A pesar de que en España casi la mitad de la población no lee nunca o casi nunca, no dejan de aparecer nuevas editoriales. Los libros que publican se venden poco, poco menos de la mitad de los españoles no compra ni un libro al año, y aun así se dan de alta más de sesenta mil registros de ISBN al año.
Por eso resulta especialmente interesante un proyecto como el de ediciones La Discreta. Frente a empresas que se baten el cobre en el mercado, La Discreta Academia desarrolla un proyecto asociativo que se estructura en torno a canales privados de comunicación y difusión. Y no parece irles mal; con la reciente edición del libro de cuentos Corazones sagrados, del escritor Juan Pimentel, su catálogo alcanza ya cincuenta libros y cuatro discos.
La idea es sencilla: frente al complicado mundo de la competencia mercantil, ellos apuestan por la suscripción. Apenas 35 euros al año que dan derecho a recibir cinco de las publicaciones anuales del proyecto. O sea, a siete euros el libro o CD. Imbatible. Al eliminar los intermediarios y participar los socios con su trabajo voluntario, los costos bajan y, a un precio competitivo, se pueden editar libros elegantes y con contenido, segundo factor este que no abunda en las mesas de novedades de las librerías.
Autores resucitados
Contar con esa cuota de lectores fijos permite a los discretos académicos -33 socios fundadores que se implican en mayor o menor medida en las decisiones del proyecto y que toman las decisiones de modo asambleario- editar novedades literarias de narrativa, ensayo, poesía y teatro, recuperar a autores que han caído en el olvido, o lanzar discos de orientación cultural.
Y que nadie se engañe si piensa que el proyecto será el desagüe de autores que no encuentran su sitio en las grandes editoriales. Hay muchos que entregan su manuscrito a La Discreta porque saben que el respeto por la obra será el máximo. Y si no, ahí tienen el ejemplo de Emilio Gavilanes, que recibió parabienes de toda índole por su libro de relatos El río y no ha dudado en entregar su novela Una gota de ámbar -ese libro que toda gran editorial querría contratar- a los académicos.
Pero en La Discreta saben que este operar al margen del mercado y evitar la banalización del libro al convertirlo en mercancía los enfrenta a dos peligros que siempre les rondan: por un lado la automarginación, por otro, una sublimación elitista.
Quizá por eso entre las actividades que acompañan a la edición, en la Discreta se han entregado a la organización de funciones en las que se acerca a los lectores el contenido de los libros de un modo dinámico y desenfadado. Ni lectores solitarios ni los solemnes actos de lectura de poesía que organizan fundaciones e instituciones de todo pelaje. Al contrario: recitales cercanos, relajados, en los que el público y los músicos participan para crear un ambiente único de comunicación y encuentro cultural.
En tiempos donde todo parece tener precio, hay propuestas con un valor fuera de mercado.
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