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Las cosas que aprendimos de Las Vulpes

Hoy se cumplen cuarenta años del estreno de la canción 'Me gusta ser una zorra' en TVE. Reflexionamos sobre la breve historia del grupo bilbaíno con su guitarrista y letrista, Loles Vázquez.

El mítico grupo musical Las Vulpes, en una imagen de archivo.
El mítico grupo musical Las Vulpes, en una imagen de archivo. CEDIDA

Hace justo cuarenta años, cuatro chicas bilbaínas, de entre 17 y 21, protagonizaron el primer escándalo mediático relacionado con la libertad de expresión en España. Las Vulpes eran unas completas desconocidas, todavía no habían grabado ni un solo single cuando el crítico musical Carlos Tena decidió hacer un videoclip con ellas en su nuevo programa en TVE, Caja de ritmos.

Aquel 16 de abril, sobre las 12 y media de la mañana, Tena presentó a Las Vulpes en su personal estilo, que había ya cultivado en espacios que rompieron esquemas, como Popgrama: "No recuerdo bien, me parece que eran de una ciudad que estaba en la cloaca nuclear cantábrica... Bilbo, o Bilbao... no lo recuerdo bien, porque luego tomó parte en el asunto la Comunidad de Reconstrucción Social. ¡Las Vulpes, vaya casta!".  Y las despidió de esta guisa, como anticipándose a lo que iba a venir: "Ay, qué título... Me gusta ser una zorra... Qué canción. Incluso tuvo problemas con la comunidad moralista del Gran Consejo Videoinformativo".

Suponemos que el presentador se refería a la recomendación de cambiar las palabras que se consideraban malsonantes con un pitido, cosa que al final Tena no quiso hacer. Las hermanas Loles y Lupe Vázquez (guitarra y batería, respectivamente), fueron las responsables de adaptar a su manera la letra de I Wanna Be Your Dog, de Iggy Pop & The Stooges, que cantaría Mamen Rodrigo mientras Begoña Astigarraga tocaba el bajo.

Y quedó así: "Si tú me vienes hablando de amor / Qué dura es la vida, cual caballo me guía / Permíteme que te mi opinión / Mira, imbécil, ¡que te den por culo! / Me gusta ser una zorra / Me gusta ser una zorra / Me gusta ser una zorra / Eh, ah, ah, ah / Ay, ay, ay, ay, ay, ay, ay, ¡cabrón! / Prefiero masturbarme yo sola en mi cama / Antes de acostarme con quien me hable del mañana / Prefiero joder con ejecutivos / Que te dan la pasta y luego vas al olvido / Me gusta ser una zorra / Me gusta ser una zorra / Me gusta ser una zorra / Eh, ah, ah, ah / Ay, ay, ay, ay, ay, ay, ay, ¡cabrón! / Dejando ahora mi profesión / Te pido un deseo de todo corazón / Quiero meter un pico en la polla / A un cerdo carroza llamado Lou Reed / Me gusta ser una zorra / Me gusta ser una zorra / Me gusta ser una zorra/ Eh, ah, ah, ah/ Ay, ay, ay, ay, ay, ay, ay, ¡cabrón!".

No pasó nada en aquel momento, ya que era un programa de audiencia muy reducida. El escándalo saltó diez días después, cuando el diario ABC publicó la letra de la canción y protestó enérgicamente por su emisión en horario infantil, aduciendo que el tema "degrada a la sociedad española, subleva al padre de familia, indigna al ciudadano responsable, quebranta la intimidad del hogar, lesiona lo establecido en la Constitución y traspasa los límites de lo tolerable".

Jaime Campmany llegó más lejos al escribir: "¿Se trata de una vocación heredada, furcia la madre, furcia la hija? ¿O es que la mocita ha salido ligera de cascos, casquivana, que dicen, y se dejó rodar hasta que salió a la tele a pedir guerra?". Si ahora se habla de guerras culturales, poca comparación tienen las actuales con las de 1983, con el 23F aún presente, la primera victoria del PSOE muy fresca y unas elecciones municipales que estaban a la vuelta de la esquina.

La caverna mediática de entonces pidió que rodasen cabezas, empezando por la del propio Carlos Tena, que fue el primer decapitado. Caja de ritmos no se volvió a emitir, el presentador presentó su dimisión y, el sábado siguiente, lo que pudo ver el público infantil en ese horario fue... una corrida de toros.

