Este artículo se publicó hace 14 años.
"Dios debería ir a ver a un loquero"
Shalom Auslander. Autor de 'Confesiones de un prepucio' (editorial Blackle Books)
Lo educaron para convertirse en un rabino o, si se torcían un poco las cosas, en un médico. Pero acabó transformado en un novelista de éxito y en colaborador de medios tan lejanos a la hoja parroquial de la sinagoga como The New Yorker y The New York Times Magazine. Pero Shalom Auslander (Monsey, Nueva York, 1970) ni perdona ni olvida, aunque su resentimiento no le ha llevado a pedir la cadena perpetua a todos los rabinos ortodoxos, sino a escribir libros cómicos sobre su turbulenta relación con Dios. Empezó con Beware of God: Stories (2005). Y ahora desembarca en nuestro país con las memorias Lamentaciones de un prepucio (editorial Blackie Books).
Ya no es creyente, al menos en un sentido estricto, pero sigue teniendo problemas para librarse de Dios
Como menciono en el libro, los jesuitas tienen un dicho desgraciadamente real: "Dame un niño antes de los 7 años y te devolveré un hombre". Si tu aprietas las tuercas a un chico a tiempo, le cuentas suficientes cuentos de horror sobre un lunático [Dios] en el cielo, haces que identifique cualquier desgracia con un desafío al lunático y cualquier golpe de suerte con obediencia al lunático (y sus lunáticos representantes en la Tierra), entonces es bastante probable que el chaval esté jodido durante un largo periodo de tiempo. Es difícil quitarse de encima ese miedo, ese terror. Librarse de él intelectualmente es la parte más fácil. Pero para mí este adoctrinamiento es un modo de abuso abuso teológico no menos destructivo que cualquier abuso físico. Todo el mundo habla sobre cómo Abraham superó la prueba que le puso Dios cortándole (casi) el cuello a [su hijo] Isaac, pero mira en qué se convirtió Isaac años después: un sumiso, inútil y pésimo padre. Bien hecho, Abraham, tonto del culo.
En el libro cuenta que llegó a destruir el manuscrito.¿Es cierto?
Lo hice tres veces que recuerde, aunque probablemente fueron más. Estaba aterrorizado. Estamos hablando del tipo que inundó el mundo, que destruyó Sodoma, que dejó que ocurriera el Holocausto (según mis rabinos) porque los judíos alemanes se habían asimilado. Seis millones de muertos porque unas pocas personas se habían casado con alemanes y comido hamburguesas con queso. Es un demente. Y ahí estaba yo, a punto de ser padre, escribiendo un libro que le mandaba a tomar por culo. Así que perdí los nervios un par de veces y tiré el manuscrito. Y el Señor lo vio y se puso contento por poco tiempo. Sus periodos de buen humor no suelen durar mucho. Debería ir a ver a un loquero, francamente. Freud ya está muerto, ¿por qué no aprovecha y pasa por su consulta?
Usted acabó convirtiéndose en una persona diferente contra todo pronóstico. ¿Cómo lo logró?
Marihuana. Psicoterapia. Tuve la suerte de enfrentarme a una decisión escueta: o escapaba de allí o me pegaba un tiro. Si no hubiera sido una cuestión de blanco o negro, no sé que hubiera pasado.
¿Qué ocurre cuando se reencuentra con algún conocido de su infancia o regresa a Monsey?
Las reacciones alérgicas habituales: urticaria, resfriado y diarrea. Los antiestamínicos ayudan. También las hamburguesas con queso.
¿Se siente cercano a la tradición de monologuistas cómicos como Lenny Bruce?
Me gustan las palabras y lo que pueden llegar a provocar, y me gustan las personas que "prenden fuego a gritos", por usar una frase de Bukowski (aunque no le admire mucho), y que pueden llegar a ser divertidas. Lenny Bruce Richard Pryor y Bill Hicks chillaron. Y todos eran muy graciosos. Y Voltaire chilló y era divertido, como también lo eran Beckett, Kafka, Flannery O'Connor, Stanley Elkin y Kurt Vonnegut. Y Ozzy Osbourne y Tool y System of a Down. Pirómanos, gritones. No me importa demasiado si lo que hacen es escribir, hablar o cantar.
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