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Dios es un Dj

Los eclécticos noventa y los festivales fueron clave a la hora de mezclar a rockeros y cluberos

VÍCTOR LENORE

Cada vez que entrevisto a una estrella de la electrónica, le suelo preguntar cuál fue la primera sesión a la que asistió. Entre los veteranos la respuesta más frecuente es 'no sé quién pinchaba esa noche, entonces no prestábamos atención a la cabina, nos mirábamos los unos a los otros mientras bailábamos'. Poco a poco, el rock fue contagiando su liturgia y culto a la personalidad. Hoy, superventas como Dj Tiësto actúan en la apertura de las Olimpiadas.

Los eclécticos noventa y los festivales fueron clave a la hora de mezclar a rockeros y cluberos. Por un lado, The Chemical Brothers inventaron la llamada electrónica de estadio. Hay quien dice que se repiten, pero cada vez avanzan más hacia el equilibrio perfecto de ritmos arrolladores y estribillos con gancho pop (una de las máximas inspiraciones del dúo es la canción de los Beatles Tomorrow Never Knows).

Siguiendo con las analogías, The Prodigy tuvieron en su mano convertirse en los Rolling Stones de la generación Playstation, pero el caos interno les impidió mantener la continuidad discográfica. Los exquisitos Orbital, que regresan en 2009, también hicieron travesuras rock,como insertar fragmentos de Bon Jovi. Partiendo de la otra orilla, Primal Scream fundieron acid house con el rock ácido en su legendarioScreamadelica (1991).

Fatboy Slim, curtido en los poperos Housemartins, salió de una depresión gracias al éxtasis y devolvió el favor convirtiéndose en el Dj más masivo de la historia (sus fiestas en la playa de Brighton llegaron a atraer a 250.000 personas).

Dioses de los platos como Richie Hawtin, Sven Väth o Villalobos saben que su estatus es el de estrellas de rock y bromean con ello, por ejemplo, en aquel póster donde aparecían maquillados como Kiss. En nuestro país, Óscar Mulero se ha convertido en leyenda de macrodiscoteca, pinchando techno de Detroit con camisetas de Bauhaus y cinturón de Misfits.

Todos han allanado el terreno a fenómenos como Justice, que con un sólo disco abarrotan el escenario grande del Sónar o desbordan todas las previsiones de FIB, donde este año acudieron a sudar sus himnos el triple de gente de la que cabía en la carpa que les asignaron.

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