Dos consejeros del ente público pertenecientes al Partido Demócrata Popular (el futuro ministro de Cultura, José Ignacio Wert, y el futuro alcalde de Madrid, José María Álvarez del Manzano) publicaron una nota de protesta que avivó la petición -infructuosa- del cese del director de TVE, José María Calviño (padre, por cierto, de la actual ministra Nadia Calviño).

La bola de nieve siguió creciendo hasta llegar a los tribunales. La Fiscalía General del Estado interponía una querella criminal contra el director del programa "por ofensa al pudor y las buenas costumbres" y contra Loles Vázquez -como autora de la letra- y Mamen Rodrigo -como intérprete vocal- por escarnio público. Se pidieron para ellos cinco años de cárcel y diez de inhabilitación. En 1986, el caso fue sobreseído.

Hasta aquí, la introducción de un acontecimiento que es historia de España y del que se ha hablado mucho, pero ahora intentaré profundizar en algunos aspectos menos tratados, ayudado por las palabras de la propia Loles Vázquez.

El contexto: Bilbao, crisis, punk, mujeres. Las primeras

Loles y Lupe Vázquez formaron Las Vulpes en 1980 en el barrio de Irala, en un Bilbao deprimido y gris, muy distinto al que conocemos hoy, asolado por altos índices de desempleo. Eran nueve hermanos. Dos de ellos, Niko y Bernardo, habían montado el grupo MCD (Me Cago en Dios), pionero de culto en el punk vasco.

Las primeras Vulpes fueron muy inestables, por su formación pasaron casi dos decenas de chicas y, como curiosidad, una de sus vocalistas fue Estibaliz Markiegi (que años después sería una de las diseñadoras de vestuario más demandadas del cine español, habitual en las películas de Julio Medem, Alex de la Iglesia e Iciar Bollaín).

Pero lo más remarcable, tal como confirma el periodista Álvaro Heras-Gröh en su imprescindible libro Lluvia, hierro y rock and roll. Historia del rock en el Bran Bilbao (1958-2008) (Ed. Sirimiri, 2008), fue el primer cuarteto femenino de punk-rock en el Estado español. Me aventuraría a decir que, incluso, de rock en general.

Dentro de la escena anglosajona habían aparecido nombres como los de The Runaways o The Slits, también emergían figuras carismáticas como Patti Smith, Siouxsie o Poly Styrene. Por aquí, Alaska, Ana Curra o Tere Desechables seguían el mismo camino, pero el mérito en cuanto a crear un grupo completamente femenino hay que concedérselo a Las Vulpes.

"Si en EEUU o Inglaterra ya era difícil que las mujeres estuvieran en un grupo de rock, pues imagínate en Euskal Herria en aquella época. Incluso a los chicos les costaba conseguir sus instrumentos o un local, nadie tenía dinero, estábamos en una crisis súper fuerte. El rock and roll era muy machista, la labor de las mujeres era básicamente de acompañante, de grupi. El punk lo revolucionó todo, y una de las cosas que cambió fue el papel de la mujer. Nosotras también podíamos estar en un escenario", concede Loles Vázquez.

'Me gusta ser una zorra', más que una versión obscena

Mucha gente se sigue maravillando por el hecho de que un programa de televisión emitiese un vídeo de un grupo desconocido que no había grabado nada, pero entonces la función pública de TVE permitía atrevimientos que hoy día suenan insólitos.

Una de las intenciones de Caja de ritmos era descubrir a los grupos nuevos que estaban saliendo. Fue Diego A. Manrique, coguionista del programa, quien le habló a Tena sobre Las Vulpes. El director del programa se desplazó a Bilbao en octubre del 82 con la intención de grabar a cuatro grupos locales. Las Vulpes registraron la maqueta de su canción en un estudio, y esa fue la versión que sonó en el vídeo.

En ciertos círculos ya se sabía de su existencia y de su lectura de los Stooges. "Antes de salir el escándalo, Eduardo Benavente, de Parálisis Permanente, sí nos conocía, porque en una entrevista en el año 81 o 82 ya hablaba de nosotras como un grupo que había escuchado!", afirma Loles.

Es significativo: Parálisis Permanente incluyó en su álbum El acto, de 1981, otra adaptación de I Wanna Be Your Dog, aunque mucho más fiel a la original. Se titulaba Quiero ser tu perro. Pero no hay pruebas de cuál de las dos versiones se compuso antes. Sí confirma Loles que Iggy Pop supo de la existencia del tema. "Sé que le llegó porque empezó a cobrar royalties. Por lo tanto, la había autorizado, pero él nunca se puso en contacto por nosotras ni expresó su opinión".

