Este artículo se publicó hace 3 años.
'Fundación' embelesa en lo visual y se afana en lo argumental
La adaptación de la obra de Asimov tiene la complicada misión de plasmar un universo ficticio tremendamente complejo y venerado.
María José Arias
Madrid-
A David S. Goyer (Dark City, El Caballero Oscuro) le gustan los retos difíciles. Eso es lo que era la idea de llevar a la pantalla Fundación, la prolífica y admirada saga literaria de Isaac Asimov. Lograrlo le ha supuesto cuatro años de trabajo (parón por la pandemia incluido) y mucho empeño para hacer cobrar vida a un universo visualmente impactante y humanamente reconocible. Los dos episodios que estrena hoy Apple TV+ son la muestra de que Goyer, showrunner y co-creador junto a Josh Friedman, ha acertado en la forma y en el fondo. Por delante, un recorrido que puede durar tantas temporadas como quieran sus responsables y, sobre todo, los espectadores.
The Emperor's Peace y Preparing to Live son los títulos de los dos capítulos con los que desembarca Fundación. Ambos, bastante descriptivos en cuanto al argumento que contiene cada uno de ellos. En La paz del emperador se empieza con un paseo por el espacio que es toda una declaración de intenciones. El nivel de la producción es altísimo y eso se agradece cuando lo que se cuenta se ambienta en el espacio, en un universo de ciencia ficción de infinitas posibilidades. Más allá de todo ese mundo y escenarios futuristas que se presentan tanto en este como en Preparándose para vivir, la acción se concentra básicamente en dar a conocer a dos de las partes enfrentadas.
Por un lado, esa familia del Emperador que se perpetúa en el puesto desde hace siglos. La componen, de entrada, tres varones en distintas etapas de su vida: niño, adulto y anciano. Son clones del original. Lo saben y continúan con la tradición. La dos versiones de más edad, Brother Dusk y Brother Day, están interpretadas por Terrence Mann y Lee Pace, respectivamente. Ellos son los que se aferran a un poder, a un gobierno impuesto al resto, que el personaje de Hari Seldon (Jared Harris) les advierte de que está condenado a acabarse. Él, matemático, político, mentor y líder, es quien se sitúa al otro lado y quien ha predicho en base a sus conocimientos científicos y numéricos el fin del Imperio y la necesidad de actuar para salvar a la humanidad. Algo que no gusta más que a sus seguidores, que conforman una suerte de grupo de fieles, casi como una religión.
Raych Seldon (Alfred Enoch) y Gaal Dornick (Lou Llobell) completan su equipo. El primero, como aquel niño que Seldon adoptó y que se ha convertido en su mano derecha. Le sigue y le cree en sus predicciones, pero tiene sus más y sus menos con ciertos aspectos de su personalidad y proceder. Gaal es la protagonista de Fundación, sobre quien recae el peso de arrancar la historia y, además, de ejercer como cicerone del espectador. Es ella, tan buena o más que Seldon con la psicohistoria (esa ciencia ficticia que predice el comportamiento), quien deja su hogar en busca de un futuro mejor. A través de su recorrido se va presentado a quienes están de su lado y los espacios en los que se mueven (esa ciudad, ese planeta al que son exiliados con la misión de salvar a la humanidad, ese lugar de origen…). Llobell consigue darle a su Gaal la fuerza y el ímpetu suficiente para, pese a su edad y su inexperiencia, ser capaz de entrar en una sala llena de gente mayor y más poderosa que ella y plantarles cara para exponer sus ideas.
Esos dos episodios que llegan hoy sirven como carta de presentación y declaración de intenciones de lo que pretende ser Fundación: una serie embelesadora en su puesta en escena y compleja en su desarrollo. El universo creado por Asimov es tan enrevesado, con tantas capas y con tanto que explicar que es fácil perderse entre sus muchos términos, avances tecnológicos, clones, robots inteligentes, artilugios imposibles a día de hoy, construcciones megalómanas y complejas teorías. Fundación requiere de tiempo y espacio para desarrollarlo todo y apuntalarlo de manera que, incluso quienes no hayan leído las novelas, puedan seguir su historia sin perderse. Una serie debe funcionar como tal, de manera independiente a su material de partida. Si para entenderla en su complejidad es necesario leerse la novela, es que algo no se ha hecho bien.
Más allá de todo lo que aporta la ciencia ficción a la trama y a lo visual, Fundación se presenta como una serie que trata de temas y problemas reales, cotidianos y, por desgracia en muchos casos, para nada caducos. Esos gobernantes que lo son por nacimiento/clonación en lugar de haber sido elegidos democráticamente que se resisten a perder el poder que lleva generaciones en su familia. Ese visionario tratado de loco y casi delincuente al que se da de lado y juzga para desautorizarle. Sin olvidar sus problemas de ego. Pueblos enfrentados. Atentados. Celos. Supervivencia. Desafío a lo establecido. La lista es interminable.
En la carta escrita por David S. Goyer dirigida a los periodistas que acompañaba a los capítulos, este reconocía que cuando se lanzó a adaptar Fundación lo hizo a sabiendas de que sería "el reto más grande de mi carrera" y que en aquel momento, cuatro años atrás, "no podría haber anticipado la variedad de obstáculos psicológicos y físicos que tendríamos que enfrentar para escalar esta montaña". Se refiere no solo a los posibles problemas que encontró a la hora de trasladar lo creado por Asimov para el papel en algo visual, sino también a esta "experiencia colectiva" que está siendo la pandemia.
Por eso, en unas circunstancias como las actuales, trasladó a sus colaboradores y productores su intención de "comunicar un mensaje de esperanza" a través de esta serie. "Esperanza en el espíritu humano y esperanza en la capacidad de ingenio de la humanidad. Seamos honestos, necesitamos ese ingenio ahora, más que nunca. Definitivamente, soy fan de todo lo relacionado con la ciencia. Sé que esto suena exagerado, pero ahora que soy esposo y padre de tres hijos, era importante para mí que proporcionáramos un poco de luz al final del viaje".
Para juzgar si lo ha conseguido o no habrá que esperar a ver los diez episodios que componen esta temporada. Algo que ha conseguido con solo dos es cautivar, como él mismo vaticinaba en esa misiva, "por el alcance y el espectáculo de la realización de la serie". Lo que resta es convertir en realidad su "esperanza" de transportar a quien la vea a un "nivel emocional". Con Gaal debería tenerlo fácil. Resulta una heroína bien presentada y con mimbres sólidos para calar hondo. Además, cuenta con un escenario impresionante para vivir su aventura personal y espacial.
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