Este artículo se publicó hace 13 años.
El CSIC confirma el "riesgo real" de reabrir Altamira
Si las pinturas rupestres de Altamira seguían allí cuando el aficionado a la paleontología Marcelino Sanz de Sautuola se las encontró en 1879 fue gracias a un milagro de la naturaleza, una concatenación de elementos biológicos y ambientales que protegieron con mimo casi consciente la excepcional sala de polícromos de la cueva cántabra. La cavidad permanecía en total oscuridad, las tasas de filtración de agua eran mínimas y el intercambio de aire con el exterior prácticamente nulo. Vamos, que allí dentro no se movía un alma.
Luego llegó el ser humano o, lo que es lo mismo, los problemas. Cuando Sautuola mejor dicho, su hija de 8 años, que le acompañaba en la expedición descubrió los famosos bisontes, una masa indeterminada de microorganismos fotó-trofos, que emplean la luz como fuente de energía, habitaba la cueva en son de paz. Así lo habían hecho durante casi 14.000 años, pero en los cien siguientes el trajín de visitantes provocó una revolución microbiana con un final tan conocido como triste: los micro-organismos se reprodujeron y camparon a sus anchas, en forma de manchas verdes, sobre las pinturas.
«Las medidas de conservación excluyen las visitas», dice un investigador
Una investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), cuyos resultados publica hoy la revista Science y que fueron adelantados por Público a finales de 2010, ha identificado las colonias microbianas de la cueva y ha realizado un mapa de su distribución, recalcando que "la cueva de Altamira, aunque está cerrada en la actualidad, sufre un riesgo real".
Desde hace 15 años, expertos del CSIC han analizado la peligrosa evolución de estas poblaciones microscópicas, cuya actividad ha disminuido desde que se decretó el cierre de la cueva, en 2002. Sin embargo, en el informe presentado a mediados de 2010 tras dos años de estudios, la institución científica volvía a aconsejar que se mantuviera la clausura, lo que no evitó que el Gobierno cántabro, presidido entonces por Miguel Ángel Revilla, intentara abrir la cueva a toda costa. Finalmente, el Patronato de la cueva obedeció la voz de los expertos y mantuvo el cierre.
Cesáreo Saiz-Jiménez, uno de los investigadores del CSIC, explica que "lo más que podemos alcanzar es a ralentizar la actividad microbiana mediante el control de los parámetros ambientales de la cueva, alcanzando condiciones no favorables para el desarrollo microbiano". Y puntualiza: "La evolución de la cueva en los próximos años dependerá del mantenimiento o no de las medidas de conservación preventiva, que excluyen las visitas en un futuro próximo".
«La tendencia actual avanza hacia un estado estacionario», revela el estudio
Los investigadores han identificado, catalogado y elaborado un mapa de la distribución de la población microbiana de la cueva, que es especialmente variada. "Altamira presenta una diversidad microbiana elevada. Los resultados de las medidas de actividad y presencia microbiana han demostrado que los sustratos aparentemente no colonizados muestran un alto grado de actividad microbiana, sólo ligeramente inferior a la de las zonas con colonias visibles", señala Sergio Sánchez-Moral, director de la investigación del CSIC en Altamira.
El estudio resalta que existe una relación directa entre el rango de oscilación térmica de cada zona de la cueva y el grado de colonización de los microorganismos. Esto es lo que provoca que la mayor proliferación de bacterias se concentre en la sala de entrada, donde se han detectado tres tipos de colonias: amarillas, grises y blancas.
Mejoras ambientalesEl Patronato de Altamira apartó al CSIC del estudio de la cueva en 2010
En este sentido, la instalación de una segunda puerta en el acceso al pasillo que conduce a la zona de las pinturas ha contribuido a reducir considerablemente la actividad de los microorganismos en la sala de polícromos, "cuya tendencia actual parece avanzar hacia un estado estacionario", revela el estudio.
El mayor peligro para las pinturas, los microorganismos fotótrofos que provocaron las manchas verdes en la sala de los bisontes, se ha reducido con la retirada de la luz artificial. "Fueron observados en el año 2000 en la sala de polícromos como formas resistentes o con su actividad metabólica reducida al mínimo. El investigador Juan Carlos Cañaveras predijo que en caso de que hubiera variaciones de las condiciones lumínicas tales como luces permanentes o más extensas, como finalmente ocurrió, tendría lugar un crecimiento de estas comunidades", relata el informe.
Con la suspensión del sistema de iluminación desde 2002, "se observan menos manchas verdes en la sala de polícromos, pero aún quedan restos", destacan los investigadores.
Pese a los reconfortantes resultados obtenidos por los investigadores del CSIC, que han logrado estabilizar el sistema microambiental en la sala de los bisontes, el Patronato de Altamira decidió en diciembre de 2010 apartar a la institución de las investigaciones. En su lugar, un comité de expertos internacionales estudiará de nuevo la posibilidad de reabrir Altamira, pese a que el peligro es "real".
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