Público
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El espectáculo perfecto

Tequila llena en su reencuentro, en la sala La Riviera de Madrid

JOAN VICH MONTANER

El público madrileño que asistió a la segunda noche de reencuentro con Tequila, tras más de veinticinco años de ausencia de los escenarios, no pudo salir más satisfecho. Sólo el resultado futbolístico (el Barça acababa de dar un baño al Atleti) empañó algo la sensación de euforia a la salida, después de presenciar un derroche de tablas, estilo y entretenimiento perfectamente orquestado.

Toda la actuación estaba planeada al milímetro para que la noche fuese un éxito: un repertorio imbatible, trufado de éxitos que están en la memoria de todos; una banda  profesional y perfectamente engrasada liderada por Ariel Rot y Alejo Stível, los dos únicos miembros originales que permanecen en activo; un entorno técnico y humano (incluida la presencia de invitados de excepción como Carlos Tarque de M-Clan o Rubén y Leyva de Pereza) volcado en que todo saliera según el plan.

Lo de Tequila ya tenía pocos secretos hace treinta años, y menos va a tener ahora: rock sencillito, chulesco y resultón, con deudas más que evidentes con los Rolling Stones y parentesco cercano con Burning, acentuado en este concierto gracias a un pianista virtuoso que también hizo guiños al funk de Nueva Orleans. El público llegó entregado de antemano, pero hasta el más escéptico habría salido convencido. Tienen todos los tics que en otros resultan odiosos, pero con un listado de canciones que abre fuego con Rock'n'roll en la plaza del pueblo y sigue con clásicos de la memoria histórica de este país como Matrícula de honor, Me voy de casa, Dime que me quieres o Me vuelvo loco (y un bis invencible con Necesito un trago y ¡Salta! para acabar la noche en pleno clímax), una parte del éxito está garantizada. Lo sorprendente -y muy loable- es ver a Ariel y a Alejo entregándose en cada canción y disfrutando como niños (literalmente: están hechos unos chavales, ¡no se vieron barriguitas en el escenario!). El resto del éxito de la noche lo pusieron ellos, llevando adelante el concierto con maestría y oficio. Podría decirse que incluso demasiado oficio -todo esa noche estaba o parecía planeado, incluso los comentarios cómplices que hacían al público-, pero estos perros viejos del show business conocen bien todos los códigos y supieron dar a la gente lo que había ido a buscar: una noche de diversión a base de un éxito tras otro, un espectáculo perfectamente pensado para entretener y divertir a un público nostálgico con ganas de fiesta. Ni más, ni menos.

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