación de ambas constata cómo el director arrancó y cerró su carrera con dos ejemplos rotundos de su implacable mirada moral sobre el ser humano. En su debut, uno de los clásicos fundamentales del cine humanista americano, encerraba a 12 hombres de un jurado popular a deliberar sobre un asesinato. En el transcurso de una hora y media de metraje, que va minuto a minuto caminando hacia la claustrofobia (los planos cerrados sobre las caras de los 12 ayudan), Lumet va construyendo un alegato contra la pena de muerte y a favor de la duda, la justicia y la inteligencia. Henry Fonda protagonizó y produjo el filme. En su última película, en cambio, Lumet sigue a dos hermanos que buscan dinero fácil robando a su padre enfermo. Construye así una tragedia terrible sobre la avaricia y la traición. La primera tiene un final esperanzado, la última oscuro y apesadumbrado. ¿Acaso había perdido Lumet la esperanza sobre el género humano?
Crítica social y justicia
No cabe duda de que su gran preocupación fue la justicia, y la otra cara de la misma moneda, la corrupción. Una idea que se puede rastrear en muchos de sus filmes capitales: de ‘Serpico' a ‘El príncipe de la ciudad', donde examina a fondo un sistema que hace aguas. De la antológica ‘Tarde de perros', también de los setenta, emerge una triple crítica: a la crisis económica que vivió EEUU en los setenta y que condena a la desesperación a las clases populares (como ocurre hoy), a la discriminación sexual (el protagonista, Al Pacino, atraca el banco para poder pagarle a su pareja una operación de cambio de sexo) y una vez más a los medios de comunicación, como haría un año más tarde, y mucho más a fondo, en una de sus películas más celebradas: ‘Network'. Lumet siempre se alejó del panfleto, pero fue un crítico enérgico de la sociedad.
Renovador del género negro
‘Serpico' (1973), ‘El príncipe de la ciudad' (1981) y ‘La noche cae sobre Manhattan' (1996): tres thrillers en torno a la corrupción policial y mediática, en tres décadas diferentes, que constatan el interés continuado que el cineasta mostró por el fracaso de la justicia y el avance implacable de la ambición y la mentira. Sidney Lumet corresponde a la generación de directores que se dedicó a renovar el cine de género policiaco (el polar) desde los setenta: Sidney Lumet, Sidney Pollack, Alan Pakula, Mike Nichols etc... Directores todos que deciden retratar la sociedad en la que viven, denunciar el abuso de poder, y traer de vuelta el cine político desde la óptica del thriller. El punto fuerte de Lumet: el retrato psicológico y humano. Véase, ‘El prestamista', donde el director nos introduce en la perturbada mente de un superviviente del Holocausto.
El neoyorkino empedernido
Como buen humanista, la ciudad era su territorio natural, y qué ciudad más icónica y fértil que Nueva York. Nacido en Filadelfia, Lumet vivió la práctica totalidad de su vida en Manhattan, ciudad que retrató en la mayor parte de sus películas. Para él, "Nueva York está alimentada por la realidad, Hollywood es la tierra de la fantasía". La ciudad es un personaje, que determina y habla con y de las personas.
El maestro que nunca ganó un Oscar
En efecto, en 2005, Hollywood decidió recompensar a uno de los cineastas clásicos del cine americano. Sin embargo, fue un caramelo amargo. Cinco veces estuvo nominado Lumet y cinco veces se fue de vacío. El hecho de que no se dejara seducir por las colinas de Hollywood, pudo disuadir a los académicos de entregarle una estatuilla. Eso sí, su labor como director de actores se vio recompensada varias veces, con los premios a sus actores. Entre ellos, cuatro Oscar al reparto de ‘Network'.
La pata teatral
Empezó su carrera en el teatro, como actor desde niño, lo que marcó su interés por la adaptación de textos dramáticos. ‘Piel de serpiente', ‘Largo viaje hacia la noche', ‘La gaviota' o ‘Equus'. De Chejov a Eugene O'neill. De hecho, su debut en la dirección de cine, ‘Doce hombres sin piedad', tiene un marcado poso teatral.
El estilo visual
Para Lumet, el mejor estilo el que no se ve, sino que se siente. Siempre inclinado al realismo, Lumet exhibió en su filmografía coraje por experimentar visualmente. De hecho, en su último filme, el director abrazó la tecnología digital y una edición fragmentada. Era un director que no gustaba de repetir tomas. Paul Newman, que trabajó con él en ‘Veredicto final', bromeaba llamándolo Speedy González. El riesgo era esto.
Pifias y rarezas
Lumet también cometió alguna pifia en su prolífica carrera. Quizás una de las más antológicas y sorprendentes es la adaptación a lo Blaxpotation, que hizo de ‘El mago de Oz', versión setentera por las calles de Nueva York, con el mismísimo Michael Jackson como protagonista. ‘Wizz' fue uno de los fiascos más rotundos de su carrera. Otra de sus obras más dudosas fue la adaptación que hizo de ‘Gloria', de John Cassavetes, en la que la actriz de moda de los noventa Sharon Stone sustituyó a Gina Rowlands.
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