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El 'cowboy' maldito cabalga ligero de política

El dramaturgo y director de teatro Rodrigo García estrena este viernes en el Festival de Otoño y prepara la primera producción para el Centro Dramático Nacional, el próximo enero

PEIO H. RIAÑO

Uno nunca sabe muy bien qué se va a encontrar en un espectáculo de RodrigoGarcía, pero lo que sea será un chillido. Trabaja con cosas muy concretas, como la relación de sus actores con objetos de consumo: un combate entre dos personajes con camisetas en las que se lee Montaigne y Rousseau; y otras abstractas: 'Acumular experiencia no protege', escribe para la pieza Agamenón. Volví del supermercado y le di una paliza a mi hijo (2000). Dice que no tiene temas antes de ponerse a trabajar y habla sólo de energías en los ensayos que crecen a partir de los textos que escribe en los trenes y aviones.

El dramaturgo y director ha tomado Europa hace años y aquí parece que las instituciones han dejado de temer las polémicas que acompañan a sus montajes. 'Yo me intereso exclusivamente por lo poético. Y como lo poético suele ser infrecuente, acarrea polémica. No está mal'. Se refiere, por ejemplo, al momento en el que el actor Juan Loriente fuma sobre una langosta hasta que la asfixia con el humo, en Accidens. Matar para comer (2005). Así ha llegado con su compañía a Muerte y reencarnación en un cowboy, que se estrena este viernes en la primavera del Festival de Otoño madrileño.

'Ya no ataco a las bases de nuestro sistema capitalista como antes'

La última vez que se le vio por aquí metió un conejo blanco en el microondas y lo puso en marcha. El conejo giraba sobre la bandeja mientras el público abandonaba la sala antes de presenciar la explosión. Pero no era más que un truco, una trampa para molestar. En este cowboy, las energías arrancan de un toro mecánico.

Rodrigo García es un maestro de lo obvio por necesidad política: prefiere un teatro práctico, de los que creen en la posibilidad del cambio, antes que una travesura artística. No le preocupa tanto esconder sus intenciones, como que se piense que lo que hace es sentar cátedra. 'Intento usar todos los recursos poéticos y de construcción teatral que me sé, sobre todo, los que yo he inventado para mi teatro. Pero no creo que ni así consiga ocultar mi voz. ¿Tiene eso algo de malo?', pregunta el director.

'Sólo me interesa lo poético, pero al no ser frecuente, acarrea polémica'

En las propuestas de García no se aclara qué interesa más, si lo que se dice o lo que se calla. 'Lo importante es lo que se dice en voz baja, lo imperceptible y sin embargo vital y trascendente. Lo evocador susurrado... Pero no es fácil tener la llave para abrir esa puerta', comenta el director a su vuelta del Teatro Nacional de Bretaña, en Reims, institución que ha producido la obra, de la que han hecho hasta el momento únicamente ocho pases. 'Es pronto para mí para entender qué es', se excusa.

Tal y como plantea la obra, el protagonista es el toro, porque al robot le añadió estos dos vaqueros (Juan Loriente y Juan Navarro), seres plastificados que mantienen un intenso diálogo existencialista. 'No hay ni una referencia a EEUU. El cowboy en mi obra bien puede ser un ejecutivo medio europeo. Trabajamos sobre ideas tales como la enfermedad, el dolor físico y la muerte', explica a Público.

Parece claro que gira en sus intenciones. Muerte y reencarnación en un cowboy no es teatro de reivindicación, como el de La historia de Ronald, el payaso de McDonald's (2002) o Jardinería humana (2003). 'Aquel era un teatro político en sus contenidos y sucio y excesivo en su forma. Ahora los cowboys reflejan un momento mío, como artista, bien diferente. Es un trabajo más oscuro y supongo que a la vez más atractivo, por tenebrista y ambiguo', reconoce al resumir su historia dedicada al teatro, que ya supera los 20 años.

¿Eso quiere decir que se acabó el teatro político? 'Incluso haciendo un teatro íntimo, hay política. Pero efectivamente, ya no hay un ataque directo a las bases de nuestro sistema capitalista, como en otras obras. Ahora es menos evidente'. Con la ironía propia de sus montajes dice que hay otra cosa en la que también ha cambiado: 'Que soy más viejo. Que tengo más experiencia y que la experiencia me ha servido para ser más autocrítico y exigente'.

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