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Cuatro horas con el Che

Steven Soderbergh y Benicio del Toro presentan la obra monumental ‘Che’. Dos películas, de gran perfeccionismo formal, que abordan la figura del que, para ellos, es el último idealista

ANDRÉS PÉREZ

 

El Che tenía ya sus camisetas, sus canciones, sus figuritas y sus pins en venta en todo el mundo. Hasta tenía su cara estampada en las pieles de Maradona y Mike Tyson. Desde ayer, tras la presentación en Cannes de El Argentino y Guerrilla, el mítico revolucionario tiene también dos películas a la altura de su figura histórica. Dos grandes filmes que restablecen la realidad de su idealismo, y explican pedagógicamente cómo se hace una revolución y por qué triunfa o fracasa.

Steven Soderbergh, uno de los directores favoritos de Cannes, descubierto con su Sexo, Mentiras y Cintas de Vídeo (1989), firma con su cinta en dos partes una obra monumental, que incluye en su reparto no sólo a Benicio del Toro, sino a un buen manojo de intérpretes españoles como Óscar Jaenada o Carlos Bardem. A Castro lo encarna el mexicano Damián Bichir. El Argentino convenció por su carácter nada convencional y por el perfeccionismo formal de la fotografía. Convenció por la complejidad del relato, que llega a cruzar en una secuencia hasta tres épocas de la vida de Ernesto Guevara, y, ello, sin perder al espectador en el camino. Convenció por un Benicio del Toro, coproductor e inspirador del proyecto, que interpreta a El Che con una gracia que es a la vez suya y del difunto.Más criticable -y criticado será- es el enfoque histórico escogido para 'El Argentino', que deja a la luz todos los aspectos positivos y humanistas de El Che, sin hundir el dedo, ni una sola vez, en las zonas turbulentas que forzosamente tiene cualquier figura revolucionaria, por justificadas que sean sus acciones.

Soderbergh y sus aliados de la cinta aseguran que no han hecho un filme propagandístico ni ideológico, sino la historia del último idealista capaz de dar su vida por una causa pura. Y cierto es su argumento, sobre todo, porque el enfoque pedagógico de la trama deja a la luz algo relativamente claro: así, y por tales razones, hizo El Che la revolución.

Aun así, un problema salta a la vista: el de un Che no sólo idealista, sino algo idealizado, en el marco de un proyecto que tiene pretensiones de cuasidocumental ficcionado. En el apogeo de El Argentino, la cinta participa del entusiasmo desencadenado por El Che y sus victorias, hasta el punto de poner, sin distancia alguna, la canción Fusil contra fusil, de Silvio Rodríguez, como colofón del primer filme. Y eso, después de haber alineado como una estampa postal todo lo que aún hoy el régimen cubano reivindica como suyo.

Guerrilla, sobre el fracaso, caída y muerte del revolucionario, arranca en el extremo opuesto. Es un filme melancólico, con un Che que retoma la clandestinidad en Bolivia, disfrazado de gris burócrata, y con cara de no saber ya si es un exiliado o el portador de un designio universal armado.La primera película retrata la aventura del guerrillero desde sus inicios en México, en 1995, hasta la victoria revolucionaria de Santa Clara en 1959, con el discurso ante la Asamblea general de 1964 como guía. La segunda efectúa la antítesis: fracaso revolucionario, aislamiento, sufrimiento humano y muerte en Bolivia.

El proyecto fue iniciado hace casi diez años por la coproductora Laura Bickford, a la que se sumó después el coproductor Benicio del Toro, antes de que un primer guión fuera escrito por Peter Buchman. La investigación previa llevó tres años y tuvo que ser interrumpida en varias ocasiones porque el guionista recibió el encargo de Traffic, la célebre película de Soderbergh.

Para el rodaje, el director tuvo que ajustarse a un presupuesto estrecho. Si lo consiguió, fue por el esfuerzo de rodar con luz natural y a la utilización de una cámara digital, con calidad 35 mm, bautizada oportunamente Red (rojo, en inglés). 'Red ve las cosas como yo las veo' y 'filmar con ella es como escuchar a los Beatles por primera vez', explica, en un homenaje a lo que, al final, no es más que una máquina.

 Carlos Bardem

Actor. Interpreta a Moisés Guevara

¿Qué personaje interpretas?

Mi personaje es un boliviano, Moisés Guevara, un líder minero de la facción más izquierdista del Partido Comunista boliviano. Uno de los pocos que se sumó a la lucha de El Che y cayó con él peleando.

¿Cómo calificarías a Steven Soderbergh en cuanto a dirección de actores?

Para todos los actores, fue una experiencia muy extraña y maravillosa. Porque a nosotros, a todos los que éramos guerrilleros, nos cogían por la mañana, nos ponían el equipo real, nos llevaban al monte y nos soltaban allí. Casi nunca rodábamos lo que estaba en el guión. Soderbergh iba agarrando grupos de actores y proponiendo situaciones, con lo cual, al final, casi todo eran improvisaciones a partir de lo que proponía. Era un poco un acting guerrillero... Sobre todo porque Soderbergh lleva su propia cámara. Había que estar siempre alerta.

¿Le dio alguna indicación sobre la filosofía de la película?

Para que veas el estilo: Al principio del rodaje, Soderbergh nos reunió y nos echó un discurso en español de diez minutos. Era para explicar que la película habla de los últimos idealistas, que era una película que nos superaba a nosotros mismos. Hubo hasta cubanos que lloraban. Luego nos enteramos que no habla una palabra de español. Se lo había aprendido todo de memoria. Soderbergh es un fenómeno.

¿Es un filme guevarista?

No es una película política, es una película sobre el hombre. Como decía Soderbergh, El Che fue uno de los últimos que estuvo dispuesto a combatir para cambiar cosas y morir, si era necesario, por un ideal. Es un drama humano, más que una película cargada de política.

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