Ahora estamos más acostumbrados, ya no solo en el punk sino en el pop comercial más formulario, a escuchar la palabra "zorra" o "puta" revirtiendo sus connotaciones de insulto como símbolo de orgullo y autoafirmación. Y, aunque es imposible recabar datos que prueben nada, si no fueron las primeras en el mundo, Las Vulpes sí que fueron pioneras en esto.

Antes de que raperas como Queen Latifah o MC Lyte empezaran a usar "bitch" de la misma manera en EEUU a finales de los años 80, no han trascendido otros precedentes. "Yo primero jugué con el latín, de ahí lo de Vulpes", explica la autora de la adaptación, que escribió con 15 años.

"Era lo que yo recibía entonces. Yo iba con minifaldas de leopardo hechas con el tapizado de los coches, las medias las rompíamos por los pies, porque no existían esas cosas de ahora como los leggins... Así que con esas pintas, los zapatos de agujas, las redecillas, los ojos pintados con el eyeliner, cuando los tíos pasaban a mi lado me gritaban: ¡Zorra!. Era lo que más me llamaban. Y, bueno, a mí me gustaba. Me gustaba ser como era, ser diferente, era un orgullo. Me lo decían tanto los tíos estos que iban con lo del matrimonio y tal como los que iban de yonquis y de qué enrollao soy. A mí que toda esa gente me llamara zorra me hacía pensar, a esa edad, que ser una zorra era guay".

1983. El Gran Carnaval. Pesadilla antes de Pussy Riot

La comparecencia de Loles y Mamen Rodrigo ante los tribunales se adelantó en 30 años a la de las componentes de Pussy Riot en Moscú. Aunque el revuelo causado por estas últimas fue más global, las coincidencias entre ambos casos son curiosas: un panorama social viciado que se enfrenta a la emergencia tardía del punk en el país, un acto considerado como blasfemo y, por encima de todo, una reacción más airada al ser mujeres (y jóvenes) las infractoras, que se introducían sin permiso en un lugar simbólicamente prohibido para ellas, ya fuera una iglesia, ya fuera la pantalla de la televisión pública.

Al igual que Nadia Tolokónikovva y Masha Alyokhina se enfrentaron al poder sin miedo a las consecuencias, gracias a crecer en familias muy comprometidas políticamente, Loles –cuyos padres habían luchado contra Franco en la clandestinidad, desde el sindicalismo y las asociaciones de mujeres- también tuvo ese apoyo.

"Te hablo de mí, no sé en el caso de mis compañeras. Mi familia nos ayudó, mis padres y hermanos nos entendían y apoyaban, íbamos todos a una, y fue bastante importante sentirnos tan arropadas", confiesa la guitarrista. "No llegamos a temer por nuestro futuro, pero por supuesto que sí nos preocupó, porque manejar un escándalo con la edad que teníamos no fue nada fácil, al contrario, fue muy difícil. Muchos agobios, el teléfono no dejaba de sonar, se empezó a mover una maquinaria, por un lado la de explotar musicalmente todo el escándalo y luego la de los medios de comuncación, la de los partidos políticos... Fue bastante jodido, hablando en claro".

Los 15 minutos de fama te pueden destrozar

De repente, todo el mundo en 1983 escribía u opinaba sobre Las Vulpes: Rosa Montero, Luis María Ansón, Camilo José Cela, incluso Francisco Umbral firmó una loa sobre Loles Vázquez contraponiéndola a... ¡Bertín Osborne! Eran usadas como moneda de cambio en la guerra mediática, pero también llegaron a salir en El Jueves, El Caso, Interviú y en revistas satíricas de actualidad política (¿prensa musical? No había mucha por aquel entonces).

La jugada electoral no le salió bien a la derecha, al menos en Madrid, donde Enrique Tierno Galván aguantó el envite de Jorge Verstrynge. Tampoco consiguieron destituir a Calviño (la de Tena, la parte más débil, fue la cabeza de turco), pero, al parecer, sí benefició al ABC con un aumento de los ventas.

