Este artículo se publicó hace 13 años.
David Mitchell se aísla en el amor
El escritor inglés protagoniza la jornada del Hay Festival con Los mil otoños', una de las novelas de referencia del año
Dejima. Esta isla artificial que construyeron los japoneses en la bahía de Nagasaki es el punto central de Los mil otoños (Duomo). Un pequeño núcleo, algo más grande que un campo de fútbol, que se convirtió en el primer lugar en el que japoneses y europeos convivieron y cohabitaron.
"A lo largo de la Historia, los europeos han encontrado numerosos puntos de contacto con otras culturas, pero la situación de Dejima es única. Allí no llegaron como colonos, eran prisioneros y rehenes". David Mitchell, (Southport, Inglaterra, 1969) firma su quinta novela, en la que retrata dos de sus grandes pasiones: Japón, donde vivió ocho años, y las historias de amor enrevesadas.
«El amor es simple sólo los primeros cinco minutos», dice el autor
"El amor es a la narrativa lo que los carbohidratos a la nutrición. No es casualidad que sea un tema recurrente en el teatro griego, las novelas medievales y en el cine de Hollywood del siglo XXI. El arte va de eso", comenta el británico a Público.
El británico fue finalista del Premio Booker Man Prize con Los mil otoños, en 2010. Publicó su primera novela, Escritos fantamas, en 1999 y alcanzó su mayor éxito en 2004 con El atlas de las nubes, momento en el que la revista Granta le reconoce como una de las referencias claves de la literatura inglesa.
En esta novela, Mitchell se deja seducir por la temática amorosa y recrea una historia entre una comadrona japonesa y un escribano holandés. Esta relación se superpone a una historia en la que dos mundos separados durante siglos tienen su primer contacto. El miedo a lo desconocido, que amenaza a los europeos en Dejima, se entrelaza con la atracción por un mundo diferente en una novela que toma una velocidad imparable. "Es necesario que una historia de amor sea compleja. El amor es simple sólo los primeros cinco minutos, después se complica. Así es en la vida, así se refleja en el arte", apostilla el británico.
"La literatura crea ondas que pueden transformarse en olas"
Una visita al ágoraEl novelista, que participará en las próximas jornadas del Hay Festival segoviano, observa la necesidad de un espacio de debate en nuestra sociedad. "Es magnífico que exista un festival de este tipo, que la gente compita como gladiadores de las ideas. Es necesario para satisfacer el hambre de pensamiento. Hoy en día vivimos en un mundo en el que los medios nos tratan como niños y estos sitios son como antídotos contra la televisión", afirma contundente.
El papel de la literatura en ese ámbito tampoco elude su lugar, tal y como afirma: "Una novela puede persuadir al lector para que escuche. La literatura no puede crear grandes marejadas, pero sí puede ser como una piedra en el mar, crea ondas que pueden transformarse en olas. El arte es un vehículo para cambiar el mundo".
"Creo en el argumento y en los personajes por encima de todo"
Su narrativa entiende que puede convertirse en el antídoto revelador. "Esta claro que mis libros pueden llevar al cambio, pero lo que hago es introducir a los lectores en la literatura. Soy un poco como san Juan Bautista y escritores como George Orwell son Jesucristo", expresa irónico.
¿No aspira a tomar partido en la actualidad? "No soy un escritor de ideas, hay otros escritores mucho más cerebrales que yo y que tienen mucho más eco. En mis novelas el argumento, el estilo y lo personajes priman por encima de todo".
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