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Conjura contra el fascismo

La URSS fue el único país que ayudó al Gobierno de la II República durante la Guerra Civil. Su objetivo era frenar el avance del Eje Roma-Berlín, aunque aprovechó para influir en el plano ideológico

JESÚS CENTENO

Hasta hace muy pocos años, sólo un grupo reducido de historiadores había tenido acceso a nuevas fuentes fiables que arrojasen luz acerca de la ambivalente posición de la Unión Soviética durante la Guerra Civil española. En 2002, la obra España traicionada (varios autores) y en 2004, La URSS y la Guerra Civil español, de Daniel Kowalsky, ofrecieron puntos de vista inéditos a partir de informes desclasificados tras la caída del Muro de Berlín. Kowalsky revisó el alcance real de la ayuda soviética y desmitificó el papel de los agentes secretos. A su conclusión hubo una enorme distancia entre las ambiciones de Moscú y los escasos logros finalmente obtenidos.

En La victoria frustrada (Debate), el historiador alemán Frank Schauff se centra en la relevancia de las relaciones diplomáticas y la propaganda. Desmonta mitos de la historiografía reciente, como que la URSS intervino para que la República se convirtiera en “la primera democracia popular en Europa”, y recuerda que los países europeos no intervinieron por miedo y para evitar “un enfrentamiento frontal” con los estados fascistas.

A pesar de formar parte del Comité de No Intervención, la URSS envió hombres y material a la República. El motivo: la necesidad de aliarse contra el fascismo –en octubre de 1936, Hitler y Mussolini firmaron un tratado de amistad para “formar un Eje alrededor del cual girarían los otros estados de Europa”–. La ayuda nunca llegó abiertamente.

“Es ineludible explicar a los españoles que nuestras posibilidades son bastante limitadas”, se excusó entonces el diplomático Maxímovich Litvínov. A la República llegaron 331 tanques y 623 aviones –muchos de ellos con “déficit técnicos”– que serían vitales en la defensa de Madrid, además de estrategas militares e ingenieros.

Socio fiable o no, “la contribución soviética fue decisiva, porque sin ella la República se hubiera desmoronado en cuestión de meses. Nadie más se atrevió a ayudar”, recuerda Schauff. Pese a ello, el precio que cobró la URSS fue desorbitado: se llevó gran parte de las reservas de oro del Banco de España, valoradas en 718 millones de dólares de la época.

El asesoramiento soviético también llegó a la política. Los emisarios denunciaron el caos de la República debido a la oposición interior, especialmente de los anarquistas, los anarcosindicalistas de la FAI y la CNT y los socialistas del POUM, calificados trotskistas y a cuyos dirigentes persiguieron. También intentó que el PCE obtuviese “mayores cotas de poder” (especialmente durante el Gobierno de Juan Negrín), potenciando la influencia y la dependencia de la URSS en España.

Por otra parte, los soviéticos rentabilizaron su intervención para ganar prestigio en el plano internacional, “exteriorizando sus logros para captar adeptos a la causa”. El Komitern organizó las Brigadas Internacionales, cuyas unidades, “de una disciplina militar estricta” –explica el autor– desfilaban por Madrid al grito de proclamas antifascistas y vivas a Rusia

En agosto de 1936 nació la Oficina de Propaganda e Información, que jugó un papel fundamental en la guerra ideológica, donde intervino, por primera vez, el cine sonoro y la radio. Se usaron carteles, desfiles, actos, folletos, prensa escrita… “La URSS llegó a gozar de una popularidad inesperada”, como demuestra la efusiva conmemoración del XX aniversario de la Revolución de Octubre. Por su parte, la organización Socorro Rojo Internacional y la Asociación de Amigos de la Unión Soviética (AUS) capitalizaron la ayuda que llegaba a la República. Entre sus objetivos, “la AUS se ocupó de organizar conferencias sobre la URSS, proyecciones de tipo informativo y exposiciones. También regaló libros y dar a conocer las conquistas y los problemas del socialismo en la URSS”, según reza su manifiesto fundacional.

Las embajadas de ambos países actuaron de mediadores. Los corresponsales de periódicos del régimen soviético como Izvestia colaboraron con publicaciones españolas, recorriendo los frentes como agitadores y entrevistándose con los políticos españoles, siguiendo la línea del partido y criticando al POUM y a los anarquistas.

Con el estallido de la guerra, “la propaganda del PCE llevaría la voz cantante y su voz se convirtió cada vez más en oficial”, escribe Miguel Vázquez en Propaganda y política de la URSS en la Guerra Civil. Su consigna era recordar que la Unión Soviética fue el único país que ayudó a la República.

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