¿Y qué pasó con Las Vulpes? La opinión más extendida era que les había tocado la lotería con aquello. Un grupo totalmente anónimo, que vivía en las cloacas del infra underground, limitado musicalmente, se veía propulsado a una atención mediática desproporcionada del que podían extraer gran beneficio. Pero lo que ocurrió fue todo lo contrario. Su sello, Dos Rombos, las apresuró a grabar el single (con dos temas, el ya conocido Me gusta ser una zorra e Inkisición). Rápidamente agotó una tirada de 7.000 copias y, poco después, vendió 5.000 más, pero ellas decían no haber visto apenas dinero de aquello

Aunque lo peor llegó con los conciertos. El 18 de mayo del 83, apenas un mes después de la polémica, actuaron en el templo de la Movida madrileña, el Rock-Ola. Tuvo una gran atención mediática: El País publicó una elogiosa crítica de Pedro Calvo y Radio 3 lo retransmitió en directo (aunque hay que constatar que eso provocó muchos problemas a su responsable, Manolo Ferreras). En realidad, lejos de encontrarse con el oasis de libertad, amor por la vanguardia cultural y diversión desenfrenada con que la historia ha decidido recordar al Rock-Ola, ellas se toparon con el peculiar recibimiento del personal de seguridad de la sala, que les dio una somanta de palos en el camerino por interpretar una canción crítica con la Policía.

Según relataban, al acudir a la comisaría más cercana para denunciar lo acontecido, se encontraron con que los agentes que las atendían eran los mismos que las habían agredido. Eran policías que se habían infiltrado en el concierto. No fue la única vez, como confirma la guitarrista.

"Sí, nos daban, sí. Entonces no había un circuito como el que surgiría posteriormente, con los gaztetxes y todo eso, y nos metían en conciertos con grupos que no tenían nada que ver con nosotras. Luego, la prensa también soltó muchas mentiras y había gente que se pensaba que salíamos desnudas o en bragas. No iban a ver un concierto de punk rock, iban al escándalo. También venían autobuses de fascistas a boicotearnos, como sucedió en Benavente en la plaza de toros, y tuvimos que salir por patas muchísimas veces".

"Sí, se quisieron aprovechar -añade Loles-, éramos carne fresca, y se aprovecharon tanto los políticos como los promotores, con los que firmamos una gira de cuarenta actuaciones que nos comprometía a no tocar a cien kilómetros en la redonda de esos puntos. Íbamos a una sala que estaba cerrada o no existía; en otra, en Xátiva, el promotor se llevó todo el dinero y no podíamos volver a casa, porque no era como ahora con los móviles, teníamos que llamar desde una cabina a ver si el padre de alguna nos podía poner un giro postal. Nos quemó mucho todo eso, nos fastidió bastante, y, claramente, eso hizo que nos separáramos, aunque también hay que recalcar que ya había diferencias musicales entre nosotras".

Aquel verano, en las fiestas de Bilbao, Las Vulpes dijeron "basta" y se disolvieron a quince días de entrar a grabar el que debería haber sido su primer álbum. La profecía de su amado Johnny Rotten, "There's no future for you", parecía haberse cumplido.

La vida después

Las diferentes componentes de Las Vulpes siguieron haciendo música, casi siempre en diversos proyectos relacionados con el punk, pero con escaso o nulo reconocimiento. Tuvieron hijos, consiguieron trabajos y se insertaron en la sociedad de un modo más o menos normalizado, sin renegar nunca de lo que hicieron en aquellos años de juventud.

La que peor suerte tuvo fue Lupe, que en 1993 fue asesinada en Menorca por un problema de drogas. Eso propició un cambio de guión, y llevó a que la banda se volviese a juntar para tocar en directo en varias ocasiones, esta vez ya con una buena respuesta de público y un ambiente más favorable. En 2005, grabaron por fin su disco perdido, en Oihuka, sello puntal del rock radikal vasko (una movimiento que, por cierto, todavía estaba en construcción cuando ellas se disolvieron por primera vez).

"Cuando grabamos el CD, yo únicamente lo hice para dejar constancia de nuestras canciones como homenaje a mi hermana", recalca Loles. Lo cierto es que Me gusta ser, como fue titulado el álbum, acusa una producción más edulcorada de lo deseable, pero al menos muestra el universo contestario que ellas esgrimían más allá de la canción que les dio la fama. Para hacerse una idea más representativa de lo que fueron, es más recomendable su directo Barbarela 83, un disco que también se encuentra fácilmente en plataformas.

Loles, por cierto, está preparando ahora un libro de memorias. "Van pasando los años, no sé cuánto me queda y quiero dejar plasmada la verdadera historia de Las Vulpes, siempre bajo mi punto de vista, de cómo lo viví yo, en homenaje a mi hermana", concluye.

N del R: Durante la elaboración de este artículo, intenté contactar con Carlos Tena para hacerle una entrevista y que nos diese su punto de vista sobre lo acontecido con Las Vulpes, pero nunca contestó. El pasado 14 de abril se comunicó su fallecimiento. Quede este texto en su honor y recuerdo, valorando la inmensa contribución que hizo a la divulgación de la cultura musical en España.

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